MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN


Buscando una esperanza

 

Perdida. Sí, definitivamente, estoy perdida. Podéis pensar que soy una niña que ha soltado la seguridad de la dulce mano materna entre la multitud, pero estarías equivocados. Otra desafortunada idea sería creer que soy una trompetista de La Pamplonesa que no sabe en qué compás debe entrar. Podríais también confundirme con una guiri que no sabe donde está la Plaza del Castillo, y de nuevo, errarías el tiro. Perdida. Simplemente, estoy perdida. Perdida figuradamente, por supuesto. He olvidado qué se siente al estar en casa, la comodidad familiar, cómo un abrazo reconforta y borra cualquier mal acechante. Añoro regresar a casa tras un largo día y recibir una cálida bienvenida, incluidas las persecuciones de mis sobrinos siendo Caravinagre. Debería volver a mi tierra, de hecho, ¡quiero regresar! Pero, ¿cómo hacerlo? Muchos obstáculos hay en mi contra, pero todos alrededor del mismo tema central: esta maldita crisis. Sin trabajo, sin futuro, sin esperanzas. Jóvenes, como yo, desorientados, aplastados, hundidos… Resumiendo, perdidos. Quizá algún día, no muy lejano, pueda volver a mi hogar. Pediré a San Fermín fuerzas para luchar, para seguir adelante, para salir del bache. Y quien sabe, el próximo año, quizá, consiga estar con los míos. Se lo agradeceré, el 7 de Julio.

 

Zoe Suárez Merchán

 

 

Una oportunidad única

 

La noche está triste. La luna no luce como siempre. Algo nos sucede a todos. La inquietud y el nerviosismo se han apoderado de nosotros. Mis compañeros siguen expectantes ante lo que va a pasar. Mañana es un gran día para todos. Recorreremos las calles de Pamplona entre los vítores y los gritos de la gente. Pasaremos por la mundialmente conocida calle Estafeta. Aunque nos hayan hablado de ello, aunque hayamos oído comentarios por ahí, nada es igual como vivirlo. Es una oportunidad única e irrepetible para cada uno de nosotros, aunque sabemos que quizá sea nuestro último paseo, nuestra última carrera, nuestro último gran suspiro. Aún así estamos contentos y felices porque seguro que haremos disfrutar a toda la gente, porque les haremos vibrar y entusiasmarse. Es San Fermín, la fiesta de las fiestas, y nosotros somos los protagonistas. ¡Qué orgullo y qué privilegio! Oigo un bramido de cercanía, de apoyo y de respeto. Me hace sentir más tranquilo. Es mi primer encierro, mi bautizo como toro bravo y siento cosquillas en el estómago. Tanta gente nos estará viendo… Seguro que mucha gente estará pendiente de nosotros porque mañana, quizá sin quererlo o quizá queriéndolo, daremos que hablar.

 

IVÁN PARRO FERNÁNDEZ

 

 

El rito

 

Se puso el despertador a las seis de la mañana. No pudo desayunar. Tenía un nudo en el estómago, la garganta seca, los pies fríos, las manos heladas, la carne de gallina. Se santiguó, besó la medalla de San Fermín, se duchó y se vistió: camisa de manga larga blanca, pantalones del mismo color, playeras con tres nudos, la faja y el pañuelico. Compró el periódico y pudo ver los seis toros de la carrera, media docena de bichos negros con mucha leña por delante; estiró y calentó en la calle adoquinada; controló la respiración; miró al cielo; y volvió a besar la figura del santo de su escapulario a la vez que sonaba el primer cohete. Y se hizo el silencio. Con agilidad, abrió el portal del número 38 de la Estafeta. Sus noventa y seis años no le impidieron para ver el encierro que tantas veces corrió desde el balcón del primer piso de la calle de los valientes.

 

Juan Iribas Sánchez de Boado