XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

» EL MALETILLA»

Soledad Falero Santisteban

El estruendo del tren al detenerse lo hizo despertar.
“Raspa”, como lo llaman por su extrema delgadez, abandona el asiento, echa mano al hato y se asoma al andén, casi sin ver. Anda a otra cosa. Si ha recorrido tanto no ha sido para hacer amigos, ya los tiene. Harto de luchar, sueña con aplausos y sabe que hay algo más esperándolo,
Desciende con una oscuridad incierta. Andará con ojo. Busca el camino más corto entre las callejas del casco viejo, ataja e intuye una salmodia lejana.

—!Nadie triunfa sin encomendarse al santo!—se recuerda.

Un revuelo de voces blanquirrojas lo empuja impíamente mientras un vejete compasivo le alarga un pañuelo rojo. Reacciona despacio, el alba le supo a hiel. Y a gloria.
Rasgado el cielo, los pañuelos corren ansiosos. Lo arrastran. Descubre el laberinto cercado donde está. Ansiaba medirse. Respira lento. Lejos todo es polvareda zahína. Enfila el camino. Mirar atrás lo hará estatua de sal. Dos pitones relucen cual puñales. Piensa en el santo y en la gloria que acabaría con su miseria.
Aprieta el paso. Vislumbra la plaza. A rebosar. Madura el joven frente a la mirada atroz. El gentío estalla. Alguien le allana el lance. Hoy o nunca.  

MI HISTORIA

Sonia Lestado Matute

Y la historia se repite año tras año,cuándo salgo disparado de casa,sin rumbo fijo,sintiéndome observado en la distancia.Esa sensación de haber vivido lo
mismo antes una y otra vez ,no recuerdo la expresión.Pero aquí estoy,con los nervios a flor de piel y un calor inmenso atravesándome.Es imposible expresar con palabras un sentimiento tan profundo,por eso los discursos los dejo para otros. Cómo los coches de carreras paso de cero a cien en un segundo.Mi naturaleza impulsiva se ve alentada por los gritos de una multitud entregada.Y aquí estoy,mirando al cielo,preparado para lo que está a punto de suceder.No temo al tiempo,porque no hay lluvia ni viento que me puedan detener ,ni a mí ,ni a la marea blanca y roja que abarrota la plaza del ayuntamiento.Cuántas historias se esconden en ese momento mágico.Amor,amistad,juventud y veteranía,todos cantan al unísono.Es en ese momento ,cuándo una mano temblorosa me acaricia ,y con la emoción y los nervios de un momento glorioso,a punto de dar las doce ,me preparo para surcar el cielo de una ciudad entregada a la fiesta y a sus tradiciones.Txupinazo me llaman. 

VIDA DE UN TORO

Susana Martínez De Villarreal Chico

VIDA DE UN TORO

Sus patas se deslizaron hacia la luz y sintió el aire en su hocico. La primera bocanada fue intensa, mientras caía desde medio metro hacia la hierba de la dehesa. Seguía metido en las pares, y apenas podía moverse. La lengua de su madre lo fue liberando poco a poco. Su instinto lo empujaba a levantarse, a erguirse sobre sus largas extremidades. Como un mini coloso, se alzó sobre sus patas, vacilantes, y buscó a tientas las ubres de su madre, una vaca brava de pelo cárdeno.
Y pasaron los días, bajo el sol y las nubes, en los prados sembrados de encinas. Sus patas se hicieron fuertes, sus cuartos traseros anchos y robustos, y en la testuz brotaron los cuernos.
Las estaciones se sucedieron, y se convirtió en un imponente animal de pelo colorado. Un día lo metieron en un remolque junto a otros como él, y, cuando, por fin, abrieron la puerta, estaban en un cercado de madera. Era de noche. Curiosos se acercaban a verlos, vestidos de blanco y rojo. La calma de la mañana siguiente fue rota por el sonido de un cohete. Abrieron un portón y el instinto les empujó a correr, sin mirar atrás.
 

