On fire (encendida)
Me muerdo el labio excitada. No puedo evitar estos gemidos susurrantes. Los roces, las caricias, los achuchones me excitan. Mil posturas, movimientos y retorcimientos, todo me da placer. Este viento irrespirable me ahoga y me salva. Una llama salvaje toma mi pecho, mi cuello, mi cuerpo. ¿Gemidos? Qué va. Ya estoy jadeando. Loca. Húmeda y ardiente tengo la piel. En estos juegos de ropa de sábanas los olores exóticos de la jungla me riegan hasta adentro. Los pezones como astas. Me agarro los muslos. No me puedo creer que sea tan bueno. Gritan encima de mí. Lo siento venir. Esas cosquillas interiores… Se me escapa un gritito. Ya la siento… dentro… ¡Uf! ¡Ufff!… Toda la fiesta de estos próximos días la tengo aquí, la toco, la bebo, la extiendo. Aúllo con todas mis fuerzas: “¡¡Vivaaa!! … ¡Goraaa!!”. Si alguna vez deseaste un orgasmo, es que no conoces el chupinazo. Y las 203 horas de repetir.
Xabier Aristu Aristu
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ENCIERRO EN PRIMERA PERSONA
Empieza el año y ves muy lejos el 7 de julio, 7 peldaños de escalera que se harán eternos, hasta el día que sin darte cuenta, te estás atando el fajín y anudando el pañuelo al cuello, una sensación extraña invade el cuerpo cuando a las 7:20 de la mañana pisas esa misteriosa cuesta de santo domingo. Caras conocidas, desencajadas por lo que estar por llegar, saludos de rigor, palmadas en la espalda, gente que hace un año no ves, pero que saludas como si te fuera la vida en ello, son corredores del encierro de Pamplona, una raza distinta. La cuesta se va despejando, cada uno escoge su tramo, vuelvo a seguir los ritos de todos los años, anudo las playeras en el mismo escalón, beso al santo de la curva de mercaderes y subo por estafeta sin querer hablar. Suena el cohete, no hay marcha atrás, unos corren sin sentido, otros esperan su momento, la carrera cada vez es más fuerte, la expresión de los corredores hace saber que viene toro, no dudas, saltas en medio de la calle, entras, aguantas empujones, otros los das tu para aguantar el sitio, la manada pasa pero el corazón sigue acelerado, ES SAN FERMIN
IVAN DUQUE JIMENEZ
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Estocada corta
Se ha quedado sin suerte el pasmarote. Está de rodillas, mientras el bronco se aleja con el asta ensangrentada.
Karen Zambrano
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Pamplona huele a toros
Cuando oigo hablar de “San Fermín”, a mi memoria llegan imágenes de diversión y alegría. Por mi mente pasan, tal cual una tira de diapositivas, momentos de risas, de abrazos, de largas caminatas y de nuevas amistades. En mi boca se dibuja una sonrisa al recordar cómo canté en el chupinazo y bailé en las calles al son de la mezcla de músicas de cien locales, comí en las aceras y tan a gusto dormí en los parques. Días de contrastes, rodeada de gentes de mil lugares que caminaban hacia todas partes. La bella Pamplona, en “San Fermín” huele a toros, mas dos veces que he estado la semana del 7 de julio, nunca vi toro alguno. Recorrimos sus callejones, hasta giramos por la “Estafeta”, pues nos contaban los entendidos que por allí corría el encierro. Tal vez no era el momento, porque más que correr, la gente paseaba y jugaba a la luz de la luna llena. ¡Por la mañana mozas!, nos gritó algún erudito. Le creímos, así que en algún lugar de Pamplona nos plantamos justo a las ocho en punto, detrás y debajo de piernas y culos. Pero, ¿Por dónde pasaron los toros? Debieron pasar cerca, porque los olimos.
Ana Belen Rodríguez Galiano
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