Llamada y pérdida. 2


Odia las aglomeraciones en San Fermín porque tiene miedo de que se le pierda. Pero hoy ha prometido llevarle a ver a los gigantes. Al bajarse del coche, con un rotulador negro le escribe el número de su móvil en el brazo. Le da la mano y se adentra en la calle Mayor intentando esquivar los aguijonazos del sol de julio. Divisa la muchedumbre de donde emergen los gigantes como periscopios, rodeados de un magma que engulle niños al ritmo de la música. Sin poder evitarlo, se le escapa y lo pierde de vista en un amasijo de silletas y empujones.

– ¡Pablo!

Su voz se ahoga en el bullicio.

Se le aflojan las piernas y el suelo parece desmenuzarse. Le invade una sensación de irrealidad. Le suena el móvil. En la pantalla aparece un número desconocido.

Temblorosa intenta descolgar, pero no lo consigue y el zumbido no cesa. Su corazón palpita desbocado al ritmo de un pitido que proviene de una pantalla que está encima de su cama. Una figura de bata blanca le intenta hacer comprender que su coche ha volcado cerca de Pamplona y que su hijo Pablo ha muerto en el accidente.

Cierra los ojos y cree oír las gaitas de nuevo, pero tiene la certeza de que odiará para siempre a los gigantes en San Fermín.

El divino impaciente


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