Los navarros gallegos


Aquel seis de julio unos asuntos laborales nos mantenían lejos de Pamplona. Así que San Fermín no comenzó a las doce sino a las tres de la tarde, en cuanto salimos de una reunión en una alta oficina de Barcelona. Uxue llevaba la ropa preparada en un rincón de la mochila. Antes de abandonar el edificio se metió en el servicio para salir, minutos después, vestida de blanco y con el pañuelico al cuello. Yo esperé a llegar al hotel para ajustarme la faja.

Disfrutamos de un almuerzo tardío y paciente, mientras degustábamos en una terraza de la playa dos buenas botellas de Rioja (pedimos vino navarro pero el restaurante no daba para tanto). Anduvimos luego de arriba para abajo, haciendo turismo y dejándonos ver por la ciudad condal con nuestros atuendos sanfermineros. Algunas personas nos saludaban y susurraban a nuestro paso viva san Fermín (“susurraban”, que ya saben ustedes que los catalanes no son gente que guste de gritos y alharacas).

Ya bastante contentos hicimos parada en un bar gallego del que yo tenía muy buenas referencias. Por lo visto hacían allí unas mariscadas muy convenientes, y como era día seis y estábamos generosos de vino dijimos… ¿y por qué no? El señor que había detrás de la barra no supo disimular la sorpresa al vernos entrar. Era gallego de toda la vida, pero antes de emigrar a Barcelona y montar el bar, había trabajado para una empresa de no sé qué en Pamplona, Tafalla y Estella. «Los mejores años de mi vida», decía con acento dulce y una extraña morriña navarra. «Buena gente los navarros… buena gente» repetía con los ojos algo vidriosos. Supuse entonces que tal vez, por aquellos años, se hubiera enamorado de una navarrica y que fuera su recuerdo el que convocaba tanta nostalgia.

Con paciencia y muchos tragos de albariño conseguimos acabar la mariscada. El señor se negó a darnos la cuenta. «Ya me invitarán ustedes a unas pochas y un buen chuletón cuando me deje caer por Pamplona». Aquella noche aprendí que navarro puede ser cualquiera. Basta con enamorarse aquí y dejar que el tiempo pase.