Hubo una época en el Casco Viejo de Pamplona en la que, tienda que se cerraba, banco que abría una oficina. Aquel furor bancario murió y vino a ser sustituido por otro, el inmobiliario: tienda que cerraba, compra-venta-alquiler de inmuebles que nacía, como hongos en la Ultzama tras una tarde de tormenta.
Aquella racha también se fue al garete.
De un tiempo a esta parte, este Casco Viejo ha sido invadido por el furor hostelero. Tienda que cierra, bar que abre. Pero ahora ya no se llaman bares, no, ahora son cafeterías, gastrobares o restaurantes chics. Todo ello muy lógico en un barrio que carecía de forma absoluta de tales servicios.
Oía el otro día a alguien hablar de la sanferminización del Casco Viejo. A este barrio, siempre divertido y dado al jolgorio, parece que, a falta de Museo de los Sanfermines, quieren convertirlo en parque temático los 365 días del año, en el paraíso del macrobotellón legal. En lugar de un sitio maravilloso para vivir. El cinturón que rodea a la plaza del Castillo, Pozoblanco, San Nicolás, Zapatería, Mercaderes, Estafeta, se está viendo invadido por más y más bares, cuando hasta no hace mucho la zona había sido declarada saturada. Pero parece que desde el Ayuntamiento se ha abierto, nunca mejor dicho, la barra libre para nuevas licencias hosteleras. Curiosamente, tras cada apertura, se encuentran misteriosos grupos inversores. A saber de dónde llega esa pasta.
Nada menos que 40 nuevos garitos han abierto en los últimos años.
Y al vecindario se le acaba la paciencia. Juevintxos, viernes, sábados y domingos, sus portales se llenan de culos, los adoquines de vasos y platos de plástico, sus escasas plazas de aparcamiento de coches ajenos, sus calles de ruido y sus esquinas de meadas.
Nos gustan los Sanfermines, vaya que si nos gustan. Pero no todo el año. Salvo que al vecindario nos den vacaciones el uno de enero y estas no acaben hasta el 31 de diciembre.
No entiendo esta política. No entiendo a quienes la defienden diciendo que dinamiza el Casco Viejo. Y una mierda. Más bien parece que quieran cargárselo.
No, si al final echaremos de menos a los bancos.