DE TODA LA VIDA

Susana Pagola Fernández

Sí, me gusta cómo eres, aunque me molesta en exceso tu forma de ser. Vivo en el quicio contigo. Si vas al gimnasio, yo disfruto del sofá. Tú llenas tus pulmones, con el aire libre del monte, en reflexión, y yo prefiero respirar con incertidumbre una noche de luces artificiales. ‘Na’ y te digo una cosa, mar sin sal te has hecho adulto. “Qué es Barricada”- fruncías el ceño cuando te conocí. Como una tormenta de verano, a pellizcos fríos, me cosías a preguntas. ‘Tú, tururú’, como te digo siempre, que soso eres, ni navarro te hacen con menos gracia “mijo”.
Ahora llegas tarde, yo, aquí, puntual a la cita, al inicio de la calle Mayor, pensando que a navarrico no te gana nadie. De blanco, estrenando camisa, guapo, que eres un rato, y con el libro “Fiesta” de Hemingway bajo el brazo, te conocí. Mi madre me dijo que un poco marciano eras para comer pero que parecías de aquí, de toda la vida. Y de aquí eres, porque lo sientes, porque querías que fuera en la iglesia de San Lorenzo, vestidos para la fiesta.” No tardes. Recé a San Fermín por ti. No es que lo necesites”, dice mi whatsapp.
 

EL SUEÑO DEL REY TROVADOR

Sylvain Sortelle

Teobaldo viajó a Pamplona desde su lejana Champaña brumosa para regir aquellas desconocidas tierras que había heredado de su madre Blanca. No tardó en aprender las lenguas que allí se hablaban. Pero siguió escribiendo sus madrigales en francés.

Después de un laborioso día con los preparativos de la cruzada y la elaboración del Cartulario, se acostó, no sin antes haber escrito algunos versos de amor con una copa de vino de la Ribera en la mano.

Tuvo un sueño vívido: astures, cántabros, vascones, lombardos, sajones y francos, unidos en una celebración digna de la gloriosa Roma. Regocijo por doquier, bebida y comida a raudales, farandolas, charangas, peleas de gallos, torneos, sogatira y levantamiento de piedra. Oía el bullicio, veía a los mozos zambulléndose en las fuentes, olía el aroma de las costilladas en las parrillas, los ajos tiernos, las morcillas, las sopas con sacramentos. Se paseaba por las calles la cabeza de San Fermín de Amiens en un rico relicario de oro, ante los vítores de su pueblo. Allí se mezclaban cohortes de ermitaños que habían bajado de sus montañas y peregrinos en su tránsito hacia Santiago.

Unos gigantes de madera y tela vigilaban su sueño y le soplaban delicadamente en la frente.
 


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EL RUIDO MÁS SILENCIOSO

Silvia Soto Orta

Y que razón tenían. Ahora entiendo lo del ruido mas silencioso. Estoy rodeada de gente. Hay música, gritos, voces y aplausos. Es todo junto a la vez. Y si observo solo hay silencio. Padres con hijos bailando los gigantes. Cuadrillas de mediana edad almorzando en la plaza del castillo. Jovenes a los que la noche anterior los deja durmiendo, felices a la sombra de cualquier árbol. Visitantes con sus cámaras inmortalizando momentos. Autoridades de diferentes colores unidos por una fiesta. Y ahí estoy yo, en medio de todo viendo el panorama. Como si todo girase alrededor sin oir nada. Entendiendo porque dice la canción que son en el mundo entero unas fiestas sin igual. Y me iré en el autobús de regreso a casa sabiendo que parte de mi se quedará aqui… y parte de Pamplona, su gente y sobre todo, su fiesta grande, quedará en mi memoria para siempre. Volveré, seguro, a recorrer sus calles acompañada del mas ruidoso de los silencios. Y volvere a cantar sus canciones a voz en grito. Y volveré a vestir otra vez de blanco y rojo y disfrutare siendo una mas (aqui no hay forasteros) en una ciudad y unas fiestas sin igual. Riau, riau. Gracias Pamplona 

TRAS LA BARRA DEL BAR

Silvia Lorente Sanz

De los San Fermines aprendí a organizarme la ropa que me iba a poner cada día de la semana. Aprendí a controlar mis borracheras para no tener una resaca de espanto al día siguiente y poder seguir así toda la semana. Aprendí cosas que cualquier pamplonica aprendería. Pero lo más importante para mí, es que me ha enseñado que junto a mi familia todo lo podemos lograr. Cuando los nervios presanfermineros se notaban en casa por tener que preparar cantidades inhumanas de comida en el bar. Cuando tenía que organizar cuantas horas sacaba para dormir porque entre trabajar y salir no quedaban ninguna libre. Pero casi nadie entenderá lo que se siente cuando en medio de los almuerzos de un 6 de julio, se paralizaba el mundo por un segundo, nos quitábamos los pañuelicos que teníamos atados en las muñecas, nos acercábamos a nuestro rincón a levantar el pañuelo al son de la clientela y de la gente que veíamos retrasmitida por la tele que se encontraba en la plaza del ayuntamiento y cuando sonaba chispun brindábamos en familia. En ese momento sabía que un año más la vida nos sonreiría si estábamos juntos, como si se tratase de un 31 de diciembre.  

