La carrera – Jose María Paños Pascual (Barcelona, Cataluña)
Sabes que todo depende de ti. Aunque miles de piernas se crucen en tu camino, eres tú y él. En noble lucha, tú con tus manos desnudas y él con los pitones por lanzas. Solo tus piernas pueden decidir el desenlace. El más rápido ganará. Corres con tensión, con adrenalina, histérico porque crees que vas demasiado lento. La plaza se te antoja lejos, muy lejos y ayer estaba cerca tan cerca cuando paseabas sin prisas.
Cuerpos que caen a tu alrededor, gritos de angustia, polvo, sudor resbalándote por la cara, el miedo atenazando tus músculos. Pero sigues, debes llegar.
Entonces lo percibes a tu espalda. Toneladas de carne brava lanzadas a cien por hora, la cabeza gacha, los pitones en alerta, buscando presas fáciles.Lo tienes a tocar, seguro. Debes decidir, en milésimas de segundo, no puedes vacilar.
Miras atrás. ¡Dios!, es enorme, y viene directo hacia ti, no puedes ganarlo, te va a arrollar y entonces oyes un grito:
-¡A la izquierda, chaval, a la izquierda, joder!-
Y haces caso, te apartas. Aquella bestia pasa lanzada, pero se olvida de ti. Miras aquel hombre. Un corredor veterano. Te saluda. Devuelves el saludo agradecido. Pero, ¡volverás!
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Bajo el sol de julio – Jesús Andrés Pico Rebollo (Sabadell, Cataluña)
Bajo el sol de julio, el mismo sol que en la mañana se alzó sobre montes sin verdor, deslizándose luego por extraños árboles deshojados, para caer -con todo el ímpetu de este cuarto verano tan distinto a los anteriores- lustrando pieles y alejando sueños, al recinto de los corrales. Ese sol invitando a desperezarse, amagar embestidas y estirar extremidades en el recinto que sustituyó al estrecho y asfixiante cajón donde confinaron bruscamente ilusiones y bravura, quebrando el mundo feliz de la dehesa. Ese sol que vio ascender por el aire despierto la tibia estela de humo blanco tras el chupinazo a cuyo resonante mandato se abrieron las puertas y la inquieta manada enfiló la cuesta de Santo Domingo con el griterío blanco y rojo abriéndose a su paso, envolviéndola como un Jordán festivo, mientras las astas apuntaban a un incierto destino. El mismo sol que doró, premonitorio, la arena del redondel entre ascender de gritos y ondear de capotes para desaparecer por un breve instante y reaparecer de nuevo en este encierro donde ahora brilla alto y desafiante, clavándose como un rejón de luz sobre los lomos…
Bajo este sol de julio espero la libertad o la muerte.
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Momenticos Sanfermineros – José Antonio Fernández Senovilla (Pamplona, Navarra)
Llegó al fin la mañana soñada
en casa preparamos la ropa
ropa blanca y roja para la jornada.
Seis de Julio amanece discreto
un tibio bullicio ronda en el asfalto
vamos todos de blanco aún sin pañuelo
es el trasnochado encuentro con lo deseado.
La plaza está llena, petada por la fiesta
estruendo marca este momento
casi sin aliento, anudo mi pañuelo
es el desenfreno que cada año me atrapa.
Esclavo libre de tan bello tormento
en la calle vivo, convivo y habito
con vino, toros, encierros y fuego.
Pobre de mí, llega todo a su final
esta noche es la despedida
gozada, apasionada, sí, esperada.
Suelto mi pañuelo con tristeza,
del cuello, cantando sin lamento,
hoy volverán a emerger los sueños
anunciando que pronto la fiesta volverá.
Quedan en la profundidad de mis retinas
cabezones bailando y bebiendo vino,
fuegos artificiales comiendo bocadillos
noches eternas de música charanguera.
Hoy lo relato de nuevo siendo viejo
viejo este cuento, la Fiesta es Historia
historia eterna de un Sanferminero.