Título Quizá el último Autor soto lema, beatriz
Este año no pienso esperar al Chupinazo para sentirme invadida por la ilusión de las fiestas. Este año no. Voy a vivir cada momento como si fuera el último ¡y quizá lo sea! El año pasado disfruté del Pobre de Mí desde la radio, a pocos kilómetros del barullo de la gente, como si me encontrara en medio de ellos, tan cerca pero tan lejos. Nos juntamos un pequeño grupo a cantar, rodeando aquella pequeña radio a pilas, como si la fiesta se hallara en la sala de estar. Estas fiestas pensamos ser los mismos, o quizá alguno más. Pero no adelantemos acontecimientos, todavía quedan unas horas.
Título LA EMBESTIDA Autor ZULAICA GARAMONTE, TERESA MIREYA
Nos pilló por sorpresa el rápido recorte que hicieron por la curva de Estafeta. Venían frescos todavía y sus gestos no presagiaban un encuentro amigable, así que zumbamos quemando suelas rumbo a Telefónica. Los teníamos cerca. Nadie miraba atrás. Sorteábamos entre empujones al gentío congregado, que parecía no percatarse del peligro que nos azuzaba. En éstas andábamos cuando me pareció oír a Íker rezando al Patrón por lo bajini. Iba desencajado, como quien va a palmar. A mí, por si aún era poco lo que llevaba encima, me invadieron de repente unas ganas locas de soltar esfínteres… Pero estaba el percal como para pedir permiso. Iontxu, que no solía mover más músculos que los de la mandíbula, empezó a perder fuelle y pude escudriñar por el rabillo del ojo cómo era zarandeado por uno de los empecinados perseguidores. ¡Sálvese quien pueda! gritábamos para nuestros adentros. Javier se escoró hacia un pequeño portal en el vano intento de pasar desapercibido, pero un ejemplar rezagado se cebó con sus carnes. Me flojeaban las piernas. Tras mi cogote podía ya sentir el resoplar de la bestia. Al momento, mis nalgas percibieron el contacto. Me había embestido con su maldito látigo el peor kiliki de todo Pamplona: “Caravinagre”.
Título La sonrisa de San Fermin. Autor Arlaban Mateos, Maria
Liu Wang quedó destrozada al escuchar al pediatra de su hijito Wei: – Es leucemia. Lo siento. Pero un trasplante medular podría curarle. Dios mío, pensó:¿Cómo voy a costear su operación?. Decidió llamar a sus amigos de Iruña. Durante unos Sanfermines había cristalizado entre ellos una profunda amistad. Su pequeño, Eneko y Wei se habían hecho amigos del alma. Cuando aquel lo supo, exclamó: – !Mamá!. ¿Y si hiciéramos muchas cometas y las vendiéramos para conseguir dinero para Wei?. Sus padres, venciendo su escepticismo inicial, se contagiaron de su entusiasmo. LLegaban los Sanfermines: fiestas llenas de música, alegría, corridas, encierros, gigantes, conciertos, cohetes, bailes. Por unos días, Iruña se convierte en la capital del mundo. Eneko se encargó de dibujar las cometas y su idea triunfó. El chupinazo fué como un tsunami de rojas y blancas cometas que coloreaban los cielos. En la procesión, el Santo sonreía contemplando tal marea solidaria: las calles estaban inundadas de padres comprando cometas a sus hijos. Las Peñas iban con ellas a la Plaza. Gigantes, txistularis, toda la ciudad se volcó. Dada la universalidad de estas fiestas, las cometas llegaron a muchos países. Y Wei se salvó gracias, sobre todo, a la solidaridad de esta maravillosa ciudad.