XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

QUE SIGA LA FIESTA

Sandra Iraizoz Cia

Son las tres de la mañana. Náuseas, vómitos, agitación… otra noche que no duermo. Así es imposible. Mi cabeza no para. Enciendo la televisión a ver si me entra el sueño.
Son las siete. Suena el despertador y me levanto. Caliento la leche. No tengo ganas de tomarla. No tengo hambre. Estos días sé que he adelgazado mucho pero es que no tengo hambre, la noche de ayer fue larga, igual que las de estos días pasados.
La música de la calle es más sonora que el pitido del microondas y estoy tan absorta que no sé cuándo ha dejado de calentar. Miro a ver si está la leche caliente. ¡Qué asco, un pelo en el vaso! Definitivamente, ya no tengo ganas de desayunar.
Suenan sirenas y el grito de la gente en la calle se hace más fuerte. Tocan el timbre. Ya están aquí. Puntuales y yo, como todos estos días, sin maquillar, nunca me da tiempo. A estas alturas ya da igual. Salgo de casa.
Media hora más tarde, al coger el ascensor, miro la pantalla: primera planta. Se abre la puerta, me reciben sonrientes y con el pañuelo de San Fermín.
– Hola, María, ¿preparada para otra sesión de radioterapia? 

BAILE, SUDOR Y ASTAS.

Sandra Baz Medina Baz Medina

El baile comenzaba con aquella melodía enraizada. El corazón latiendo se adelantaba. Algo indescriptible recorría mi espalda. El nerviosismo se contagiaba y todos los participantes se miraban con esa incertidumbre del que espera a una amada. Las puertas se abrieron y el encuentro se acercaba. Primero el ritmo la mantenía alejada, después, sin darme cuenta, la sentía en mi espalda. Hubo un momento del baile en el que pude acariciarla pero, en ese mismo instante, de pareja se cambiaba. Como al que separan de su amada, algo deshizo el hechizo y el baile para mí se acababa. Traicionera asta, que no había bailado conmigo, me atravesaba. El ensimismamiento primero me llevaba a la nada. Tendido en el suelo por el tropiezo de un baile en el que se fue mi enamorada, sentí el olor y el calor de la sangre que derramaba. Aquella asta primera me había regalado lo que yo más deseaba mientras otra, sin miramiento, me desgarraba. El fin del baile llegaba y yo había perdido a mi enamorada que me había brindado su baile, el que yo más deseaba.  

SAN FERMÍN

Santa Gimeno Mata

SAN FERMÍN
Siete de julio…. terminaba de cantar mirándole a la cara. En ese instante una ligera sonrisa iluminaba su rostro; apretaba los puños, alzaba sus brazos y con toda la potencia de voz con la que era capaz entonaba: ¡San Fermín!
Como cada sábado me acercaba a la residencia a verlo, llevando conmigo esas fotos tan manoseadas que veíamos una y otra vez. Yo de pequeño junto él en la plaza de toros, esperando ver entrar el tumulto de corredores y astados. Ya más mozo de nuevo junto a él en Estafeta, listos para correr el encierro. Mi hijo con ese abuelo que le hizo sentir la magia de esta fiesta en la plaza del ayuntamiento, pañuelo en alto a la espera del chupinazo.
Desde que el alzhéimer le hizo olvidar hasta quien era yo, este ritual lo vivíamos cada semana, porque sólo viendo esas fotos, la vida volvía a los ojos de mi padre. Ya sin recuerdos, ya sin voz, excepto para decir con toda la fuerza de su voz, las únicas dos palabras que nada ni nadie pudo robarle a su memoria.
 