PRIMER DÍA

Silvia Ramal Porta

El despertador suena… como cada día, pero hoy suena diferente… Suena pausado, con alegría, con una música de fondo imaginaria. Quedan dos horas para ir al trabajo. ¡Maldito trabajo! No me gusta trabajar…¿A quien le gusta trabajar? ¡A nadie! Antes de ir al trabajo tengo que ir a Pamplona. ¿Pamplona? Yo soy de Barcelona pero hoy tengo una cita en Pamplona. ¡Es 7 de julio! ¡Mesa preparada! Todo apunto para desayunar.
Enciendo la tele, quedan 3 minutos, todo preparado. Mi mano tiembla, estoy nervioso y a la vez feliz. Quedan 2 minutos… me emociono… Queda solo 1 minuto para las 8h. ¡No puede ser! El niño se despierta, la suegra esta gritando. ¡No!, ¡no!, ¡no! ¡este es mi día! Nadie me lo va estropear. Suerte que tengo de mi sofá… Niño a la izquierda, yo al centro y la suegra a la derecha. ¡Empieza! Minutos de silencio y suspiros al final… “Papa, ¿mañana volvemos a mirarlo?”, “Yerno, ¡ha sido el mejor día de mi vida!”.

De estar solo a estar acompañado.
De vivirlo en soledad a poderlo compartir.
Se termina el primer día… ¡Y mañana más!
Mañana tampoco estaré solo, volveré a estar acompañado. 

UN SOMBRERO GIGANTE

Silvia Asensio García

Las calles de Pamplona estaban listas para los Sanfermines. La multitud se reunía con entusiasmo mientras los corredores se preparaban para el encierro. Entre ellos, un joven llamado Pepe, conocido por su amor a todo lo que signifique diversión y su sentido del humor contagioso.
El día del encierro, se vistió con el traje tradicional blanco y rojo, pero decidió agregarle un toque especial: un sombrero gigante en forma de toro.
Cuando sonó el primer cohete, todos los corredores salieron disparados. Él, sin embargo, estaba ocupado intentando mantener su sombrero toro en la cabeza. Mientras corría, el sombrero comenzó a tambalearse hasta que, salió volando en dirección a un grupo de turistas atónitos. Cayó sobre un hombre de aspecto serio que hacía fotografías. Para sorpresa de todos, en lugar de enfadarse, se levantó, se lo puso y empezó a bailar como un torero. La gente estalló en aplausos.
Pepe, emocionado, se unió al baile y juntos crearon una coreografía improvisada que hizo reír a los presentes. Desde entonces el sombrero toro, se convirtió en un símbolo de estas fiestas, recordando a todos que la diversión y algo de locura siempre están a la vuelta de la esquina, incluso en los momentos más inesperados.
 

POBRE DE MÍ

Silvia Ansorena Coyne

Hay días juguetones y felices, en los que eliges una opción que todo lo cambia, o conoces a alguien especial, en el momento justo, en un lugar determinado.
Era un 13 de julio de 1996, la recta final de los Sanfermines de mis 20 años, y mi mayor preocupación era si bebía cerveza o kalimotxo. Eran mis primeras fiestas trabajando y el sueño me atrapaba a cada rato, me dormía por los rincones.
No tenía cuerpo para salir aquella noche, pero al final me animé. Hacía calor y olía a fiesta prolongada. Los guiris, con camiseta rosa vino, se mezclaban con los matrimonios de blanco y rojo rumbo a los fuegos.
Nos conocimos por casualidad y a lo tonto. Nos perdimos de nuestros grupos y nos dejamos hechizar por la fiesta, sabiendo que estábamos viviendo algo irrepetible. El aire era denso, como si cada bocanada llevara felicidad mezclada con aire a partes iguales. Amaneció sin que ninguno de los dos lo quisiera.
El día 14 pasó lo que pasó, y no pude llegar al vallado donde habíamos quedado. No nos habíamos dicho el apellido ni teníamos móvil. Aunque nunca volvimos a vernos, aquel fue uno de esos días que lo cambian todo.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LA ESCALERA

