Microrrelatos Primer Certamen internacional de San Fermín (XXXII)


– El insecto palo en San Fermin – , Enrique Cobos

Una cuestión de fauna urbana.

En las fiestas del pañuelo, la faja y el toro, hay muchos protagonistas trampa. ¿Qué me dices de ese bicho con más brazos que un pulpo y que logra pasar desapercibido en el entorno?

El insecto palo (Clonopsis gallica) es macho, soltero, pasada la treintena, proviene de algún punto de España, y ha venido solo a San Fermín, ataviado con las galas típicas, y consciente de que en Pamplona hasta el 14 de julio: vale todo. Es un depredador nocturno, se alimenta de endrinas y suele echarle muchos huevos (100 por puesta), sobre todo cuando tiene que proteger a las ninfas o recorrer Santo Domingo-Estafeta. Por el día su camuflaje le permite pasar desapercibido en la vegetación, si bien acompañado en La Ciudadela, si bien solo en algún cajero de la CAN. 
Un gladiador. Un latinlover. Un aventurero. Un héroe, aunque un poco villano. Nada que ver con el geco, el murciélago, la lagartija, la paloma o la iguana. Sin duda, el más duro rival del insecto foral: el “patudo pamplonés”.
Así es el insecto palo en San Fermín. La lía parda, pero con sigilo. Veni, vidi y vici

– Ven y sueña despierto – , Carlos Villanueva

Amanece el 6 de Julio de un año cualquiera. La gente espera ansiosa que llegue la hora. La ciudad engalanada, asiste serena al momento en que el estallido, dé comienzo a ese tsunami multicolor que inundará las calles. Calles que se convierten en una Babel en la que las mil lenguas habladas se funden en una sola, roja y blanca. Durante siete días , en el paroxismo de esa locura colectiva convertida en fiesta, la música, el color y la risa llenan todos los rincones, nadie escapa a su hechizo, a esa mezcla de alegría, pasión y desenfreno que estremece el alma. Y cuando al fïn despertemos de ese sueño y volvamos a la realidad no lloraremos porque nuestro corazón sabe que volveremos a soñar, que llegará otra vez ese día en que amanecerá el 6 de Julio de un año cualquiera………

– El corredor – , Amparo Chiachío

La mañana olía a transparente, ese aroma que cae desde las hojas al suelo mientras el sol comienza a brillar. Era la primera vez que estaba allí y, si tenía que ser sincero, una no sabía cómo reaccionaría. Tenía muy claro que correría, de la misma forma que lo había hecho su padre; sabía que ese recorrido, el único en su vida, lo llevaría a recordar cada una de las sensaciones que su padre le había descrito: el murmullo, que al principio es calmo; la tensión, mezcla de impaciencia, comezón y ansiedad; el aroma, una de las emociones más increíbles que se podían percibir; cada uno emanaba una esencia, un efluvio propio en el que se destilaban percepciones que iban desde el atrevimiento, el miedo o la decisión más inquebrantable de correr y hacerlo como jamás se hubiera visto.
La luz brilló aún más alta y todo lo que le rodeaba se intensificó. Sonó la señal de la que su padre le había hablado, también distinguió el olor agrio asociado al ruido y, entre gritos, el portón se abrió. Miró al frente, alzó la testuz y emprendió el camino. Un bello animal recorriendo las calles de una ciudad orgullosa.