4º clasificado: «Un estallido de libertad» de José Francisco Alenza García
Aquel estallido del 6 de julio lo sintió especial porque todo era distinto ese año. La alegría que le inundó con el Viva Sanfermín no impidió que se acordara de otro estallido, el de la mano de él sobre su cara, que lo cambió todo.
No fue el 6 sino el 14 de los sanfermines pasados. Eran sus primeras fiestas como pareja. Hubo malas caras el 6 por bailar con unos guiris. Bronca el 7 por la ajustada camiseta blanca que llevó a la procesión. El 12 le prohibió ir a los toros a sol con sus amigas. Las fiestas más alegres del mundo se convirtieron en un infierno. No entiende por qué no cortó todo desde el primer momento. Pero llegó el bofetón del 14. Le causó un leve escozor en la mejilla y una profunda herida en el alma. Una herida vivificante que le despertó de la pesadilla y le hizo poner fin.
“Los sanfermines son para los hombres”, decía. Pues va a ser que no. Que él no podría estar en Pamplona. San Fermín le había echado un capote en forma de orden de alejamiento. Anudándose el pañuelo, ella se disponía a disfrutar de las fiestas que más ensalzan la libertad.
5º clasificado: «ZURI-GORRI, BERDE-BELTZ» de Ainara Elizondo Lizarraga
Pun! Ekin diozu zeureari zango arinez, sutsu. Doluz jantzita zoaz lasterketari hasiera eman dion suziriaren abidura bertsuan. Bizpahiru minutu baino ez 875 metroko luze-laburrean. Santo Domingoko aldapan jaiotzen den emaria zezen plazan itsasoratzen da. Zapi gorrien praka txuriak. Jaiei bizitza ematen dien herioaren mezulari sentitzen zara. Atzean horma berdea, orlegiz jantzita; artzainak ez dituzu etsai, babesle baizik. Batzuetan, zure bi adarren partez, arriskutsuagoak dira jendez mukuru dauden kaleak. Are arriskutsuagoak beldurra ezagutzen ez duten haiek. Festaren bozkarioak horditzen ditu denak. Halako batean, urduritasunak jausi zaitu lurrera; oihuek, aldiz, altxarazi aurreranzko bidera behartuz. Bizitzan bezala, ez dago atzera egiterik. Balkoietan besoak korrikalariak agurtuz. Aurki zara zirkunferentzia erraldoian, azken esprintean helmugara iristear den txirrindulariaren pare. Oihuen ibai zabala plazaren estuarioan sartzera doa. Gazia eta gezaren nahasketa hondarrean, milaka begien aurrean. Lapiko, edari eta gehiegikeriaz zipriztinduta, uztailaren 7an dena motz geratzen den arren. Orain, leku gehiago duzunean, preso zaude. Patuaren gatibu zara. Zoriontsu, dena den. Jaiaren gune zara, Dum licet fruere, gozatu ahal den bitartean. Badator turuta hotsa zeure belarrietara eta kapotearen distira ninietan da. Lasterketako zapi gorria, plazako zapi zuria. Bandaren pasodobleak borborka jarri dizu odola, zezenaren ofizioak halakoak ditu. Aurrez aurre gizakia eta indarra, funtzioa hastera doa.
Gora San Fermin!
«BLANQUIROJO, VERDINEGRO»
¡Pum! Te centras en lo tuyo con patas veloces, ardiente. Vas vestido de dolor, a la misma velocidad que ese cohete que ha dado comienzo a la carrera. Apenas 2 o 3 minutos para los tan solo 875 metros. El torrente que nace en la cuesta de Santo Domingo desemboca en la plaza de toros. Pantalones blancos de pañuelos rojos. Te sientes el mensajero de la muerte que da vida a las fiestas. Detrás un muro verde, vestidos de verde; los pastores no son tus enemigos, sino tus protectores. A veces, en vez de tus dos cuernos, son más peligrosas las calles rebosantes de gente. Aún son más peligrosos aquellos que no conocen el miedo. El júbilo de la fiesta los embriaga a todos. De repente, los nervios te hacen caer al suelo; los gritos, por contra, te hacen levantarte y te obligan a seguir hacia adelante. Al igual que en la vida, no hay marcha atrás. Los brazos saludan a los corredores desde los balcones. Pronto estás ya en la circunferencia gigante, como el ciclista en su último esprint a punto de llegar a meta. El ancho río de los gritos va a entrar en el estuario de la plaza. Una mezcla agridulce sobre la arena, delante de miles de ojos. Salpicado de cazuelas, bebida y excesos, aunque el 7 de julio todo se queda pequeño. Ahora, cuando más espacio tienes, estás preso. Eres cautivo del destino. Feliz, a pesar de todo. Eres una parte de la fiesta, Dum licet fruere, mientras se pueda disfrutar. El sonido de la trompeta llega a tus oídos y el destello del capote está en tus pupilas. El pañuelo rojo de la carrera, pañuelo blanco en la plaza. Los pasodobles de la banda te han puesto a hervir la sangre, es lo que tiene el oficio de toro. Persona y fuerza frente a frente, la función va a comenzar.
¡Viva San Fermín!
6º clasificado: «Todos queremos More» de Jokin San Julián Aranguren
–Apunta un poco más abajo.
–¡Pero entonces no le doy!
–¡Que sí! Hazme caso, que ayer tiré yo con esa y tiene la mirilla trucada. Tienes que bajarla un poco.
–Buf, a ver… ¡Pam!
–¡¡¡Toma!!!
–¿Ves? ¡Te lo dije!
–¡Oye, perdona!, que le he dado…
–Aquí tienes. ¿Pero, es para vosotros?
–No, hoy es para mi tío que nos está esperando para ver los fuegos…
Era todo un ritual. Quince minutos, antes de que sonara el primer cohete, nos bastaban para sacar uno para cada uno. El crack era Salva. No fallaba un tiro. Si los demás no le dábamos, siempre estaba él para proporcionar el material.
Tres palillos rotos, tres More. Eso si todo iba bien, a la primera. Las trescientas pelas, a cien por barba, no te las quitaba nadie. Aquellos cigarrillos largos, marrones, interminables, eran lo más. More, la marca. La más cara del estanco. Y no en todos la vendían. Por eso eran tan cotizados.
–¿Dónde vemos hoy los fuegos?
–Cuanto más cerca mejor ¡A ver si nos cae un palo encima!
–Me vas a quemar…
–Perdooón.
Todos queremos More. Y más, y más, y mucho más…