Sergio Capitán

Al terminar las campanadas empezaron a llegarme cientos de mensajes felicitando el año. Leí la mayoría en diagonal y contesté únicamente a aquellos que se habían esforzado en personalizarlo mínimamente. Me llamó la atención un grupo de whatsapp titulado “La escalera· al que me habían agregado, junto a cientos de personas que no tenía entre mis contactos. La imagen del grupo era un pañuelo rojo.
Un único mensaje: “1 de enero”. Sólo podía escribir al administrador, así es que el resto se limitó a dar algún corazón y pulgar hacia arriba. Por un momento pensé en salir de allí, pero finalmente puse unos aplausos.
Un mes y un día después recibí otro mensaje: “2 de febrero” y cientos de corazones.
Tiempo después: “3 de marzo”. Yo seguía sin entender nada.
En plena semana santa me llegó un “4 de abril”. Empezó a picarme aún más la curiosidad, pero allí nadie podía comentar nada.
Tras aguas mil llegó mayo y en unos días el texto: “5 de mayo”. Me encantaba aquel extraño grupo.
Aún no me había quitado el sayo cuando esta vez recibí un “6 de junio”.
Entonces até cabos. Y aquí estoy el 7 de julio, esperando al mensaje para dar un like.
 

DE VUELTA

Sergio De La Marta Cienfuegos

Te habían asegurado que volverías a estar allí. Pero no entendías cómo podría ayudarme a conseguirlo aquella enorme sala vacía. Era una inmensa cúpula blanca, como tu ropa. Te situaste en el centro y te sorprendió que, de repente, el suelo empezó a convertirse en algo rugoso bajo tus pies, y que un frío de primera hora de la mañana se apoderaba de todo. La cúpula resultó ser una suerte de pantalla con millones de nanoproyectores de realidad virtual incrustados que te sumergieron de inmediato en una estrecha calle repleta de reencuentros, conversaciones nerviosas y tensión agarrada a las gargantas. Te arroparon los saludos afectuosos de quienes te rodeaban, los cánticos implorando protección al final de la calle y la necesidad de controlar los desbocados caballos del miedo que flotaba sobre los adoquines. No habías vuelto a vivir esa sensación con aquella intensidad desde hacía más de ocho décadas. El proceso de descriogenización había durado varios meses, y la reimplantación de recuerdos no estaba resultando eficaz en todos los usuarios. Pero tú, tras el estruendo en el cielo, empezaste a notar cómo vibraba el suelo a tus pies y echaste a correr. Por fin, estabas de nuevo allí. 

ODA A PAMPLONA

Sheila Del Carmen Ascanio Pérez

En Pamplona, ciudad de fiestas y algarabía,
donde la música fluye en armoniosa melodía,
resuenan txistus y gaitas con alegría,
invitando al jolgorio, a vivir la utopía.

Las peñas se congregan con entusiasmo vibrante,
amigos y vecinos en un baile elegante,
sus voces en coro, notas que se entrelazan,
honrando a San Fermín con cánticos que traspasan.

Las calles estrechas, escenario animado,
se llenan de vida, de color deslumbrado,
en blanco y rojo, el pueblo se engalana,
celebrando con fervor, pasión que no se empaña.

El chupinazo anuncia el inicio glorioso,
y el espíritu festivo se torna bullicioso,
risas, abrazos, bailes llenan el ambiente,
la música y el gozo se fusionan fervientes.

Oh, Pamplona querida, en tu gente palpita,
la emoción desbordante, la dicha infinita,
en tus fiestas, la música resuena con ardor,
y en cada corazón late el amor con honor.

En esta tierra de encanto y tradición arraigada,
Pamplona florece con su alma enamorada. 

ANGELICAL

Silvana De Fátima Santacruz Burbano

El ángel de la guarda no protege a los pastores en el encierro. Ni le da suerte en su trepidante faena. Ni siquiera viste con alas nacarinas tal cual ave antropomorfa. Él espera el último instante antes de la cornada para indicar su carcajada.  

