Al contrario que el republicano que casi fenece a manos de un Miura este año, me declaro monárquico.
Siempre he sido de Melchor, y del rey europeo de los gigantes. Siempre dudaba si era porque van los primeros o por su aspecto europeo. Salí de dudas cuando me di cuenta de que los reyes de la baraja me gustan por igual, independientemente del orden que lleven. Y como todos tienen aspecto europeo…
Lo que sigue tengo ganas de que quede escrito para que haya constancia desde ya de cómo se pueden gestar temas que luego pasan a formar parte del acervo popular y nadie sabe de dónde vienen, o lo que es peor, alguien se arroga la autoría del mismo, o propaga un origen totalmente falso.
Cuando nació mi hija, obligaciones formales aparte, corrí a la Estafeta a comprar un gigante de goma. Sí, habéis acertado, concretamente el rey europeo. La idea es estupenda, yo de crío me llevé algún que otro zapatillazo por jugar con las figuras de cerámica de mis padres (dos gigantes resultaron decapitados y aún hoy son evidentes las cicatrices).
El caso es que cogimos la costumbre de jugar con el gigante de goma en la bañera, en el momento del baño. Con un juego de muñeca que envidiaría el mismísimo Von Karajan, movía el gigante con un elegante balanceo, al tiempo que tarareaba machaconamente el inafable «ratataplan-ratataplan- ratatatatatatatataplan… ratataplan-ratataplan-ratatatatatatatataplan…» con el que se arrancan los tambores que acompañan a los gigantes. De hecho, los movimientos los hacía sobre la superficie del agua, emulando el episodio bíblico de la caminata sobre las aguas de Jesús.
Y claro, los críos ya se sabe, con su innata habilidad para sintetizar palabras o frases largas, empezó a decir «tatán» cada vez que veía el muñeco de goma, asociándolo con el sonido que siempre acompañaba el juego. Tatán, Tatán… y Tatán. Fue indescriptible el momento en el que vio por primera vez al gigante real y exclamó «¡Tatán!».
A partir de entonces, el rey europeo es «Tatán». Y con el tiempo, la reina europea ya es la «Tatana». Es más, cuando aparecen los gigantes doblando una esquina a lo lejos, se escucha una expresión ya habitual: «¡Los tatanes!».
Como es lógico, soy contrario a esta nomenclatura, pero lejos de conseguir erradicarla, se está extendiendo como la tinta de un calamar por el agua. Aparte de mis hijos, ya todos sus primos y algunos de sus amigos conocen así a los gigantes de Pamplona.
Este fin de semana cerramos el ciclo festivo del verano antes de poner la guinda con San Fermín de Aldapa. Estaremos el viernes en Mutilva Baja y el sábado en Sangüesa (donde por cierto estrenan comparsa txiki), y espero poder comprobar si sus respectivas comparsas también «se componen de tatanes», o si es un privilegio sólo para los de la capi. (Aspiro también a acordarme de la comprobación que haga, va a ser un fin de semana duro…).
No sé cómo parar esto. Supongo que se quedará en nada, pero si a la vuelta de tres o cuatro generaciones todo el mundo llama así a los gigantes, que conste que todo empezó con esta chorrada.
P.D.: Feliz día del Privilegio de la Unión (joder, parezco un yanqui), en el que hubo alguna vez en que sacaban a los gigantes.
El lenguaje infantil es todo un mundo. Cierta niña de dos años a la que quiero mucho, me decía en Sanfermines: «aita, aita…» y yo le contesté: «tranquila que ya viene tu padre». Hasta que su madre me aclaró: «lo que te está preguntando la cría es cuándo sale la peña Anaita…».
Lo dicho, hagamos un diccionario de vocabulario infantilsanferminero…
Yo si viniese un crio y me dice «aita,aita…» me acojonaria un poco…
Yo también tengo una hija de dos años y medio, doy fe de que tiene la lengua de trapo, ejemplos:
Baiato = payaso
Atatasuna = anaitasuna
Patato= zapato
etc.