GAITAS

Santi Lorente Bona

Las primeras lágrimas, recorrieron mi mejilla, nada más oír el estruendo del cohete que daba inicio, a las mejores fiestas del mundo. Me tape los ojos con mis manos y estuve quieto, inmóvil, sintiendo la alegría, los saltos y botes, de todos los que me rodeaban. Solo faltaba esperar unos minutos. El bullicio, y las idas y venidas, de quienes nos arremolinábamos, entorno a la puerta principal del ayuntamiento, eran incesantes. Abrí los dedos de mi mano derecha, y con la pupila todavía húmeda, pude ver el despliegue de seguridad. Al instante, los txistus silban y la Biribilketa de Gainza suena desde el zaguán. No puedo más, me vuelvo a tapar los ojos. Aguanto, respiro, tomo aire y de nuevo la emoción me inunda, tal cual Jagoba en la Cartuja. Ya están fuera. Manos levantadas. El rum rum recorre toda la Plaza Consistorial y rompen a sonar. Ya no lloro. Es el diluvio universal y al mismo tiempo, un sonrisa placentera y hermosa, que me lleva al éxtasis. Las gaitas suenan. Que chispa llevas. La vida tiene otro color. El momento de los momenticos está sucediendo. Ahora que venga lo que tenga que venir, a esperar de nuevo un año.

 

LA CARRERA ESPECIAL

Santiago Mate

Llegué a Pamplona el cinco de julio a pasar los San Fermínes , viajaba solo desde Andalucía; el hotel de tres estrellas se veía curioso, además no estaría todos los días, el día diez volvería a mi patria. El primer día de encierros con toros de Jandilla, me dijeron que pesaban los seiscientos kilos. La verdad que minutos antes sentí bastante miedo, calentando piernas y brazos; luego tiraron el cohete y salieron los astados , yo estaba en la calle de telefónica y cuando miré atrás vi una multitud encima de mí, así que me puse yo a correr a gran velocidad; hasta que tenía los toros encima mío.Así que me heche a un lado y con un brazo al toro y mi cuerpo corriendo un buen trecho. Al final dejé a los astados a una orilla y después cuando acabó el encierro, saqué las entradas para las corridas de los días que iba a estar allí. Luego a la tarde sería a las seis el festival taurino , en el encierro hubo un corneado por asta de toro un hombre inglés y varias contusiones de mozos. El resto de los días hice lo mismo. Lo mejor el primer día, la carrera especial. 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

PLANTAR UN ÁRBOL…

Sagrario Loinaz Huarte

Cuentan que hace tiempo, en el año 2008, durante una cena, 5 amigos hablaban de como disfrutar Los Sanfermines todo el año. Ahí se gestó la idea de crear un blog para hablar todos los días de Los Sanfermines durante 5 minutos.
Fueron más allá e idearon el Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín.
Hoy, 15 años después, el blog y el Certamen de Microrrelatos siguen vigentes.
No cabe duda, Los Sanfermines son algo más que unas fiestas. Es una quedada
mundial, un lugar de encuentro dónde no hay color de piel, ricos ni pobres, no importa el idioma ni la orientación sexual.
Es un punto de reunión de amigos que Pamplona acoge con los brazos abiertos. Un lugar donde todos tienen su espacio. La noche para la juventud, el día para los niños, mayores y no tan mayores disfrutando de los gigantes y cabezudos, barracas, tómbola…
Y es que en Los Sanfermines, Pamplona se viste de gala: blanco y rojo, con fragancia que huele a fiesta. Una fiesta mágica que te cautiva: txupinazo, encierros, cánticos a San Fermín, peñas, verbenas, fuegos artificiales…

“ Plantar un árbol, tener un hijo y ganar el Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín.”

¡YA FALTA MENOS!

 

NOCHE DE ILUSIÓN

Saioa Echeverria Andueza

Los nervios hicieron que esa noche durmiera mal, intranquilo y agitado. Pero los nervios eran por una buena causa, como los nervios de la noche del Día de Reyes.
En casa ya estaba todo preparado. Pero en esta ocasión no eran los zapatos limpios, el turrón para los Reyes y el agua para los camellos, sino la ropa blanca limpia y el pañuelico planchado.
Y por fin llegó el día.
Todo el año practicando, ensayando y jugando para, por fin, poder gritar: aquí, kili-ki-ki, con el palo no, con la verga sí. 

