Nadie como los muertos saben del olvido de las flores marchitas que van consumiendo su efímera juventud sobre unas lápidas desnudas a la inmadura intemperie los nombres rezuman moho incrustado en el granito insensible a los tiernos amaneceres y a las alboradas sublimes cuando los visitantes detienen su curiosidad ante letras que nada les dicen ningún recuerdo anida en la memoria selectiva de quienes alguna vez sienten el halito invertebrado de la nada fechas que van sumando estaciones hasta alcanzar la culminación de un deseo que nunca permanece más allá de su propia consumación