Obras III Certamen Microrrelatos San Fermín 1


Título   Diossss                        Autor  García López,             Enrique

Ya se ha escuchado el cohete de salida del encierro. Menos mal que ya he estirado un poco. A ver mis dos puntos de fuga por si acaso, vale, hay que estar atento por si algo se tuerce. Parece que ya se mueve la gente. ¡Eso venga, un poco de acción! Buf, qué nervios. Saltitos para ver mejor por encima de la gente… a ver lo despejado que lo tengo por delante para correr; nada, a tope. Se llena esto de incompetentes joder. Qué criba iba a hacer yo, madre mía. No puede ser, pero bueno, céntrate. Venga que se mueve la gente. A ver mi chica en el balcón… no me ve, no me ve, vamos mira hacia aquí, vamos, ahí, ahora mira, un saludito, eeey…..Diossss.

 

Título   Adiós               Autor  Carmona Ruiz,            Fernando

Prometo volver, os digo, prometo volver. La plaza está quejosa, marea de pañuelos rojos y velas en ristre, gotas de cera que queman adoquines. Rojo ondulante en las manos de todos vosotros, ojos cansados y tristes en la madrugada de lamentos. Vuestras caras parecen pálidas sobre el sucio y vidrioso suelo, supurante de orín y alcohol, donde antes el gentío reía y dormía. Las calles del casco viejo, antes desbordantes, ahora, qué silenciosas, qué extrañas, qué diferentes. Miro alrededor y mis recuerdos se pierden en nueve días de bendito frenesí: chupinazo, encierros, carcajadas de niños y mayores. La música ha desaparecido, se fueron peñas y charangas, tampoco se oyen voces de tantos países. Y de repente, todo se torna caduco. Prometo volver, pobre de mí, prometo volver. Pero ahora sólo veo pañuelos rojos en vuestras manos que se pierden olvidados entre un cabizbajo tumulto blanco. Hasta dentro de un año: prometo volver.       

Título   Siete de enero              Autor  Alonso Peña, José       Ramón

Volví el siete de enero. Catorce años y medio. No pensaba que hubiera pasado tanto tiempo. Callejeé sin destino hasta que mis pies me llevaron a donde no debería haber ido. La puerta del callejón, cerrada, parecía esperarme. Aquel recorrido que yo hacía por las mañanas, a la carrera, entre el tropel, lo destejía con ella a la inversa, cada noche, los dos solos. Sentía que rebobinábamos para que otro día pudiera amanecer. Quedábamos en esa misma puerta donde ahora la soñaba. Allí yo me perdía en sus ojos. Nos cogíamos de la mano y corríamos, riendo a carcajadas, por Telefónica hasta Estafeta. A la mitad de la calle, ya nos faltaba el aliento, como la mañana que supe que la muerte lleva dos guadañas. Girábamos a Mercaderes, abrazados, mi corazón desbocaba, por la carrera o por ella, qué más da. Cruzábamos la plaza del ayuntamiento, hasta llegar a la hornacina. Allí nos besábamos. A veces creo que corría por la mañana por ganarme ese beso de la noche. La nostalgia me caía como gotas por la espalda. Miraba, ansiando, esperando que apareciera, se lo llegué a pedir al Santo. Y de repente, vi una sombra que se acercaba.


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