SAN FERMINES 2018

Saioa Andueza Osés

7 de julio 2018, Pamplona. Primera hora de la mañana, primer encierro del año, sensación extraña. Sueño y fatiga, pero no por la fiesta. No. La culpable de mis ojeras es una criaturita que apenas atisba a conocer la vida, con sus recién estrenados días de existencia. Mi hija, mi pequeña. La procesión…, ese año no va a poder ser, los puntos, el cansancio, el gentío….no, imposible. No tengo fuerzas suficientes. Jo, qué rabia. Ni chupinazo. ¡Ni procesión! Iré a ver a mi abuela y vemos juntas al santo, pienso. Buena idea, sí. La bisnieta y bisabuela juntas, noventa años de diferencia, viendo al santo, aunque sea en la tele. Qué bonito. Llamo a mi padre para proponerle ir juntos. Coge, voz preocupada. Mi abuela está mal, ha pasado muy mala noche. Vaya, me visto y voy. Mientras me preparo, y la preparo, de riguroso blanco impoluto y con los pañuelos bordados suenan las campanas, San Fermín sale a la calle. Siento la emoción en el aire, aun en la soledad de casa. Ya estoy lista, llamo de nuevo. Mi padre llora. Un escalofrío me recorre. Mi yaya ha muerto. Qué paradoja. Si estamos en San Fermín. Precisamente, San Fermín. 

ME LLAMO «FARANDOLO»

Sally Jane Johnson Hammond

Ayer salí de viaje de Sevilla a Pamplona puesto que mañana 7 de Julio se inicia el encierro de San Fermín. Llevo unos cuantos días sin comer y hoy toca abstenerme de agua también. Estoy viviendo en la oscuridad más absoluta y me espera “el afeitado”. Me viene bien porque así estoy bravo para participar en dicho encierro que discurre por varias calles del casco viejo de Pamplona. Acompañadme en este emocionante recorrido.
Partimos de la Cuesta de Santo Domingo y corremos, a toda velocidad, 280 metros de un total de 849 metros. ¡Ya estoy sudando! ¡Qué calor más asfixiante ¡Llegamos a la hornacina de San Fermín y los corredores le cantan y piden protección. ¡Ya pueden rezar porque mi ganadería, la de Miura, es la 1ª ganadería que más heridos por traumatismo ha dejado hasta ahora! (Bramido)
Estamos llegando al último tramo antes de la Plaza Consistorial. ¡Qué susto! Casi embisto a un corredor y no tiene dónde refugiarse. Corremos hasta el final de la calle Mercaderes donde algún compañero resbala y cae. Seguimos por la calle Estafeta que está llena de bares y “pintxos”. ¡Ay qué hambre tengo!
Por fin entramos en la emblemática Plaza de Toros.
¡Viva San Fermín!
¡Muuuuuu!
 

NOCHE DE LUNA LLENA

Salvadora Martel Lima

Finalizado el invierno, la primavera ya avanzaba.
Yumey de doce años, había terminado los deberes del colegio para el siguiente día, recogió los libros y colocó todo en la mochila. De inmediato distrajo su atención el gatito, lo cogió y jugó con él hasta que saltó de sus brazos y salió fuera. Ella le siguió y de pronto visualizó una deslumbrante luna llena que se elevaba en el horizonte. Quedó hechizado, ¡le pareció mágica! y se sentó a contemplarla fijamente hasta que la luna le habló. ¿Qué te pasa Yumey? ¡Estás triste!
Mi amigo Kaly me llama tonta, se rie de mí porque soy chica y no me deja jugar con ellos. Con los chicos de la clase se lleva bien pero de mí se ríe, dice que las mujeres somos tontas -expresó llorando.
A partir de mañana no volverá a suceder, vete, duerme tranquila, -le dijo la luna sonriente. A la mañana siguiente, de camino a clase, Kaly se le acercó, le habló risueño y le pidió perdón por haberla tratado tan mal solo por ser una chica. Desde entonces, Yumey vivió con el recuerdo del gran milagro de ese lindo día en el que la luna consiguió que le cambiará su vida.  