COMPAÑERO DE RECORRIDO

Silvia Sanz Fernández

Estiro, caliento, rezo, miro a un lado a otro. Todos hermanos, todos unidos en una misma ilusión. Correr y llegar sin un rasguño, sin un resbalón. Cantamos,  a San Fermín, pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro, dándonos su bendición, viva San Fermín, gora San Fermín. Chupinazo empieza la frenética carrera. Gritos, algarabía, empujones, caídas,  te siento al lado, grandioso, veloz, potente, corremos en paralelo.
Te observo y me observas, nos acompañamos en el recorrido, te miro y reconozco tu nobleza, sin descuidarme, porque en mi descuido está tu victoria, marcarme o darme muerte. Lo sé y lo sabes, te respeto y de momento tú también me respetas. Encaramos Estafeta, parece que lo sabes y aprietas el ritmo, y yo contigo. No quiero perderte el paso, haces honor  a tu casta, últimos metros, últimos segundos, el corazón se acelera, el espacio se reduce y tú pareces más grande y yo más torpe, más lento. No puedo fallar ahora, me concentro; seguimos corriendo callejón adentro, nuestros destinos se separan, tú sigues la estela de los cabestros, que te llevan a los corrales, yo me torno a la derecha, disminuyo la marcha hasta detenerme, me santiguo y agradezco al santo. 


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SAN FERMÍN, UNAS FIESTAS SIN RELOJ

Santiago Villar Pallás

Con el reloj ordenamos nuestra existencia. Sabemos del mundo exterior cuando sus manecillas nos revelan un antes y un después; sin embargo, nos emocionamos cuando nos olvidamos de su cansino tictac. San Fermín, unas fiestas sin reloj, un tiempo para habitar el presente, para ilusionarnos con el mañana, para aligerar el ayer.
El tiempo rígido de nuestro quehacer diario se desvanecerá para dar paso a un tiempo elástico. A un tiempo nuevo, de luz y verano, de pasiones y fraternidades. El 6 de julio, una epidemia de alegría se extenderá por las calles de Pamplona. Mujeres y hombres, autóctonos y foráneos, ataviados de blanco y rojo, de pureza y sangre, se hermanarán para mostrarnos la senda de la felicidad. Una felicidad que no necesitará de relojes ni de mapas. Un tiempo para encontrarnos, para hacer que cada día sea un nuevo día.
 

TRADICIÓN VIVA

Santiago Cruañes Torró

El sol bañaba las calles empedradas de Pamplona, mientras la multitud vibrante esperaba el inicio de la fiesta. El aire se impregnaba del aroma del vino y el sonido de los txistus resonaba en el ambiente.

Era un momento de exaltación y valentía, y yo me encontraba inmerso en el bullicio. Me dejaba llevar, observando y capturando en mi mente los cánticos y la intensidad de cada momento.

Las corridas de toros, con su esencia salvaje y catártica, despertaban mi fascinación. Los matadores enfrentaban a la imponente bestia con elegancia, desafiando al destino en cada embestida. Era un ballet mortal que me atrapaba.

Entre risas y jolgorio, las historias fluían como el vino. El espíritu indomable de los sanfermines me envolvía, alimentando mi pasión por la escritura.

En los encierros, admiraba a los bravos mozos, cuya valentía desafiaba a la muerte. El bramido de los toros y el tronar de los cascos retumbaba en mis oídos, y mi pecho palpitaba al ritmo frenético de la carrera.

Y en plena vorágine, encontré inspiración para plasmar en palabras su esencia, que siempre permanecería en mi corazón. Pamplona, con su encanto ancestral, me cautivó y me convirtió en testigo de su belleza y su fuerza. 

CADA MAÑANA A LAS 7.00 EN PUNTO

Sara Leiva Fernández

Era curioso como justo sabia a quien contar segun que cosas y a quien no.
Como cada mañana del ultimo chupinazo mi abuelo Antonio y su nieta Esther se disponían a ver la salida de aquellos toros que mas bien parecian huir de aquellos que siempre corrian medio la multitud. Mas bien patecian que ellos eran la avestruz y no cualquier otro.
Cada noche previa a ese tan ansiado 1 de julio ellos se ponían de acuerdo para estar a la hora frente al televisor puntual bien temprano y de madruga.
Para ser sinceros a mi me daba algo de celos pues era lo unico que Papa y yo no haciamos juntos. Pues lo mismo desayunabamos que lo mismo se charlaba que se estudiaba.
A las 7 de la mañana cada dia durante mas de 15 años el me daba clases bien de biologia que de fisica que de matemáticas. Y cada noche cuando todos estaban bajo los sueños de morfeo Antonio y Sara escuchaban flamenco y con gran aire ambos cantaban. Todos los dias exvepto aquellos siete dias donde solo tenia ojos para su nieta Esther y el chupinazo cada mañana de su San Fermin ansiado… 

