[simage=127,320,y,left]Este año se ha despertado cierta polémica con el cartel de la bota ya que se presentó el año pasado, no quedando entre los cinco elegidos por el jurado, a cuenta de su originalidad o no, puesto que el único cambio es la actualización del año y si debería haber sido admitido en el concurso.
Sin entrar en polémicas de tipo administrativo ni artístico, lo que a mí me interesaría conocer es qué tiene la bota para vender los Sanfermines de hoy en día. La bota es un elemento en desuso en Sanfermines desde hace ya varios años, si no décadas. Apenas ves alguien que lleve una y en los toros brillan por su ausencia en los tendidos salvo honrosas excepciones. Sin embargo no fue siempre así.
Como todos sabemos, la bota es un recipiente en el que se lleva el vino, hecho de cuero (mejor de piel de cabra) recubierta por pez en su interior. Cuando una bota está bien curada, saborear el vino elevando la bota hacia el cielo apretando ligeramente su parte inferior, es una experiencia única. Si además el exterior de la bota ha sido debidamente tratado con sebo, el tacto, el color y el brillo le confieren una personalidad propia ya que, como dice el refrán, cada maestrillo tiene su librillo.
Cuando uno era crío, las botas eran un elemento cotidiano del paisaje sanferminero, incluso recuerdo con cariño mi primera bota, una bota pequeña de las tres ZZZ, en la que nunca entró gota de vino ya que era rellenada convenientemente de Fanta (os podéis imaginar a qué sabía la mezcla de la Fanta con la pez y el calor del mediodía) y sin la que no podías acudir a la fiesta campera matutina que, para un chaval, era como la cantera en la que te formabas antes de pasar al tendido en las corridas de la tarde.
[simage=125,320,y,right]En los años 60 las peñas sí que utilizaban unas botas XXL en las que llevaban el vino al tendido para toda la peña. Este vino se trasladaba en las propias botas y en garrafones que servían para rellenarlas cuando estas se vaciaban. A las botas, incluso, en la peña Anaitasuna llegaron a «bautizarlas» con nombre propio como «Pepa», «Paca», siempre en femenino, con el que las identificaban convenientemente y que le era pintado en la panza.
En esta foto del año 1960 podemos apreciar las botas y los garrafones, aunque las que aparecen en la foto no nos muestran su nombre ya que sus portadores nos enseñan la cara institucional en la que «visten» el escudo de la peña. En una foto actual, de las que se saquen en este mismo 2009, en el caso de que apareciese una bota, probablemente se deba más a que es un ornato artístico del que la lleva que un recipiente en el que llevar vino.
Las botas en el tendido han desaparecido porque la sangría y el vino saben mucho más ricos si lo sacas bien frescos del cubo o la nevera.
Si esos días que bartolo casca y estamos a 40ºC le pegas un trago a la bota, igual echas hasta la primera papilla.
Aquí un reclacitrante, en su época de mendizale dominguero, empezó a llevar la bota a conocer las cumbres navarras. ¡Qué orgullo! Era del botero Juan (el desaparecido de la calle Roncesavalles), y era de litro. Por casa sigue. Seguro que se le ha pegado la pez por dentro y será irrecuperable.
Pero qué tragos más buenos. Y qué habilidades se llegaban a desarrollar para beber sin dejar caer ni gota. Ya ni te cuento si faltaba algún diente…
Lo cierto es que los autoctonos casi no la utilizamos y es mas facil ver en gabachos que en pamplonicas