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

MOMENTOS DE UN AYER

Rosa Maria Gil Ramirez

Aqui construyo mi mundo de fantasía, en mi espaciada habitación, donde lucho por mis metas y sueños.
Aqui puedo sentirme yo misma, en este rincon de mi casa, donde siempre tendré un espacio y una cama limpia donde dormir.
Mi madre en la cocina, esperando a su niña, para juntas tomar café y hablar de mil cosas. Ella mi amiga de todas las horas, mi guerrera incansable, ella la que siempre está ahi y puede con todo y aunque a veces se canse, nunca se queja. Ella la que sufre cuando yo estoy mal, ella mi fiel compañera, esa mujer que admiro por tantas cosas, su grandeza, nobleza y su forma de luchar en la vida, esa mujer es mi madre.
Aqui guardo tantos recuerdos, momentos ya pasados de un ayer.
Cuando todavía era una niña y mi padre me cogió entre sus brazos, me miraba, con ilusión de tener a su primogénita entre sus manos. Yo adoro y admiro a mi padre, ejemplo diario de constancia, perseverancia, sabiduría y disciplina. El para mi es un rey, un héroe de leyenda, mi amigo también y sus pasos siempre seguiré.
Tantos errores y fracasos, tanto caer y levantarse y volver a levantarse como si nada.  

LA FIESTA EN EL CORAZÓN

Rosa Maria Barberia Ardanaz

Salió del consultorio con emociones encontradas, no sabía a qué se enfrentaba. La doctora había sido contundente en el diagnóstico. No había lugar para la duda. ¿Y ahora qué? Se preguntaba. Decidió caminar por las calles de su querido casco viejo. Su corazón latía al ritmo de los recuerdos que acudían a su encuentro. Una media sonrisa iluminaba su semblante. Sin darse cuenta se encontró en la cuesta de Santo Domingo, frente a la hornacina de San Fermín. Se apoyó en el muro y cerró los ojos. Sintió el calor del cantico que los mozos le dedicaban cada mañana pidiéndole protección. Las lágrimas incontenibles se desbordaron por sus mejillas y desde lo más profundo de su ser le dio las gracias por tantos momenticos vividos y por las emociones que inundaban su corazón, cada seis de julio, al compás del txupinazo y los txistus. Ya falta menos le dijo y le lanzó un beso. Llegaron las fiestas y desde la cama del hospital, entre sedantes, apenas pudo disfrutar de pequeños raticos. Fue el catorce, un miura corneó a un mozo de gravedad. Ahí estoy yo pensó y se ofreció voluntaria para el trasplante. Camino del quirófano, sonreía, llevaba la fiesta en su corazón.  

JE M´APPELLE ANTOINE

Rubén Martín Camenforte

Aquel mocetón engreído creía estar de vuelta de los sinsabores vitales. Se había rapado al cero el cabello dorado de infancia, y, allá donde creciera el rosal por antonomasia, cultivaba unas plantitas de marihuana. En los albores de julio, una inesperada explosión le hizo tensar la espalda: A cuatro pasos, acababa de esquivar el impacto de un artefacto. Las cosas de vivir en un asteroide del tamaño de una casa… que todo se ve, se escucha y se huele: mucho más, la pólvora quemada. —No ocurrió precisamente en aquella ciudad en fiestas… En la plaza consistorial de Pamplona, reinó el desconcierto: habían perdido el chupinazo de vista—. A un Principito se le presupone amplitud de miras, así que lo interpretó como una señal universal para su pronta resocialización. Tantas gentes divirtiéndose, de blanco y con pañoleta roja… Sabía de qué iba y pensaba concederse otra terráquea oportunidad. Tras unos tijeretazos, rellenó dos bolsitas de tela. Prudencialmente, los encierros desde la barrera. Se avecinaban días intensos por delante y, quizás, su primer amor carnal. De porte andaba sobrado… Le faltaba la asignatura pendiente del trato, pero el influjo de los Sanfermines… 

