Cuando marchabas
Hace ya 12 años que no estás con nosotros, pero no hay un solo día que no te recuerde, que vengas a mi mente con esa sonrisa a medias, esos ojos verdes y ese pelo tocado de mechones rubios. También recuerdo que cuando era pequeña, el día de San Fermín era especial para ti, no solo por tu segundo nombre y por ser el día de tu cumpleaños, sino porque eras fiel a la fiesta en Pamplona, te gustaba correr delante de los toros y disfrutar de esos días en compañía de Ignacio, gran amigo tuyo desde la infancia, de Alfredo, vecino y también compañero y de tantos otros. Recuerdo, como no, tu partida y la eternidad que suponían esos días en mi vida cotidiana hasta que regresabas, lógico para una pequeña de siete añitos. Aún guardo tu fajín, ese que rodeaba tu cintura cada siete de julio, cada semana de fiesta, cuando vestías de blanco. También tengo tu pañuelo, andan ya desgastados por el tiempo, pero los guardo como oro en paño. Lo que daría en este momento por recuperar mi infancia, tu juventud y nuestra vida en esos años de inocencia, por recuperarte, hermano. Te echo de menos.
Mercedes Cecilia Ferron
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Cuando puedes elegir
– Si. Al Hemingway también se lo hicieron. – Responde Paco con el palillo entre los dientes. – ¿Qué eligió? – Pregunta Alfredo. –La primera vez se quedó en su balcón, luego se fue para abajo. ¿Tú dónde quieres? –Yo entre los mozos no me veo. A lo mejor con los kilikis… – Responde entusiasmado mirando a la gente que va con el pañuelico rojo todavía atado a la muñeca. –A mí también me invitaron formalmente, pero andaba por ahí distraído, ya me conoces… Me perdí el Txupinazo, pero me estrené delante de los Jandilla. –Señala, gorra en mano, el vallado de la curva de la Estafeta. – El mejor sitio es ese. Ahí estamos la mayoría, ya te los irás encontrando.Además, contigo harán algo especial, porque aquí se te quiere, ya lo sabes y eres de la tierra. ¡Nunca mejor dicho! – Dice carcajeándose de su propio chiste. – Mira, ya viene la comparsa. Primero nos pondremos donde las Jotas y mañana ¡a correr! – El amigo se resiste y el Rabal le increpa – ¡Vamos!, no me jodas Landa, con todo lo que llevas… ¿vas a tenerle miedo a un morlaco? –A los toros no Paco… a los pastores. A los pastores…
Marta Sanmamed Peinado
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El chico del autobús
Una de las ruedas traseras del autobús parecía chirriar cada cinco minutos, por lo que en seguida hicimos la primera parada del viaje Pamplona-Madrid. Un chico con barba de tres días y el pelo largo, a punto de parecerse a un mendigo, subió al autobús y vino a sentarse justo a mi lado. Llevaba una mochila pequeña, y observé como la abría y sacaba una botella de agua llena de lo que parecía ser vino. -¿Quieres?- me ofreció sonriendo. – Eh, no, gracias- respondí perplejo. Y en seguida volvió a hablarme, y a contarme los días que había pasado en los San Fermines; y no sé si era su cara, sus gestos o un aura que invitaba a hablar con él y lo convertía en una delicia de narrador, pero fue como si mi casual compañero de autobús hubiese sido uno de los mismísimos protagonistas de Fiesta de Hemingway, entre sus carreras de infarto delante de los toros,sus risas, su vino que parecía mejor del que yo había bebido, y una trepidante historia sobre como había acabado con una chica en ese pueblo perdido. Y entonces me juré que volvería con él al año siguiente, a descubrir esas fiestas de San Fermín de nuevo.
Manuel Mérida Ordás
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Mi ángel de ojos azules
Era San Fermín. Todo era jolgorio y alegría. De repente, en medio de la muchedumbre, vi su mirada clavada en la mía. Era como un ángel caído del cielo, de ojos azules y pelo dorado. Se aproximaba poco a poco hacía a mí. Ya a mi lado, me miro y me dedico unas preciosas palabras. -Tu ser muy bonita, como diosa caída de cielo. –dijo ese bello ser. Por su acento era sueco y no dominaba muy bien el español. -Oh gracias. –dije yo un tanto avergonzada. -Yo querer conocerte. –añadió el. Pero de repente la gente corría hacia nosotros, le empujaron hacia un lado y a mí hacia otro…los toros venían, yo estaba aterrada. Estaba sola, pero para mi sorpresa alguien me cogió del brazo, debido a la muchedumbre no pude ver su cara; me guió hacia una de las vallas. Era el. Era ese ángel, ese chico tan maravilloso que aún no conocía pero ya sabía que iba a comenzar una bonita historia entre nosotros. -¿Tu pensar que iba dejar sola a mi diosa? Ahora que yo verte a ti, no te voy a dejar nunca.-dijo mi ángel. Aquí comenzó nuestra preciosa historia. Una historia entre un ángel y una diosa.
Sandra Molero García
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