Si alguien nos preguntase por una calle o plaza genuinamente sanferminera, seguramente pensaríamos en la Estafeta o en la plaza del Castillo. Ya ni te cuento si la pregunta se la hicieran a algún no aborigen.
Sin embargo, pensándolo bien, pocas calles tendrán el protagonismo en fiestas que tiene la calle Mercaderes. Calle con hechuras de plaza, la ausencia de parada y fonda la ha convertido en vía de paso, de conexión entre zonas de ambiente, como en su día fue zona fronteriza entre burgos. Y ello a pesar del esplendor que tuvo haciendo honor a su nombre. No en vano compartieron calle la sede central de una importante entidad bancaria (la del «equipo navarro») y los mayores grandes almacenes que han conocido la ciudad hasta el desembarco del Corte Inglés. En cualquier caso, parece que este «aislamiento» está llamado a desaparecer. Ya brotan como setas los establecimientos hosteleros en su extremo oriental, allí donde en su día más bien reinaba la espiritualidad por el influjo de la basílica de Santa Cecilia, hoy desaparecida. En el extremo opuesto ya suena un redoble anunciando un nuevo macroespacio de ocio. Pero no es éste el caso.
Analicemos la sanfermineidad de la susodicha calle. Como probablemente ya haya contado alguna vez en este mismo foro, un amigo de un muy buen amigo mío tuvo la fortuna de vivir su primera tacada de sanfermines en esa calle. Cuando no había losetas y sí adoquines, y cuando a las aceras (¡demonios!, con lo grande que era la calle qué estrechas hicieron las aceras) le salían unos bultos incomprensibles. Y vivió cosas asombrosas. ¿No es cierto que es una de las pocas calles desde las que se puede ver en directo el txupinazo? De hecho, cabe la posibilidad de que si estás en Mercaderes durante el cohete te caiga encima la varilla. Si no es así, podrás, tras unos minutos, disfrutar del alarde de gaiteros que parte de la plaza del Ayuntamiento en apoteósico desfile. O de la Pamplonesa que enfila hacia la Chapitela, aunque últimamente está optando más por la calle Nueva.
¿No es cierto que en Mercaderes se puede asistir a las mejores exhibiciones de txalaparta por la patilla? Mi amigo vivía en un sinvivir. Estaba en casa de sus abuelos, y cada vez que se oía jaleo en la calle se producía la consabida estampida de primos escaleras abajo. La amplitud de la calle la hace escenario perfecto de microrrecitales de txarangas y fanfarrias que deleitan con algún número y prosiguen su ir y venir.
¿No es una de las calles más frecuentadas por la Comparsa de Gigantes y Cabezudos? Su esencia de vía de tránsito obliga…
El mismo día 6 se podía empujar desde Mercaderes a la masa que a su vez trataba de frenar el avance del Riau Riau. Y qué decir del día 7. Si bien es cierto que la procesión no pasa por ahí, sí lo hace, y un par de veces, la comitiva que acompaña al Santo, que a su vez acompaña al Cabildo desde y hasta su sede catedralicia. Especialmente embriagador resulta enfilar Mercaderes tras el momentico de los momenticos, cuando tras el baile de gigantes y dantzaris en el atrio de la Catedral con las campanas de la seo desaforadas, el cortejo baja la Curia mientras la Pamplonesa interpreta el Asombro de Damasco….. uf, francamente, si alguien todavía no ha estado ahí en ese momento, ya está tardando.
¿Y no es cierto que es la calle más espectacular del encierro? No olvidemos que, aunque hay quien la denomina como «de la Estafeta», la archiconocida curva está técnicamente en la calle Mercaderes. Los impresionantes golpes que se pegaban los toros contra el vallado en ese punto son mundialmente famosos. La curva en cuestión ha protagonizado millones de instantáneas de los más prestigiosos cámaras. Hoy este tema está muy venido a menos desde que echan el dichoso pegamín, pero sigue siendo el punto en el que mejor se puede experimentar la increíble violencia que encierra el encierro. Y no debemos olvidar la belleza estética del contraluz que a esa hora de cada mañana se produce cuando la manada entra en la calle desde la plaza consistorial. Por desgracia, para no ser menos que el resto del recorrido, también tiene algún muerto en su haber.
¿Y no era en Mercaderes donde se realizaban todos los preparativos para el encierro txiki, y de hecho desde ahí se soltaban las becerricas que barrían literalmente la Estafeta hasta la plaza de toros? Y siguiendo con el innegable sabor taurino de la calle -¿no ha sido ahí donde ha estado el por ahora único museo del encierro de Pamplona?- hasta el toro de fuego chisporrotea por sus venas cada noche. Las mulillas y los alguaciles muestran orgullosos su porte mientras las notas de la Pamplonesa inundan por enésima vez al vecindario cuando cada tarde desfilan desde el Ayuntamiento hasta la plaza de toros. Les siguen luego peñas, ligeras a la ida, y pletóricas a la vuelta de la corrida.
¿Me dejo algo?
Echo de menos el Iruñazarra.
Un clásico del «ya no es lo que era…»
Como curiosidad, en los dos últimos años, se han realizado en el encierro fotos desde balcones de esta calle que han resultado premiadas en concursos locales, nacionales e internacionales.