XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

ENCIERRO

Olivier Oberlin

A las 12 en punto, el cohete salió disparado bajo miles de ojos expectantes, señalando el inicio de las fiestas, de los pañuelos rojos y de mi historia con Casandra. No lo vi venir… ¡ni a ella tampoco! Estábamos a 875 metros la una del otro y, aun así, entre ires y venires, el azar hizo que chocáramos. Bueno, me embistió. Del choque, una de sus horquillas me pinchó el brazo izquierdo y a ella se le derramó todo el calimocho encima. Creo que fue odio a primera vista, por su parte:
—¡Joder! —dijo ella.
—Lo siento —le contesté.
Siguió su camino con sus amigas y yo me fui de pinchos. Eso fue todo.
Al día siguiente, noté una pequeña molestia en el brazo y me acordé de nuestro encontronazo. Tuve ganas de volver a verla, locura inexplicable rozando lo imposible. Me encomendé: “A San Fermín pido…”. Pasaron los conciertos, los fuegos artificiales, los encierros desde el balcón mi abuela, pero nada.
El 14 de julio, desayunando churros en una terraza, escuché una voz detrás de mí:
—Lo siento…
Me di la vuelta y era ella. Su sonrisa me acorraló irremediablemente contra la pared. Estaba perdido. ¡Pobre de mí!
 

RELOJ BIOLÓGICO

Omar Argüello

Catorce de julio. Ocho de la mañana. Las enfermeras inglesas corren desconcertadas. Fermín, el paciente de la habitación doscientos cuatro, despertó otra vez. Dos o tres minutos de intensa actividad y nada más. Han vivido el mismo ritual desde el seis de julio: intenta levantarse de la cama, agita los brazos y habla en un idioma distinto que desconcierta a todo el hospital. Después, una sonrisa en su rostro…
Los médicos saben que es el último de sus repentinos ataques de vitalidad, por lo que esos minutos son primordiales, pero no pueden descubrir la causa. También que vendrá otro largo año de inactividad, conectado a un respirador artificial, casi sin signos vitales, porque por cuarto año consecutivo ocurre lo mismo.
Y las preguntas sin respuestas los perseguirán hasta el seis de julio del año siguiente, cuando Fermín despierte los mismos dos o tres minutos durante esos mismos nueve días y vuelva a su letargo después de doscientas cuatro horas de mejoría, sin ofrecer ninguna pista que les permita resolver uno de los misterios médicos más extraños del mundo.
Yo admiro a los médicos, pero jamás descubrirán que el reloj biológico de Fermín está conectado con las corridas de toros, a mil kilómetros de distancia…  

POSIT

óscar Santos Payán

Amor, encima de la cómoda te dejo el libro de Larsson, lo acabé esta mañana. He puesto los rollos de papel higiénico y he tirado la basura. En la cocina, debajo de la pila, dejo la bayeta junto al estropajo y sobre la mesilla de noche una factura de hotel que desconocía. Tuyo siempre. 

LOS INUSITADOS FINES DE UN SINFÍN DE SANFERMINES (BIGGER THAN DEATH)

óscar Pérez López

Bautizar 40.000 paganos en 40 días es como cortar 40 troncos en 40 minutos. Él siempre fue así: muy exagerado. Hubo que degollarle por su propia seguridad.
Al día siguiente llevaba ocho siglos mártir, aburrido como un muerto. Pañuelo al cuello por el degüello, su propia procesión aprovechó: Multitudinaria, montó un mercado multitudinario… y dio de mamporros a unos maleantes malencarados.
Por su bien lo maniataron: hicieron oficial el mercado medieval (entonces, “mercado” a secas).
Al día siguiente llevaba cuatro siglos ingeniándoselas: Comida para comer, bebida para beber, y danza para danzar. A la muerte, matarla. Y a los toros, torearlos.
¿Al día siguiente institucionalizan los lances? Corre los toros antes de la corrida.
¿Burocratizan las Vísperas? Baila el riau-riau antes del amén-amén.
No sirve darle de palos. Con un palo toca el tambor. Con dos, toca el tambor y hace un txistu.
«A todo, osado, se atreve,
de todo se ve capaz».
Es como Don Juan y le pasa como a Don Quijote: Si le obligan a ser, no puede ser.
Al día siguiente…

—¡Dios! ¡¿Y mi hijo?!
—«Atención. Hallado niño con la verga de Napoleón, encaramado a Joshepamunda».
—¡Fermín! Mutiku arraioa. ¡Baja de ahí!… Parece la lejía. Está en todos los fregaos.
 

