Celebración en rojo
Al regresar Remedios pensamos en introducir un día de rojos para San Fermín. Al principio, nos vestimos y pintamos de carmín. Desistimos de tal ridiculez pues la fiesta exige desprenderse de los atavíos. Cuando ella se desviste, veo un líquido escarlata que pasa por sus piernas . Entiendo lo que es, sin embargo, ella me explica tal cual lo hiciese a un niño curioso. Me da de probar y me unta la cara. No importa el olor a muerte, ella vuelve a insistir con esta violencia enrojecida hasta volverlo un ritual. Me acuesta a su lado y sigo paso a paso sus explicaciones, mientras el silencio que le sigue a la celebración es tan escandaloso como el bullicio mismo de la fiesta. La siguiente, y por demás, sangría en todo su cuerpo, hace parte de la consagración a San Fermín.
Jhon Felipe Benavides Narváez
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MIRADA
Cuando Hemingway miró de frente al toro, entre el humor del encierro y el olor de orina del sacrificio, supo entender que no hay libertad en su arte, ni ilusión de liberación. Solamente el reflejo de la víctima en la pupila de lo inhumano.
Silvana de Fátima Santacruz Burbano
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Universo plano
El señor Origami finaliza la sentada nocturna. Luego de verter agua caliente dentro de un tazón con hojitas de té, bate la infusión con una escobilla de mimbre. Antes de beberlo, sostiene el cuenco con las dos manos y lo eleva sobre su cabeza en ofrenda al Buda cósmico. El señor Origami saborea té como sí fuera la primera vez. Deja el cuenco junto a él y saluda en gassho. De entre los pliegues de sus kimono saca una maqueta del universo con la forma de embudo helicoidal. La despliega hasta su esencia: una hoja de papel de arroz marcada por líneas que se entrecruzan hasta el infinito. Desliza el dedo por una de las diagonales El señor Origami desaparece.
ramon mayo
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UN NUEVO SAN FERMIN
La cuadrilla acabó reventada. Se acababan de terminar las fiestas, una semana de fiesta sin parar, andando un día tras otro día, con la alegría como bandera. Joseba, con el carácter animoso que siempre le conducía puso las pilas a sus compañeros: «Andando que ya ha comenzado el San Fermín del 2.013, pandilla de matados», dijo. Y se echó a reír con su habitual risa llena de ironía, pues él también estaba rendido después de tanto cantar, bailar, comer y beber. Sus compañeros lo miraron y tras un leve silencio estallaron en una carcajada general que concluyó en comenzar a cantar de nuevo, mientras el vino de la bota corría de boca en boca: «Desde Santurce a Bilbao…» rezaba la canción y el coro de voces la seguía con la devoción de quien se gusta en lo que hace y siente, de quien está viviendo el disfrute del tiempo y los días, el arrebato de poder correr delante de toros imponentes y luego dar un trago de vino para celebrar el éxito de no verse cogido. Si, San Fermín del 2.013 acababa de comenzar en el mismo momento que se había clausurado el del 2.012 y ellos ya lo vivían.
Luis de Diego Aguila
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