CORRIDA PACTADA
─¡Torero en hombros; toro indultado! ─corría el rumor a la salida de la plaza─.¡Increíble!
Pedro Nel Niño Mogollón
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OTRO PAÑUELO
Pobre de mí, me digo mientras miro mi reloj. Son las doce en punto y me imagino el gentío que habrá en este momento en la Plaza del Ayuntamiento. Este año, desde el chupinazo, he seguido los encierros y las fiestas por televisión, y no es lo mismo. Además, es la primera vez que mi hijo es vapuleado por los kilikis y sólo lo he podido ver en fotos. Mi madre me trajo mi pañuelo rojo, el de San Fermín, a juego con aquel que desde hace unas semanas me cubre la cabeza. Sé que soy joven, y pese a mi enfermedad, fuerte como un toro. Ahora que ha terminado esta semana tan especial para mí y para toda la ciudad, habrá que seguir con la rutina. Supongo que en unos días mi cuerpo volverá también a la normalidad tras este duro tratamiento y volveré a casa. En fin, ya queda menos.
María Gómez Gavira
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La canción del venado, o no.
Disgusto, la quería de corazón y alma. Tenía costumbre de ella, voz, risa, belleza y juventud perfecta, ella era perfecta. No soy guapo, nací en esta tierra hacia el sur pero mi piel negra indica otra cosa, quizá sea eso, quién sabe, dicen que las mujeres son volubles, quién sabe. Destrozado, mi capacidad de amar se ha tornado rabia hacia ellos, mis competidores tan listos, tan informados que enrollan su diario, malditos… Con los iguales he unido mi angustia, estoy entre amigos, hemos vivido lo mismo, o parece. Nuestra rabia y lo otro nos ha crecido, que grandes y pesados. Verano, mala época, florecen amor y angustia, este es el segundo sin ella, la reuniones de amigos se vuelven frecuentes. Nunca recuerdo la importante, nada ni nadie falta, están todos, amigos y ellos. Recurro siempre para no olvidar a una canción, que tarareada, sugiere la fecha en el calendario. Es hoy. Madrugada, duermen, los listos se divierten y anudan pañuelos al cuello. Al despuntar el sol y a la ocho, que se preparen, iré por ellos. No sé sí soy así u otro animal, carezco de espejo pero tengo consciencia de mi cornamenta, cómo pesa, muuuuuuuu. Vaca, te echo de menos. San Fermín, viva.
julio martínez rodríguez
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UN TORO NOBLE
Era un toro astifino, berrendo en negro, cuyo nombre y el de su ganadería, no tuve la curiosidad de indagar. Yo me encontraba con mi cuadrilla, como todos los años, en la calle Estafeta, esperando ese momento mágico y único en que tendría que valerme de mis piernas para sortear el peligro de toros y mozos y demostrarme a mí mismo que todavía conservaba la juventud y el arrojo de sanfermines pasados… En un momento, que pudo resultar trágico, no fui capaz de evitar la pequeña montonera que se formó en mi camino y quedé tumbado panza arriba deslumbrado por el sol mañanero que se ocultó fugazmente cuando una cabeza blanca y negra se interpuso en la trayectoria de sus rayos. Recuerdo su mirada bondadosa y el noble ademán de la testa deslizando su pala izquierda por mi pecho. Después continúo alegre el recorrido, ignorante de la suerte que le esperaba aquella tarde. Roja la camisa por el varetazo, me curaron el rasguño en poco tiempo. Mucho más tardé en recuperarme del susto y de olvidar aquella mirada de astado noble. En la corrida, unas lágrimas nublaron mi vista cuando el morlaco, tras certera estocada, cayó herido de muerte. ¡Cómo hubiera deseado su indulto!
Carlos Malillos Rodríguez
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