Los otros Hemingways 2


Pese a que no mucha gente le ha leído, en Pamplona a Hemingway se le quiere. Y se le quiere tanto que no son pocos los bares que llevan su nombre.

El más típico, el más conocido y tal vez el más bonito sea El Rincón de Hemingway, llamado así precisamente por ser uno de los rincones favoritos del nobel norteamericano en sus visitas sanfermineras. Como parte del Café Iruña, mantiene esa decoración que nos devuelve a comienzos del siglo XX y cuenta con una estatua a tamaño natural, acodada en barra, del escritor de Illinois.

En el arranque de la calle Amaya, también conocida como Estafeta Alta, justo frente a la Plaza de Toros, encontramos otro Hemingway, cerrado desde hace un tiempo (no tardará en reabrir en vísperas sanfermineras, supongo) y muy famoso por hacer polvo los higadillos juveniles con sus chupitos endemoniados y sus 2×1.

A mitad de Estafeta (Estafeta Baja, quiero decir), frente al Pirineo y pegado a la Casa del Libro, nos espera el último Hemingway hostelero. Fue en tiempos antro nocturno, oscuro, heavy y porrero, hasta que pasó a denominarse La Gruta (nombre evidente por su aspecto) en una época en la que contaba con unos menús y unos pintxos la mar de aparentes. Hace ya unos cuantos años, aprovechando el furor hemingwayano de esta ciudad, se convirtió  en La Bodeguita de Hemingway y fue redecorado con motivos y fotografías que recordaban a don Ernesto y a dos de sus grandes aficiones, la pesca y el ron.

Y, desde hace unos pocos menos años, se llama, ya, La Bodeguita de Hemingway Dönner Kebab, símbolo inconfundible de esta globalización nuestra, donde sus empleados pakistaníes se dedican a la gastronomía turca.

Queda claro, pues, que en Pamplona nos gusta mucho Hemingway.

Y la literatura.


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