EL ESPEJO

Rubén Navajas Bonafaux

Como cada 7 de julio, me quedo a solas frente al espejo. La imagen que me devuelve es la de un niño de ocho años, pecoso, con gafas y mi inconfundible pelo rizado color zanahoria. El cuerpo aún sin terminar de hacer, un tanto desgarbado y fofo, queda escondido bajo la vestimenta festiva. Mi madre se ha encargado de que cada prenda luzca como si fuera nueva. El pantalón, de un blanco inmaculado (nunca he sabido el secreto para que desaparezcan las manchas más incrustadas después de un día entero en la calle), recién planchado y con la raya perfectamente alineada; el polo igualmente blanco, sin la más mínima sombra de sudor; el pañuelo y la faja, de un rojo intenso y sin una arruga; y finalmente las alpargatas, blancas con cordones rojos, que parecen recién compradas. Y así un año tras otro.

Cierro los ojos y espero unos segundos antes de volver a abrirlos. Sigo con la vestimenta festiva. Pero está ajada, grisácea por el paso del tiempo. Ya no queda rastro del niño de ocho años que una vez fui. Ni de las pecas que poblaban mi cara. Sólo el recuerdo, que regresa cada 7 de julio. 

VIAJE A LA SEMILLA

Sagrario Zueco Eneriz

Julen respira emocionado ante su última carrera. Los nervios lo impacientan. Hoy todo adquiere tintes de despedida, en un anhelo de perfección como broche final a veinte años de tradición, palpitaciones, apretones de manos, rituales ordenados que espera que lo salven de un azar caprichoso y desgraciado.
Coloca la faja rodeando su cintura, sujetando esa bola de nervios que se enquista antes de empezar el recorrido. Ata su pañuelo rojo al cuello y respira hondo:
¡Gracias papá!,
por mostrarme lo que fue para ti,
por haber sembrado en mí la emoción primera como un cuento de aventuras que hoy aún permanece,
por enseñarme a correr ante estos astados poderosos,
por contagiarme la pasión por esa locura de empujones, gritos, codazos y tropiezos que culmina cuando te pones a la par del animal y lo acompañas unos metros,
por empujarme a su costado para oler su adrenalina, sentir también su miedo, oír a la carrera el estruendo de sus pezuñas en el suelo, por tocar lo tosco de su pelo, por sentir su aliento en mi quijada,
por levantarme cuando todo se torcía y acababa pateado por quinientos kilos de animal.
Que San Fermín me acoja en su capote.
¡Va por ti papá!. Hasta siempre
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

A SOLAS CON HEMINGWAY

Rocío Rubio Garrido

A SOLAS CON HEMINGWAY

Recuerda, Ernest, el ambiente de la fiesta. Recuerda los cuerpos apiñados, el rojo de los pañuelos salpicando el paisaje, las bestias arramplando en su furia recién desatada. La adrenalina al límite junto al santo, en la tercera y última oración, las piernas sin tregua corriendo cuesta abajo, el sudor cayendo a borbotones por la espalda. Recuerda, viejo maestro, las impresiones grabadas en tu cuaderno cuando te adentraste en los primeros Sanfermines, que te traerían más veces a una tierra que empezaste a sentir como tuya. Aventurero infatigable, descubriste la poética de la sangre derramada sobre un fondo de color albero. Los gritos proferidos en la plaza, entre la admiración y el desconcierto, en esa orgía de sentimientos primitivos que se concentran al unísono, como una orquesta improvisada. Y luego la algarabía de la calle, donde tantas veces te perdiste. El vino corriendo por las camisas y el amor que salta de balcón a balcón, de tendido a tendido.

