Si ya se dice del género humano que somos animales de costumbres, qué decir del subgénero local.
Nos jactamos de protagonizar una fiesta mundialmente conocida por lo abierta, imprevisible, sorpresiva, espontánea, desencorsetada, informal, impredecible…
Pero… ¿de verdad esto es así?
¿No somos más bien coleccionadores de momentos que se repiten como en el día de la marmota, y no sólo los esperamos año tras año, sino que los necesitamos, y no vivirlos nos haría pensar que esos sanfermines no estarían siendo normales?
Y no hablo tanto de los actos oficiales, que también, sino de lo que pasaría un año si por ejemplo no encontráramos en los sitios de costumbre a las gentes de costumbre, en la misma actitud de costumbre, a la hora de costumbre.
¿Qué pasaría ante cualquier alteración del programa particular de cada uno debida a causas ajenas a nuestra voluntad? Me refiero por ejemplo a qué pasaría si la lengua de lava de boinas rojas no se abriera paso a las dos de la tarde del día seis por García Castañón con su alarde de gaitas enfilando Sarasate. Por ejemplo. Algo estaría yendo mal.
¿Qué pasaría si en los escasos ratos de descanso del guerrero, al sintonizar el canal local para ver exactamente los mismos reportajes que todos los años, nos encontrásemos con teletienda o con las andanzas de los Ingalls? Por ejemplo.
No sigo porque los ejemplos son tan numerosos como sanfermineros haya, y a muchos ejemplos por barba.
¿No os parece que las características señaladas al principio por las que se identifica a los sanfermines las reservamos sólo para algunos ratos, los intervalos entre momentos fijos, y que a la larga, incluso en esos intervalos, cada uno acaba haciendo lo de siempre?
Por filosofar, lo de siempre es lo que haces los 356 días del año.
Los 9 de San Fermín son totalmente diferentes.
Otra cosa es que sufras déjà vus por culpa de tu elevado consumo de sustancias variadas.
El único Castañón que reconozco es el que me pillo el día 6.
Muchas cosas son iguales año tras año. Otras no.
La edad también hace mella en nuestra memoria, no sólo en nuestros cuerpos.
Sólo tienes que pensar dónde estabas hace cinco años el día 8 de julio a las siete de la mañana, dónde estabas hace quince o hace veinte.
Seguro que tu también has evolucionado entorno a la fiesta y a la forma de vivirla.