MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN


Tatuado en el alma.

 

Sólo tengo como máximo doscientas cuatro palabras para poder escribirte, bueno ahora menos mi amor, después de este primer reglón. Hablar de las Fiestas de San Fermín, es hablar de ti. Es hablar del momento en que te conocí. Tu mirada entre el tumulto, entre el olor a alcohol, sangre, sudor y pasión. Tu cuello rojo dominante y esbelto. Tu sonrisa blanca, llena de buenos gestos. Hablar de San Fermín es hablar de mí, de mi mejor momento, de mi juventud, de mi alegría, de mi bienestar, de mi paz interior. Por eso, llevo las fiestas tatuadas en mi alma. Las fiestas de San Fermín componen la historia de una pareja que conoció el amor intenso, que vivió al límite, que aparcó su sueño en un lateral de la Plaza del Castillo, que deseó con todas sus fuerzas no salir jamás de allí. Ha pasado el tiempo mi amor, ahora te escribo en la distancia. Es mi alma, quien te añora, invoca a los fantasmas del pasado y evoca a San Fermín. Me sobran treinta y dos palabras, bueno, menos éstas últimas once.

 

Rosa María García Suárez

 

 

Sanfermines, 10 de julio de 1929

 

La noche había pasado rápida. Canciones, a capela algunas, otras acompañadas con guitarra, habían hecho que aquel variopinto grupo se sintieran hermanados, además no habían parado de comer jamón, queso, chistorra y en cuanto al vino, la cantidad de botellas vacías que se amontonaban en la trastienda daba una clara estampa de la ‘alegría’ y entusiasmo de los congregados. Hasta aquella noche habían sido desconocidos entre ellos, sólo tenían en común sus vestimentas, la mayoría de blanco y con pañuelos rojos en el cuello. El camarero les indicó que les podía servir la última ronda, la cual iba por cuenta de la casa. Todos a una entonaron su nombre, añadiendo que era el mejor. Al salir pudieron ver cómo la noche se disipaba con la luz del amanecer. Ruth una de las mujeres tomó de la mano a un hombre y le susurró al oído que la acompañara al hotel. El hombre la besó en los labios y le preguntó el nombre del hotel y la habitación, es que, añadió, ahora tengo que ponerme ropa limpia e ir al Gran Hotel La Perla, estoy invitado a ver el encierro desde el balcón de la habitación 217, después será un placer despertarte, palabra de Ernest.

 

F. Mateo Redondo Calonge

 

 

Sensaciones

 

Se acercaba aquella fecha. La fecha. Es prescindible señalarla en el calendario. Debido a su importancia, se obvia a cuál me refiero. Los días anteriores a ella toda la ciudad se transforma. La gente desprende ilusión por cada poro de su piel, ilusión que parece contagiar a sus animales e incluso a todo lo inerte. Comienza la cuenta atrás. Miles y miles de personas escuchan al unísono ‘el chupinazo’, miles de personas unidas por un único sentimiento. Ya está aquí. Emoción, intensidad, adrenalina, unión, diversión, amistad, coraje, placer, aventura, vida, recuerdos. Muchos recuerdos. De nuevo al unísono se escucha el ‘pobre de mí’ que pone fin a tantas sensaciones. Se vuelve a la normalidad. Las ciudad recupera su aspecto habitual. Pero algo ha cambiado. Cada persona que estuvo allí queda impregnada de la magia de la experiencia. Cada rincón de la ciudad está ligado a un recuerdo que es evocado con anhelo, pero es capaz de hacer volver a sentir un sinfín de emociones a quien lo percibe. Y de nuevo tan sólo queda la espera. Esperar a que llegue aquella fecha. La fecha, la de San Fermín.

 

Patricia Batista Grau