Los churros de la Mañueta 2


De pequeños, nuestros padres nos despertaban muy pronto, siendo todavía de noche. Recuerdo muy bien la sensación de frío, entre la tensión de ir a ver el encierro y el destemple mañanero. Nos metían en el coche rumbo a casa de los abuelos. Como el tráfico se cortaba para el encierro había que dar mucha vuelta y entrar por el portal de Francia para intentar aparcar en la calle del Carmen. Entonces, echábamos a andar Navarrería abajo y cuando llegábamos al final, donde empieza la Curia, mi padre nos dejaba y seguíamos con mi madre hacia Mercaderes. Subíamos a casa de los abuelos donde ya estaban casi todos los primos. Mi padre se había quedado en la Mañueta para comprar churros. Ahora al recordar esto se me dibuja una sonrisa en la cara, pero en aquellos momentos lo pasábamos mal, porque teníamos miedo de que no le diese tiempo a pasar y le pillara el encierro de lleno. Cosas de críos. Evidentemente, siempre llegaba a tiempo con las dos docenicas de churros.

No es que Pamplona se caracterice porque todo quisqui desayune churros o roscas, pero en sanfermines suele ser típico, y desde luego es muy socorrido si hay que quedar bien con alguien después de una noche de crápula.

La Mañueta es un microcosmos reducido a una calle de apenas 100 metros de larga encastrada en el mismo corazón del casco viejo de la ciudad. Famosa por las alpargatas que alguno seguimos empeñados en utilizar (recomiendo vivamente comprarlas ahí para los meses de buen tiempo o para andar por casa), da cabida a uno de los mayores mercados de Pamplona, y alberga ni más ni menos que un frontón. Pero por lo que más cariño le tenemos la mayoría es por la vieja churrería. Presume de ser la más antigua de España, y sólo abre en fiestas, unos días antes, y los domingos del mes de octubre, con el Corpus. Y además sólo abre un ratico, las primeras horas de la mañana.

Cualquiera que se acerque podrá comprobar, tras jalarse una cola de campeonato, cómo es el proceso de elaboración del churro, una simpleza total de alimento pero que con un buen chocolate hecho está cojonudo. Eso sí, ya puedes aprovechar a saborear bien el primer churro, porque tras untarlo en el chocolate te lo llevas a la boca y te escaldas porque te han dado el puto chocolate hirviendo, y ya tu boca permanece insensible para buena parte de la mañana. Conviene, eso sí, no hacer aspavientos con el fin de que nadie se dé cuenta y algún incauto de tus amigos caiga en el mismo error.

Además, las condiciones de salubridad parecen dejar bastante que desear, y en cambio los churros están mil veces más ricos que si saliesen de una cámara esterilizada. Y da gusto ver las labores de los churreros e imaginar que hace 150 años la imagen sería muy parecida. Por si fuera poco, los dueños siempre tienen detalles con la clientela, y es fácil que antes de que te toque el turno ya hayas podido degustar algún resto de la rosca bien azucarado.

Desde aquí nuestro homenaje y nuestro deseo de que la siguiente generación siga abriendo la churrería. Clientela no le va a faltar.

Ah, y por cierto, el avezado observador sanferminero quizás haya reparado en lo mismo que el menda lerenda. Alguna vez perderé la vergüenza y en lugar de pedirles la docena de churros de rigor les pediré que me pongan entre pan y pan un par de cazos del perolo de ajoarriero que se preparan para almorzar en un hornillo de la parte derecha de la sala.
Y es que los churros estarán ricos, pero no me digáis que no daríais vuestro reino por catar ese abadejo…


2 ideas sobre “Los churros de la Mañueta

  • ¡Viva La Pamplonesa!

    Uno de los últimos cartuchos sanfermineros es acudir a las dianas del día 14, ir detrás de La Pamplonesa y parar en la Churrería de la Mañueta… Aunque entristece pensar que hay que esperar un año

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