Fue a principios de un mes de julio cuando decidiste marcharte para siempre. Faltaban apenas unos días para que diera comienzo la fiesta, tu fiesta. Quizás, en tu alegoría siniestra, hubieras soñado con morir en la plaza. Como los míticos toreros.
 

FIERA SAGRADA

Rocío Gallego-largo ávalos

Tradición basta, en la que desaparecen transeúntes, agazapados, cabizbajos, azarados, bailando al lado de su fiera sagrada, donde al lado del color del lirio, se entremezclan con rojo escarlata que pinta sus ropajes.
El éxtasis es fulgor. Se torna religión.
Caminan hacía las ruinas, vestidos con un antifaz de supervivencia, sin tener muy bien la certeza de lo que le deparará las sombras de aquellos días, entre tanto testigo silencioso que admira su belleza.
Entre esas sombras, de los jardines de la cristiandad, su figura sacra, ya deslumbra a media tarde.
Pareciera porcelana, quedara hecho trizas tras tanta piedra. Se asomará la duda, entre las risas del resplandor de otras bellas vacías, que aguardan secretos, que dejarán un eterno vacío, durante un siglo.

 

EL LIBERTADOR

Rogelio Rodríguez Cáceres

Desconcertado, veo cómo se han multiplicado los toros y las personas que corren por las calles con una única salida. El laberinto se ha ampliado desde la primera vez y los elegidos ahora gritan, sonríen y festejan su participación en el rito. Muchas cosas han cambiado, pero yo he vuelto, de donde nadie regresa, para liberar nuevamente a mis hermanos, instaurar la paz y erradicar la tiranía, la lucha entre la bestia y el alma. Tenso mis músculos e imploro la ayuda de los dioses. Mientras observo a mi alrededor, me pregunto: “¿y si esta nueva generación no está preparada para la libertad?¿Y si disfrutan viviendo dentro del laberinto?”. 

DIARIO DE UN CORREDOR

Rosa Nieves

30 de junio
Siempre me ha gustado correr y, de hecho, desde hace un par de años salgo a correr con mi cuadrilla casi a diario. La semana que viene tengo una carrera completamente diferente en la que compito con muchos otros corredores. Sin embargo, llegar al podio no es lo más importante.
3 de julio
Tras un largo viaje, ya estamos en Pamplona. Estamos agotados, pero estos días no saldremos a correr. La verdad es que se respira tranquilidad en este sitio.
6 de julio
La tranquilidad de hace unos días ha desaparecido. El murmullo del gentío y la música son constantes. Mañana es el gran día y estamos nerviosos. Últimamente hemos subido mucho de peso, pero seguimos en forma y confiamos en hacer una buena carrera.
7 de julio
La carrera ha ido bien. Ha sido mucho más corta que otras veces (apenas 875m), pero muuuuuucho más intensa. No veíamos nada entre tanta gente. No sé por qué gritaban tanto. También me ha extrañado que el suelo no fuera tan blando ni tan verde como siempre… Hemos llegado los 6 a la vez en apenas 2’10”. Esta tarde tenemos otra cita en la corrida, pero me suena que ahí no se corre. 

EL ÚLTIMO ENCIERRO.

