Uno de los bares que más frecuento en mi calle, no solo en San Fermín sino también durante la travesía del desierto, es el Hilarión, epicentro de ese decámetro hostelero donde también brillan el Sarría, el Estafeta, el Evaristo, La Granja o el Fitero.
El Hilarión es un sitio que llevo pisando más de veinte años, he conocido al menos dos reformas y siempre estoy a gusto, ya sea una tarde de domingo lluvioso, echando un pote antes de la cena de Nochebuena, disfrazado en Nochevieja o con el pañuelo recién anudado en el mediodía del 6 de julio.
Me gustan sus pintxos, su tortilla de patatas con ali oli, sus cañas, sus menús del día y sus cubatas, me gusta quedar ahí con mis amigos, ya sean diarios, semestrales o anuales y me gusta ver el telediario de las 3 con Juan, aunque Rajoy anuncie que me va a bajar el sueldo.
Curiosamente, hoy, tercer peldaño de la escalera de 2014, no entraré.
Los lunes cierra.
Amén!
Eso, eso, hay que dejar claro que está abierto todo el año, no solo en SF…
Ese decámetro hostelero conocido por algunos como Tierra Santa.