Manual del perfecto anfitrión (II) 3


Ya es 5 de julio por la tarde. Qué bien. Con mi coche enmedio de un atasco de pelotas rumbo a la estación de tren, que hay que recoger a las chicas de Barcelona. Más o menos a la misma hora llegan los ingleses a la de autobuses. Uno de ellos conoce Pamplona, así que mejor que vayan directos a mi barrio, el Casco Viejo.

Sigo en el atasco. Mi coche es viejo y no tengo aire acondicionado. Sudo la gota gorda. Joder, a estas horas yo debería estar en los Corrales del Gas viendo las ganaderías de la Feria del Toro, los toros que cada día correrán el encierro. E irme luego de vinos con los amigos, como toda la puta vida. Pero aquí estoy, camino a la estación, que soy el mejor anfitrión.

Recojo a las catalanas, vuelta al atasco y llegamos al Casco Viejo. Descargamos trece bultos (es increíble, sólo van a estar tres días) y rumbo a mi casa. Los ingleses esperan en el bar de al lado (cuatro mochilas, son hombres) con bien de cerveza (en vaso de plástico, que hoy es víspera de la víspera).

Subimos cinco pisos, sin ascensor, y reparto de habitaciones. La mía para ellos y la de invitados (desinfectada urgentemente), para ellas. Yo dormiré en el sofá del salón, que echo ahí la siesta y es super cómodo. LOS COJONES.

Una vez repartidas las camas, las de verdad y las colchonetas, nos aseamos y bajamos a tomar algo y cenar.

Estos ocho foráneos quieren salir de juerga hoy mismo. Para conocerse, supongo.

¿Alguien puede explicarles que mañana es día 6 y se almuerza a las 9 de la mañana?


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