SAN FERMÍN EN EL CORAZÓN

Saray Guerra Mesa

Hay quienes dicen que es una fiesta hecha para el consumo de alcohol y el despilfarro, y pueden que tengan parte de razón, pero se les olvida y omiten adrede que es mucho más.
Los Sanfermines son alegría, fiesta, tradición, fe y orgullo de sus gentes, es el corazón de su tierra, su cultura, y sobre todo amor por sus raíces. Pocos sabrán que lo que vemos hoy en día es una evolución de tres fiestas distintas, que con el paso de los años sus habitantes supieron mezclar con arte y elegancia, que pocos saben lograr. Porque si algo nos sobra en España es la finura de bebernos la vida, eso a veces parece que las personas de fuera no saben lograrlo ni apreciarlo, por eso yo que no soy ni de Pamplona ni de Navarra, los admiro, porque si algo puedo decir con seguridad es que amo mi tierra, de Norte a Sur y de Este a Oeste porque está idiosincrasia la llevamos en los genes y la enarbolamos como bandera. Por eso invitó a los que quieran venir a disfrutar de esta fiesta, que lo hagan sin tapujos pero con el máximo respeto.
Disfruten, vivan, sientan la verdadera esencia de nuestra cultura.
 

ECO EN LA PLAZA

Sergio Jiménez Cornago

Seis de julio. Nervios a flor de piel. La espera se hace larga; mira al reloj. Se asoma con cautela. Miles de personas: una oleada del mismo color. La estampa impresiona; no cabe ni un alfiler. Imposible evitar que los pelos se pongan de punta. Jalean al unísono, corean cánticos, portan banderas y despliegan pancartas. El orgullo le invade por dentro.

Se acerca la hora. Los nervios aumentan. Los técnicos enchufan el micrófono, prueban el sonido y conectan la señal institucional. La prensa en posición; hoy abrirá todos los informativos.

Ya está apunto. Repasa cada coma del discurso, lo vuelve a memorizar. Tiene claro su mensaje: ha ensayado los gestos, el tono de voz y el ritmo de cada palabra. El tiempo se consume. Nervios al máximo. El reloj marca la hora. Se acerca al micrófono, da unos golpecitos y el público ruge. Allá va.

¡Pamploneses, pamplonesas! ¡Iruindarrak! Os prometo que si apoyáis mi proyecto… […] ¡Votad con ilusión! ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!

Siete de julio. Día grande, arranca la campaña. Multitud de actos. Mucho ruido y poca música. Procesión de eslóganes. Altavoces al máximo: sonido en segundo plano; débil y confuso. ¿Quién sabe si se harán huECO entre los Sanfermines? 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

QUE SIGA LA FIESTA

Sandra Iraizoz Cia

Son las tres de la mañana. Náuseas, vómitos, agitación… otra noche que no duermo. Así es imposible. Mi cabeza no para. Enciendo la televisión a ver si me entra el sueño.
Son las siete. Suena el despertador y me levanto. Caliento la leche. No tengo ganas de tomarla. No tengo hambre. Estos días sé que he adelgazado mucho pero es que no tengo hambre, la noche de ayer fue larga, igual que las de estos días pasados.
La música de la calle es más sonora que el pitido del microondas y estoy tan absorta que no sé cuándo ha dejado de calentar. Miro a ver si está la leche caliente. ¡Qué asco, un pelo en el vaso! Definitivamente, ya no tengo ganas de desayunar.
Suenan sirenas y el grito de la gente en la calle se hace más fuerte. Tocan el timbre. Ya están aquí. Puntuales y yo, como todos estos días, sin maquillar, nunca me da tiempo. A estas alturas ya da igual. Salgo de casa.
Media hora más tarde, al coger el ascensor, miro la pantalla: primera planta. Se abre la puerta, me reciben sonrientes y con el pañuelo de San Fermín.
– Hola, María, ¿preparada para otra sesión de radioterapia? 

BAILE, SUDOR Y ASTAS.

