MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN


REFLEXIONES

 

Un día más amanezco con las dianas.. ¡necesito un descaso! Me estoy deshilachando!!!! Llevo dias sin dormir, sin parar, amarrado a mi particular casa blanca, a esta alpargata juguetona que desde que amanece hasta la siguiente madrugada no para de danzar por unas calles abarrotadas de gentes multirraciales infatigables, inmunes a todo tipo de cansancio. No es que me sienta sólo, al ritmo de gaitas son muchos los compañeros que, tan rojos y cansados como yo se ponen en pie y se preparan para los embates propios de la fiesta. Mi vida es corta, apenas una semana, muy posiblemente al año que viene me sustituirán por otro que no haya perdido color después de tanto lavado… pero no voy a negar que lo compensa la gran intensidad con la que vivo estos dias! No lo cambio por nada, la alegría se vuelve contagiosa, la gente olvida temporalmente sus problemas, su estrés…la calle es bullicio y jarana, FIESTA, y yo, modestamente, aunque agotado me siento satisfecho de haber tenido una pequeña utilidad, y es que en estas fiestas TODO, por pequeño que sea, tiene su historia!

 

Charo  Aisa Hernanz

 

 

EL DOLOR DEL OLVIDO

 

Ataviada con su pañuelo rojo al cuello, María terminaba de arreglarse frente al espejo, tratando de que su mano temblorosa no estropeara el rímel de sus ojos. A sus setenta y cinco años, hacía más de cincuenta que no se perdía ni un encierro. Hacía años que no los corría, la maldita artrosis no le permitía grandes excesos, pero se acomodaba en la calle Estafeta y, desde allí, veía cómo los jóvenes azuzaban a los toros, corrían, caían, se levantaban… Al salir al salón, sus hijos la miraban con cariño, pero también con cierto dolor. – ¿Qué hacéis ahí parados, todavía sin arreglar? Parecéis bobos, os van a quitar el sitio… Y tú, Jaime, ¿no ibas a correr el encierro? – Mamá… Hoy no hay encierro… – ¡Cómo que no! Anda, no digas tonterías… – Mamá…, hoy es 5 de noviembre… El alzheimer seguía avanzando, seguía borrando poco a poco sus recuerdos, convirtiendo su vida en un eterno olvido. Llegaría un momento en el que olvidaría el nombre de sus hijos, el suyo propio, olvidaría las ganas de vivir… Lentamente, una lágrima corrió el rímel de sus ojos.

 

Antonio Mas Torres

 

 

Noches y amaneceres

 

Y soñé que volvía. Repasé una y otra vez mi último año, mi último mes, mi último día en aquella tierra. Saqué del viejo cajón aquel pañuelo rojo, arrugado y suave. Deslicé mis dedos entre sus costuras, lo acerqué a mis ojos y lloré. Olía a ella. Olía a vino, a sangría, a gaitas y tamboriles, a toros, a silencios y pólvora. A kilikis y gigantes, a churros mañaneros y bailes de alpargata. Olía a norias gigantes y trenes que se perdían, a hierba fresca y amaneceres. Olía al Santo cuando pasea y al canto alegre que le saluda. Olía a risas y a carcajadas, a noches largas y a madrugadas. A saludos y despedidas. A abrazos de bienvenida. Olía a ella, mi fiesta. Entonces, cuando soñé que volvía, lloré.

 

Maialen García Artieda