Rosa Ana Llavata Soler

-«José Miguel, ¡es la última vez que corres el encierro!»
-«Mari, ¡no le puedo fallar a Pedro! Corremos juntos desde mozos».
-«Ahora tienes dos razones para no hacerme sufrir así».
-«¡Mari! Son tres minutos. ¡Nunca nos ha pasado nada! Además he visto que tienes preparado el pañuelico, la faja, la camisa y el pantalón… ¡como la cal!»
-«No seas zalamero. Falta recoger las alpargatas de La Mañueta. Pero este es el último año, ¿eh?»
-«¿Sabes que Patxi ya anda poniendo los tablones del vallado?»
-«Tú cámbiame de tema…»
-«¿Por qué temes? Si el capotico de San Fermín nos cubre desde hace más de veinte años».
-«¡Pues porque ya no sois unos mozos!»
-«Lo sé. Quiero que Yohana e Iván vean: correr a su padre y a su tío; el desfile de caballicos; los kilikis y zaldikos, el txupinazo… Algún día, Mari, una niña dulce como la miel, como tú, brillante como un tesoro, paseará por Santo Domingo, Mercaderes, Estafeta y, dentro de la plaza, reirá con las vaquillas. Nuestra niña amará Pamplona y nuestra fiesta. Así se lo he pedido al santo», dijo José Miguel mientras se preparaba para recoger sus nuevas alpargatas a sabiendas que ese año sería el último, su último encierro. 


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UN QUILLERO EN SANFERMINES

Robert Gustavo Herrera Rocha

Es casi la media noche del 5 de julio. Hace frio a esta hora en el aeropuerto de Noáin, de Pamplona. El vuelo HK-1706 que trae a mi amigo Victino Monteazul desde Madrid es anunciado por los altavoces. No tardó mucho en aparecer la figura del barranquillero con nombre italiano. Los mismos ojos marrones, sobre la misma sonrisa franca, ahora acompañados de mucho pelo blanco en su aún conservada cabellera.
―Nos estamos volviendo viejos mi amigo ―Fue mi frase de saludo.
―¡Ni que lo digas! ¿Cuándo te mudaste a Pamplona?
―Hace algunos años. No te lo había comentado. Es que tenemos mucho tiempo desconectados, y eso es irónico en la era de las comunicaciones.
Abordamos mi auto y entrando en Pamplona, no fui hacia mi casa, sino hacia la plaza Consistorial. Victino preguntó por el sonido hacho por un cohete pirotécnico y por las casas adornadas con flores blancas y rojas. Reía contagiado de la felicidad de los cabezudos y otros disfraces a esta hora de la madrugada, del ya día 6.
―¡Es el Chupinazo! ―respondí ―El inicio de una gran fiesta internacional. Un consumado carnavalero como tú, va a disfrutar muchísimo estos días en Pamplona.
―¡Vaya! ¿Son unos carnavales?
―¡Mejor! ¡Son los Sanfermines!
 

PAÑUELICO

Roberto Ovalle Veloza

Llega el mes de julio, a San Fermín de Miens primer obispo de Pamplona se le ilumina una sonrisa, son las vísperas de los Sanfermines, la ciudad prepara nueve dias de festejos en su honor. Comenzarán con el chupinazo el primer día en la plaza del ayuntamiento dando su inicio, después vendrán los encierros donde los mozos que quieran, correrán desde la salida por delante de los astados, guiándolos hasta el coso taurino, no sin antes entonar el cántico «a San Fermin pedimos» solicitando su protección durante la carrera.
Su imagen se portará en gran procesión por todo el casco antiguo, desde su capilla en la parroquia de San Lorenzo, a su paso contempla los timbaleros, gaiteros, y clarineteros, las comparsas de gigantes y cabezudos y la Pamplonesa banda municipal. También observa como la gente alista el tradicional Pamplonico, impecablemente blanco con su fajin y pañuelo rojos en honor a su sangre de martir, igualmente, la carne, la tripa y los ingredientes para la pamplonada.
A la media noche del último día con velas encendidas desde la Plaza Consistorial, Pamplona finalizará cantando los sanfermines, y el santo de Miens piensa, ¡pobre de mí, pobre de mí se habrán acabado las fiestas para mí!.
 