Sandra Baz Medina Baz Medina

El baile comenzaba con aquella melodía enraizada. El corazón latiendo se adelantaba. Algo indescriptible recorría mi espalda. El nerviosismo se contagiaba y todos los participantes se miraban con esa incertidumbre del que espera a una amada. Las puertas se abrieron y el encuentro se acercaba. Primero el ritmo la mantenía alejada, después, sin darme cuenta, la sentía en mi espalda. Hubo un momento del baile en el que pude acariciarla pero, en ese mismo instante, de pareja se cambiaba. Como al que separan de su amada, algo deshizo el hechizo y el baile para mí se acababa. Traicionera asta, que no había bailado conmigo, me atravesaba. El ensimismamiento primero me llevaba a la nada. Tendido en el suelo por el tropiezo de un baile en el que se fue mi enamorada, sentí el olor y el calor de la sangre que derramaba. Aquella asta primera me había regalado lo que yo más deseaba mientras otra, sin miramiento, me desgarraba. El fin del baile llegaba y yo había perdido a mi enamorada que me había brindado su baile, el que yo más deseaba.  

SAN FERMÍN

Santa Gimeno Mata

SAN FERMÍN
Siete de julio…. terminaba de cantar mirándole a la cara. En ese instante una ligera sonrisa iluminaba su rostro; apretaba los puños, alzaba sus brazos y con toda la potencia de voz con la que era capaz entonaba: ¡San Fermín!
Como cada sábado me acercaba a la residencia a verlo, llevando conmigo esas fotos tan manoseadas que veíamos una y otra vez. Yo de pequeño junto él en la plaza de toros, esperando ver entrar el tumulto de corredores y astados. Ya más mozo de nuevo junto a él en Estafeta, listos para correr el encierro. Mi hijo con ese abuelo que le hizo sentir la magia de esta fiesta en la plaza del ayuntamiento, pañuelo en alto a la espera del chupinazo.
Desde que el alzhéimer le hizo olvidar hasta quien era yo, este ritual lo vivíamos cada semana, porque sólo viendo esas fotos, la vida volvía a los ojos de mi padre. Ya sin recuerdos, ya sin voz, excepto para decir con toda la fuerza de su voz, las únicas dos palabras que nada ni nadie pudo robarle a su memoria.
 

GAITAS

Santi Lorente Bona

Las primeras lágrimas, recorrieron mi mejilla, nada más oír el estruendo del cohete que daba inicio, a las mejores fiestas del mundo. Me tape los ojos con mis manos y estuve quieto, inmóvil, sintiendo la alegría, los saltos y botes, de todos los que me rodeaban. Solo faltaba esperar unos minutos. El bullicio, y las idas y venidas, de quienes nos arremolinábamos, entorno a la puerta principal del ayuntamiento, eran incesantes. Abrí los dedos de mi mano derecha, y con la pupila todavía húmeda, pude ver el despliegue de seguridad. Al instante, los txistus silban y la Biribilketa de Gainza suena desde el zaguán. No puedo más, me vuelvo a tapar los ojos. Aguanto, respiro, tomo aire y de nuevo la emoción me inunda, tal cual Jagoba en la Cartuja. Ya están fuera. Manos levantadas. El rum rum recorre toda la Plaza Consistorial y rompen a sonar. Ya no lloro. Es el diluvio universal y al mismo tiempo, un sonrisa placentera y hermosa, que me lleva al éxtasis. Las gaitas suenan. Que chispa llevas. La vida tiene otro color. El momento de los momenticos está sucediendo. Ahora que venga lo que tenga que venir, a esperar de nuevo un año.

 

LA CARRERA ESPECIAL

Santiago Mate

Llegué a Pamplona el cinco de julio a pasar los San Fermínes , viajaba solo desde Andalucía; el hotel de tres estrellas se veía curioso, además no estaría todos los días, el día diez volvería a mi patria. El primer día de encierros con toros de Jandilla, me dijeron que pesaban los seiscientos kilos. La verdad que minutos antes sentí bastante miedo, calentando piernas y brazos; luego tiraron el cohete y salieron los astados , yo estaba en la calle de telefónica y cuando miré atrás vi una multitud encima de mí, así que me puse yo a correr a gran velocidad; hasta que tenía los toros encima mío.Así que me heche a un lado y con un brazo al toro y mi cuerpo corriendo un buen trecho. Al final dejé a los astados a una orilla y después cuando acabó el encierro, saqué las entradas para las corridas de los días que iba a estar allí. Luego a la tarde sería a las seis el festival taurino , en el encierro hubo un corneado por asta de toro un hombre inglés y varias contusiones de mozos. El resto de los días hice lo mismo. Lo mejor el primer día, la carrera especial.