Más relatos finalistas (clasificados del 4º al 6º)


4º clasificado: Traición – Juan Ignacio (Iñaki) Arbilla Ruiz

Por aquella época, recién estrenada la veintena, todavía quedábamos todos los días. Excepto los fines de semana. Esa era la norma. Ya sabes: demasiada gente y, sobre todo, demasiado pata sin respeto por nada. Pero aquel año Izaskun insistió en saltarse la tradición. Al teléfono, nos fue convenciendo una por una. Al final, acabamos accediendo. A la misma hora en el lugar de siempre. Casi al instante, nos arrepentimos. Ya sabes: demasiada gente, etcétera. Hasta que aparecieron, tras doblar la esquina de la calle. Venían de Cádiz. Nerviosos, exaltados, despiertos… Al principio, el grupo no me convenció. Fueron mis amigas las que me animaron a arrimarme a ellos. Entonces, lo vi. Con el pelo negro y no demasiado alto. Enseguida me olvidé del resto de sus compañeros. Incluso de mis amigas, que, cada una a su manera, intentaban lidiar con alguno de los gaditanos. Pero lo nuestro fue diferente: una auténtica conexión íntima que hizo que me olvidara del tiempo. Mis amigas me lo corroboraron después. Nunca antes me habían visto tan lanzada, tan desinhibida. Hasta que, a la entrada de la Plaza de Toros, me alcanzó. La cornada no fue profunda, ni siquiera en exceso dolorosa, pero yo la sentí como una traición.

5º clasificado: The Ghost Runners of La Peña Perdida

When an encierro starts, there are places where no human stands. It’s not a conscious decision but one San Fermin has ordained.

Our mate the saint is amazing. He’s very busy during the run but life and death is down to his boss. God.

This year will be no different. Runners, either knowledgeable regulars or innocent newbies will unwittingly avoid that particular square foot of street.

Because every year since 1911 there have been ghost runners. That year there was just one. In 1925 he was joined by another. Occasionally another would join the unseen cuadrilla.

Sometimes, tragically, two would join at the same time. The year after they died they would return to the spot their run ended, to complete the run they never had a chance to.

They are the Ghost Runners. There are sixteen of them and every day of every year an encierro is held…no human being has started a run at the exact spot the tragedy unfolded.

Little red plaques or not, where the ghost runners fell is sacred. So no—one will stand there…except the Ghost Runners, to finish the run they were never able to. They are The Lost Peña. La Peña Perdida.

«Los corredores fantasmas de La Peña Perdida»

Cuando comienza un encierro, hay puntos en los que nadie se sitúa. No se trata de una decisión consciente, sino que así lo dispone San Fermín.

Nuestro amigo el Santo es asombroso. Muy ocupado durante la carrera, sin embargo, la vida y la muerte dependen de su jefe: Dios.

Este año no será diferente. Los corredores, ya sean expertos habituales o inocentes novatos, evitarán inconscientemente pisar esos centímetros cuadrados de calle.

Pues todos los años, desde 1911, están los corredores fantasmas. Aquel año era solo uno, en 1925 se unió otro. De vez en cuando, un nuevo corredor se incorpora a la cuadrilla invisible.

Algunas veces, por desgracia, son dos los que llegan al mismo tiempo. El año siguiente a su muerte, vuelven al lugar en el que su carrera terminó para finalizar el trayecto que nunca pudieron completar.

Se trata de los corredores fantasmas. Hay dieciséis, y en todos los encierros celebrados cada año… nadie nunca ha comenzado su carrera en el punto exacto donde sucedió la tragedia.

Con pequeñas placas rojas o sin ellas, el lugar donde cayeron los corredores fantasmas es sagrado. Así que nadie nunca se situará ahí… salvo el corredor fantasma, que así completará la carrera que jamás pudo terminar. Ellos son la Peña Perdida.

6º clasificado: alear (3. intr.) – Alberto Pascal Bea

—¡Magníficas noticias, señora García! Su hija evoluciona extraordinariamente: pronto recuperará la consciencia —anuncia satisfecha la doctora López—. Deben de ser hermosas, esas alas…

—¡Son preciosas! —confirma feliz la madre—, ¡como el aforismo que recitó usted ayer!

—Lo… «receto» mucho, sí… —bromea la intensivista—: «El hombre tiene ilusiones como el pájaro alas: eso lo sostiene».

Se miran, reflexivas. Gran verdad, piensan.

—Una cuestión nos desconcierta —reconoce la doctora—. En las últimas noches hemos registrado tres episodios de taquicardia. Idénticos. Súbitamente alcanzan ciento noventa latidos por minuto, y remiten enseguida. No deberían preocuparnos, Emma tiene un corazón fuerte, joven, deportista… Nos sorprende la sincronía: los tres incidentes han marcado su apogeo sobre las once.

—¿Las once, dice…?

—En punto.

Laura García enmudece ante su intuición. Incrédula, recuenta horas entre sus dedos aturdidos: doce, una, dos… Nerviosa, balbucea otro conocido adagio.

—«El… corazón… tiene… razones…

—…que la razón no comprende» —completa la médica.

Una sonrisa ilumina ahora el rostro de Laura.

—Doctora, creo entender las razones de ese corazón apresurado —afirma convencida—. Desde hace unos días las ilusiones de Emma no «aletean» aquí, en California…: ¡palpitan por Pamplona! Nuestras once son…, ¡pum…, pum…!, ¡las ocho de la mañana en la calle Estafeta!