MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN


 

El recuerdo de las fiestas

 

He dejado el plato encima de la mesa, mi mente cavilaba como un gran carrusel,mis manos hace años que empezaron a temblar, y en mi cara se notaban los grandes surcos que dejan los años vividos, el sol penetraba tímidamente por la ventana, como queriendo alegrar el día,fuera se empieza a oír el bullicio ,esta la casa tan fría y triste sin el.el año pasado nos asomamos al balcón a este balcón que da a la calle mercaderes, este balcón que ha visto pasar a tanta y tanta gente, Le vi cantar el pobre de mi, le vi resbalar las lágrimas por su cara, ya estaba débil y el lo sabía,me miro con esos ojos profundos,que escuadrilñan más allá del alma.que dicen mucho y todo.me sonrió, y acariciando mi cara me dijo; al año que viene san Fermín, tu y yo,los nietos los hijos,habré el balcón prepara comida que entré el bullicio y la algarabía y por nueve días ,mi pequeña,olvida el dolor. No tengo fuerzas, ni siquiera para elevar la mirada y darme de bruces con la soledad. Me levanto lentamente, y abro el balcón , sonrió,si ,tu y yo amor ,tu fiesta, tu color.

 

María Belén García Díaz

 

 

4 VOCES

 

La noche recoge su manta nocturna para dar paso a las primeras luces del alba del 7 de julio. Patxi, procurando no hacer ruido, se dirige al salón para coger la ropa; pantalón y camisa como la cal, así dice la canción y manda la tradición. Regresa a su habitación y comienza el ritual. Entre el silencio de las paredes pueden escucharse los latidos de su corazón mientras se viste lentamente, como los toreros. Está nervioso; las piernas le tiemblan y las manos le sudan. No es para menos, pues correr en el encierro es una emoción única e inefable. Se mira en el espejo y éste le devuelve la imagen de una cara adormilada y una ropa amplia. ¿Me faltan kilos o me sobran tallas?-se dice a sí mismo. Patxi sonríe ¡el espejo no sabe de ilusiones! Enrolla un periódico y lo toma con la mano derecha, con la otra se apoya en la pared y comienza a calentar los músculos. Como sueños que se esfuman al despertar su concentración es interrumpida y, con el dolor del abrazo de una despedida, escucha las voces de su madre: — ¡Niño, vete a la cama y quítate la ropa de tu padre!

 

Sagrario Loinaz Huarte

 

 

Os las enseño

 

Trece minutos para el chupinazo. Estampan mi cara contra el escaparate de “Gutiérrez”. Me arrastra la masa. No alcanzo el suelo, piso pies. ¡Un rubio en sandalias! ¡Chorreando sangre! Han regado mi melena con espumoso barato y me la aplasta una pelota gigante de Chorizos Pamplonica. Restriego la mano por la cabeza y sacudo las gotas con ahínco, inútil. La peña suda la camiseta: vino, champán, tinte violeta. ¡Puaj! Me empuja uno: me ha hecho tocarle el pecho. Tengo la piel rugosa. ¡Cuánta humedad! Unos australianos han subido a una tipa a hombros, y le suplican que se suba el top. Babosos. Sacan el Iphone para grabar. ¡Ue, ue, ue!, y se lo sube. ¡Qué guarra! Las tetas al sol, jolgorio. Basta de sufrir, me sumo a la fiesta, también quiero enseñar las mías: que me babeen. Le digo a uno que me suba a hombros. No va a poder: peso más. Me alzan dos, pero les tiemblan las piernas. Normal, con estas chichas. Mi barriga oculta la luz, pero nadie se ensombrece. Busco atención. Me rasgo la camiseta y las mías son más grandes: botan y su vello rizado gotea. A ver si pensaban que por ser macho no las iba a enseñar.

 

Ion Pagoaga Ibiricu

 

 

Be(r)sos de tinta roja

 

«Acotamos el silencio con nuestras voces. Verbiendo como cosacos-poetas, en plena noche de San Fermín. Me miró, como sólo sabe (y puede) hacerlo el AMOR. Con ojos de luna llena. Con la tibieza de un abrazo que te envuelve el alma. Con el calor de un corazón a flor de piel. Desarmándome a bocajarro, la vida. Esa fue la primera y la última vez que unos ojos amordazaron mis labios. Un instante en el que fui capaz de saborear la pasión, en su momento más álgido. Cuando nada es, pero podría. Cuando la imaginación suplanta a la realidad y la magnifica. Cuando el corazón no tiene miedo a nada porque nunca ocurrirá. Pamplona ya no es la misma. Tampoco la POESÍA, ni el AMOR. Las palabras se han vuelto estorninos en cielo de nadie. Un tatuaje esquelético y transparente, incrustado en su anatomía de ciudad -literalmente- fértil, ahora que nuestros be(r)sos de tinta roja indeleble, precintan desde anoche su atmósfera. Iruñea ya no es la misma, ni lo será. Tampoco La Estafeta. Ni la Navarrería. Nosotros. Tampoco. Me miró. Nos enamoramos. Y sin llegar siquiera a rozarnos, nos dijimos, sin palabras, ADIÓS»

 

Leire Olkotz Vicente