OBRAS DEL II CERTAMEN MICRORRELATOS SAN FERMIN


Siete de Julio – María José Leblic Ruiz de Alarcón (Huelva, Andalucía)

Me vestí como todos los días, con aquella especie de túnica. Y salí cómo todos los días a pasear por aquellos descampados yermos. Aún era una adolescente sin saber y conocer lo que era una flor.

Me contaron que hubo un mundo, donde los hombre tenían jardines que regaban y cuidaban… En mi paseo descubrí unas piedras en la lejanía, piedras de todos los colores. Me acerqué y eran hermosísimas: Naranjas, del color del atardecer, azules y grises, como el cielo; verdes, como mis ojos…y una roja transparente con unas iniciales: una P y una SF juntas…me atreví a cogerla y se partió en dos. Y de pronto me encontré en una ciudad roja y blanca, gente gritando y corriendo al paso de unos animales grandes negros con cuernos, todo bajo la mirada serena de una imagen, que me emocionó.

Me dirigí a mi casa absorta, sorprendida y alucinada. No me atreví a decirle nada a mis padres y fui corriendo a la pared de mi habitáculo a poner la fecha de ese día para que no se me olvidara : siete de julio de 9.242

¡Soy un toro! – Santiago Navascués Ladrón (Alfaro, La Rioja)

Una explosión rasga el cielo. Se abren las puertas. Me adelanto a mis hermanos. Cientos de cuerpos ascienden calle arriba, buscándome con la mirada. Les doy alcance. No tienen nada que hacer frente a mí. Nosotros somos fuertes, poderosos, veloces, bravos, valientes… ¡Somos toros!
Algunos se interponen en mi recorrido. Aprieto los riñones, prenso mis dientes, penden de mi boca espumarajos albos. Sienten mis pitones en sus espaldas, siento su miedo empapado en sudor. Se apartan. Tropiezan. Caen al suelo. Alguien osa tocar mi cuello. Derroto a mi izquierda. Rápido, seco, certero. Atravieso un muslo. Entintado mi pitón grana. ¡Soy un toro!
Desciendo hacia un callejón angosto. Un inmenso ruedo nos recibe. Cientos de humanos me rodean. Me revuelvo. Amenazo con atravesarlos. Puedo con todos. Uno de ellos me cita con un trapo. Pisa mi terreno. Le consiento todo salvo eso. Arremeto furioso contra él. Se interna en un callejón oscuro. Desaparece. Ansío destrozarlo. ¡Soy un toro!
Llego a un corral espacioso, algún árbol en su interior. Pronto aparecen mis hermanos, sudorosos. Estamos solos, nadie molesta. Éste será nuestro lugar de descanso. Pobre de aquel que se atreva a encararme nuevamente. Será su vida o la mía. ¡Soy un toro!

VAMPIROS – Josu Flamarique Lizarbe (Pamplona, Navarra)

Otra vez puntual.
Sin terminar de conciliar el sueño, con los ojos acartonados, pudo ver un rítmico crujir de las paredes. Ni los tapones de gomaespuma lograban parar ese infierno en su cabeza. Tras adivinar con sus oídos “la cucaracha” y una versión acelerada de la “intro” de los Blues Brothers, de un salto, escapó de su mortaja. Temeroso del sol, bajó la persiana, no sin antes mirar con odio, el jolgorio teñido de blusones, pancartas ondeantes de caracteres inteligibles y charangas al uso.
Se tumbó de nuevo en su ataúd con olor a noches pasadas, y mirando la hora digital de su radio-despertador, susurró un lúgubre “mañana…”.
Pasaron varias noches, en las que saciaba su sed entre licántropos, zombis, y demás criaturas venidas de todos los confines del mundo.
Por el día guardaba sus colmillos, y buscaba su descanso en medio de esos ritmos rutinarios. Otro emplazamiento a ese “mañana” que nunca llegaba.
Dicen que un día, los vampiros se retiran de la luz de la luna, y llegan a su “mañana”. Rodeados de sus crías, miran directamente al sol y descubren nuevos placeres, e incluso himnos antes odiados, suenan en sus cabezas deliciosos y emocionantes.