UNA APUESTA

Roberto San Martín San Julián

Finalmente he decidido salir de blanco. Pero solo para pasar desapercibido. Si no, cualquiera de la peña no iba a tardar en reparar en mí y venir a preguntarme si me pasaba algo. Y seguidamente me invitarían a echar algo diciéndome que me dejara de chorradas. Solo quiero comprar cuatro cosas para comer y volver a mi encierro. Nada más abrir el portal la música de la charanga lo ha inundado todo; pero he logrado cruzar sin hacer medio gesto. Ni siquiera un pequeño brinco. ¡Venga! ¡Sí! ¡Que soy capaz! Me animo a mí mismo. No puede ser tan difícil, dije aquella tarde en la sociedad. Con lo del COVID no hubo dos años y no nos hemos muerto. ¿Qué no hay huevos? ¿Estar en Pamplona todos los Sanfermines pero hacer como si nada? ¡Eso está chupado! Igual con veinte no; pero ahora a mis cincuenta. Diez no. Veinte mil euros me juego. Ahora mismo. ¿Dónde firmo? Habíamos quedado para la partida y la cosa se fue calentando. ¡Maldito patxaran! La calle está tan llena que no puedo avanzar. Logro escabullirme y giro rápidamente a la derecha. Aprieto el paso. Al fondo, la pancarta del Bullicio se acerca en oleadas. 

ÚLTIMOS MINUTOS EN LA VIDA DE BOB

Roberto Cormenzana López

El cordel se escurrió de entre los dedos de su dueña, que al ver que se alejaba se puso a llorar como una magdalena. Pero él no podía volver, ¿entiendes? Empezó a subir y subir, y ahíto de tanto helio tragado, surcaba el cielo y contemplaba desde arriba la escena, obnubilado. Miles de personas hacinadas en la plaza del ayuntamiento, la mayoría vestidas de blanco, con un pañuelo rojo sujeto entre sus manos alzadas, no paraban de gritar y silbar y corear el nombre del santo. Víctimas de un delirio colectivo todavía contenido, sudaban y daban bandazos aquí y allá. Sí. Aquella masa efervescente anhelaba la inminente llegada del mediodía.
Y entonces sonaron los timbales y los clarines. Soplaba un viento del sur, que lo llevó a la altura de la casa consistorial, justo cuando prendieron la mecha. El cohete enfiló hacia su inopinado objetivo, pasó rozando y agujereó sus pantalones cuadrados. Bob Esponja empezó a deshincharse y bajar violentamente describiendo una trayectoria helicoidal, hasta ir a parar, ya siendo un colgajo de poliamida, al borde de la campana de la trompeta de la alegoría de la fama. Mas no hubo lágrimas y sí vítores y celebraciones, porque el chupinazo así lo imploró. 

TENGO UNA CITA CON UNA NAVARRICA

Roberto Simón Romano

Tengo una cita. Estamos en Sanfermines. Ella me gusta, me alegra, la llevo en el eje del alma. He quedado con mi amor a las nueve de la tarde en el Monumento al Encierro. Voy hacía allí. La tarde apuntala mis estímulos. La ciudad protege mi entusiasmo. Mi emoción cosquillea mis adentros. Ella es hermosa como los jardines de la Taconera. Está repleta de sentimiento; igual que unos versos de Leoz o Velaza. Es valiente, brava como el Arga en el Tramo de la Magdalena. Llevo puesto el atuendo sanferminero. Cómo me gusta el blanco y el rojo. Sobre todo me encanta lucir el pañuelico con el escudo de Osasuna. Sé que ella también se viste de blanco y rojo. Atravieso la Plaza del Castillo donde, en estos días, la Fiesta es una inquilina permanente. Mi corazón, como el corazón de Pamplona, late a ritmo de euforia. Tengo una cita. Ella me espera. Voy. Son las nueve. Ella me enamora, me aguarda. Ella es navarrica hasta lo imperecedero. La siento alborada en mi entraña. Ella es un canto profundo de mi tierra. Las rondallas son sus fieles acompañantes. Ella es sentimiento y corazón y voz en octosílabos. ¡Ah! ya veo a joteras y joteros.