MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN


TÚ Y YO JUSTO ANTES

 

Tú y yo justo antes Ese año estábamos tan ilusionados con la fiesta que, en vez de meternos en ella, decidimos contemplarla. En lugar de entrar en la ciudad, nos quedábamos cada tarde en una de las colinas de los alrededores y desde allí observábamos todo. Veíamos a la gente en las aceras, los puestos de comida y las bandas de música que recorrían las calles alegremente. Hasta nosotros llegaba el fragor de las voces y la melodía de los instrumentos, el bullicio de tantas personas festejando juntas. Había momentos en que no aguantábamos sentados y teníamos que levantarnos para dominar la emoción. Sentíamos el deseo de mezclarnos con los demás, de beber o bailar con ellos, era un impulso casi irresistible. Y lo mejor era pensar en el día siguiente, saber que volveríamos a encontrarnos los dos allí arriba, en ese sitio que está cerca de las cosas pero donde todavía no ocurren.

 

Ignacio Lloret

 

 

Querer escuchar

 

Camiseta impoluta, pañuelo rojo sobresaliendo del bolsillo del vaquero blanco y mapa en la mano. Un japonés veinteañero con mirada curiosa. Le di un codazo a mi amiga, se lo señalé y hacia él fuimos. Lo agarré del hombro y juntos fuimos a la plaza del Ayuntamiento. Nos hicimos un sitio y esperamos el txupinazo: alegría desbordante. Nuestro nuevo colega saltó como una cabra, nos abrazó, se empapó de cava, hizo posturas grotescas y, finalmente, se puso el pañuelico al cuello, de forma ceremoniosa, casi litúrgica. Pensé que ya era uno de los nuestros. En años sucesivos, coincidimos; no casualmente, sino como integrante de nuestra cuadrilla. Primero conocimos a la novia y, más tarde, a su hijo. Reconozco que lloré en nuestro último encuentro, cuando mi amigo me agradeció su inmersión en la Fiesta. Para él supuso el adalid para vivir más intensamente porque durante esos días sintió, por primera vez, el sonido que emanaba de su interior. Que no tiene nada que ver con oír, sino con desear descubrir y escuchar la emoción que cada uno poseemos. En una servilleta de papel escribió este haiku y me guiñó el ojo: “Todos oyen el jolgorio, el sabio lo escucha feliz.”

 

Nuntxi López Unanua

 

 

7 DE JULIO DE 1961

 

Apoyada en el balaustre del balcón, observo el último encierro del día, mientras tú, allá en tu otra tierra, te despides de la vida. También para ti es el último encierro. Yo apuro un sorbo de vino intentando ahogar tu ausencia y borrar el rastro que tus huellas dejaron en mi piel por San Fermín, pero las lágrimas emborronan la marea blanca y roja que se desborda en la calle y yo no consigo calmar a mi corazón atravesado por el asta de la indiferencia. Has muerto, pero tu muerte no matará la fiesta. Tampoco mi amor, enganche absurdo de amante olvidada que deseaste en Pamplona y que siempre te llamó Ernesto.

 

ISABEL GAMARRA GARCIA