EL SANTO DEL DÍA
Mirentxu Arana Lesaca
EL SANTO DEL DÍA
– Anímate mujer, que hasta el 25 no sales de cuentas…un Santi, ya sabes, Santiago, el santo del día, lo tenemos hablado, ¡vamos!
– La verdad, no quisiera perderme la función de hoy.
Viernes 15 de julio; el Gayarre lucía esplendoroso; un Osinaga, en estado de gracia, daba brillo al “Sé infiel y no mires con quien”, para suavizar, en la medida de lo posible, el poso tristón del «Pobre de mí» de la víspera.
Apenas había subido el telón, cuando escucho la voz entrecortada de Amaya, seguida de persistentes quejidos.
-¡Joseba, que no sé qué me está pasando…!
¡Por favor!, ¿Hay un médico en la sala? Acudieron varios.
A duras penas salimos del teatro. Ni un taxi en la plaza del Castillo.
– ¡Dios!, ¡vamos al primer portal! Momentos de histeria colectiva. De pronto un grito potente seguido de un vagido menos potente, pero más continuado…y entre mis manos un niño de apenas 3 kilos. Las toallas de algunos vecinos y mi camisa, funcionaron de improvisados pañales.
El estallido del cohete solitario de algún nostálgico, último vestigio de las fiestas recién despedidas, daba la bienvenida a mi primogénito, a mi hijo Quique, Enrique, ya sabes, el santo del día.
UNA GOTA DE TINTA EN UN VASO DE LECHE
Juan Iribas Sánchez De Boado
Me resultó fácil localizarlo en el Café Iruña. Recuerdo que sucedió el día de San Fermín. Unas horas antes, como se dejó escrito, “al mediodía del domingo 6 de julio la fiesta estalló. No hay otro modo de decirlo”.
Era al alba, cuando ya podía distinguirse un hilo blanco de uno negro. Cuando se confunden los sonidos de las barredoras y de las dianas. Cuando no se sabe si la gente va o viene.
Lo recuerdo sereno, concentrado; a primera vista en su mundo, lejos del presente, de la música del maestro Turrillas, del mozopeñismo. No parecía un guiri; más bien un friki vestido con un traje gris marengo, una camisa blanca y la corbata, creo que de color rojo cereza. No lo desconcentraban la música de viento y percusión ni la canción del verano ni siquiera el bullicio o algún que otro empujón.
Se encontraba apoyado en la barra, junto al busto de bronce de Ernest Hemingway. Al acercarme a él se me cayeron las retinas, pero, no, no por el atuendo en sí. ¿Acaso no vistieron de esa guisa pretéritos mozos?
Estaba leyendo ‘Fiesta’.
SAN FERMIN SENSACIONES
Maria Jose Urtiaga Gastesi
SAN FERMIN SENSACIONES
Un día de esos, donde el cansancio te inunda y la emoción te invade, asistía al encierro y ví la muerte próxima, teniendo al toro en mis riñones. En mi pañuelo, tenía la imágen de San Fermín. Mientras corría, tuve tiempo de fijar la vista en ese grabado del pañuelo y mi pensamiento, pidió poder venir el próximo año, para emocionarme en mi Pamplona querida y dejar mi alma en sus calles, como agradecimiento al Patrono.
Ese espíritu, que no sólamente los pamplonicas sentimos, nos hace revivir y volver a nacer, para sumergirnos en esa magia de las Fiestas de San Fermín, donde cualquier extranjero, se convierte en pamplonica.
Aquellos Sanfermines, había fallecido mi madre, por lo que dediqué esa inyección de espíritu y alegría, como homenaje. Me dió la luz de una fiesta, que disfrutaré hasta el fín de mis días. VIVA SAN FERMIN!!!!