Me ocurrió hace un par de años.
Una tarde quise aislarme de toros y bullicios y me acerqué a la Plaza de la Cruz, a la verbena de los abueletes.
Pasodobles, Mocedades, música latinoamericana de los años 50 y algo de Bisbal. Trenecitos, risas, maridos sentados en los bancos mientras sus esposas bailaban por parejas.
Y entonces les vi. Ella, arrobada, miraba con cariño y al mismo tiempo con deseo a su compañero, que la hacía girar una y otra vez, como una peonza.
Sofocada, se sentó a mi lado y, como disculpándose, confesó:
—Él nunca me sacaba a bailar.
Una especie de fabula muy correcta.A la vejez…bailables