HE SOÑADO DESPIERTO

Pablo Antonio Rangel Díaz

He soñado despierto, que es la mejor manera de soñar. Lo planee con meticulosidad arquitectónica; eso es lo bello. Hice maleta, y apurado para no distraerme con las banalidades del día salí para el aeropuerto. Me esperaban cerca de diez horas de vuelo, pero me resistiría a dormir, no podía permitir sueños subconscientes. Decir que el viaje se hizo eterno sería mentira, ¡et voilá!
Pamplona hervía como una sopa de verduras. Olorosa, provocativa, multicolor y alegre. Estaba tan contagiado del entusiasmo que lo único que quería era un buen sorbo de algo que tuviera alcohol. Deseaba correr. Mis ojos saltaban presurosos por allá y acullá y ya no era capaz de seguirlos. había deseado tanto aquel momento que no podía desperdiciarlo en respirar, en parpadear. De pronto la jarana de gritos, música y toros se me vino encima, fue entonces cuando una fuerza interior y racional me obligó a meterme en ese zaguán colmado de eguzkilores veraniegos.
¡ey, animal! salga de mi jardín- gritó una anciana desde un balcón –. por hollar mis girasoles te va a matar una bruja.
– ¡no pises donde está trapeado! – refunfuñó mi mujer.
El sueño había desaparecido y la premonición de la anciana estaba cerca de realizarse.

 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

204 PALABRAS PARA 204 HORAS

Oihana Iñigo Olondriz

Cuadrillas de blanco. Almuerzos de txistorra, huevos y vino. Alegría. Ganas. Multitud. Goras y vivas. Emoción. Cohete al cielo. Se para la cuenta atrás. Pañuelos rojos al cuello. Estalla la fiesta. Gaitas, txistus, bailes y champán. Vísperas solemnes ¡Riau riau!

Dianas el siete del siete: por el santo se conoce el día. Nos guía en el encierro, nos echa su capote. Procesión y misa. Jota para el morenico. Feria de ganado, fiel a la tradición.

¡Menudas fiestas!: música, puestos, txosnas, recinto ferial. Nace la canción del verano. Juegos y rejuegos. Gigantes que cada día bailan mejor. Churros en la Mañueta, guiris, sacos de dormir en parques y habitaciones caras de hotel. Langostinos y carrilleras al sol, chicas yeyé y sorbetes de limón. Salen las peñas. Rosas blancas y rojas para Germán y Nagore, y para quienes no llegó el capotico.

No cesan los conciertos, verbenas, tardeos, bertsolaris, DJs y atracciones. Los bailables y pasacalles entre caballeros, mulillas y toros de fuego. Deporte rural, Baile de la Alpargata, valses de Astrain y Torneos de pelota. Cada noche el cielo se ilumina.

Pero de pronto, pobre de mí, se encienden las velas y se termina la fiesta sin igual. Ya falta menos. Faltan 204 horas menos. 

ES MEJOR VOLVER A PERDER EN EL AMOR QUE NUNCA EN LA VIDA VOLVER A AMAR

Olga Delgado

Dos hermanas se enamoraron de Mikel la primera vez que jugó en la Bombonera. No fue fácil escoger para el pelotari. Irune escogió por él, dándole dos hijos. Cuando la edad y los celos no permitieron más partidos, se fueron a Illinois para que Irune siguiese los pasos de Hemingway; antes de replicar su fatídico final, habló su psicosis: pidió a sus hijos que nunca se acercasen a su tía Nerea. Años después, Mikel decidió volver al único lugar donde podía ser feliz. El día del chupinazo reconoció la espalda de Nerea. Le tapó los ojos. Ella sintió los callos en sus manos. Los labios de Mikel fueron frenados, por sus hijos, y por el miedo de que Nerea acabase escuchando las mismas voces que se llevaron a Irune a un mundo que no es el nuestro. Corrieron juntos en los encierros, como si así pudiesen alejar los pensamientos que los separaban. Ocho noches sin dormir. Mikel ya no veía ni los toros. Solo veía el amor en los ojos de Nerea. Donde Mercaderes se convierte en Estafeta, una cornada lo despertó del letargo de sus pensamientos. Sintió el dolor, la vida, el deseo… y el amor salió del encierro transformándose en un beso. 

EL ABRAZO DEL VUELO DE TU FALDA

Olga Isasi Garcia

Dicen que las noches de San Fermín son mágicas. Que el blanco y rojo todo lo invade como una enorme ola que no distingue individuos, jugando a hacer extrañas parejas que pueden durar hasta que amanece o toda una vida.
Que, si al caer la noche miras al cielo, verás un estallido de luz y color con sonido atronador que hará que temas que se te desplome encima. Pero que te hipnotizará y no podrás bajar la mirada hasta que concluya.
Que, al doblar cualquier esquina, una peña te arrollará llevándote en volandas y bailarás sin descanso al son de charangas y fanfarrias con amigos y desconocidos.
Así que ésta es la noche. Hoy te esperaré junto al portal, ataremos nuestras fajas para no perdernos y saldremos a bailar hasta que el amanecer nos sorprenda al son de las dianas de nuestra querida Pamplonesa.
Sólo entonces volveremos sigilosamente, sin hacer ruido para no despertar a nadie. Y retomaremos nuestra posición hierática para, ya entrado el día, salir de nuevo rodeados de los nuestros. Y entre valses y polkas notaré de nuevo tus ojos clavados en mi nuca y el abrazo del vuelo de tu falda.
Tuyo siempre,
Toko-Toko. 

ES MEJOR VOLVER A PERDER EN EL AMOR QUE NUNCA VOLVER A AMAR

Olga Delgado

Dos hermanas se enamoraron de Mikel la primera vez que jugó en la Bombonera. No fue fácil escoger para el pelotari. Irune escogió por él, dándole dos hijos. Cuando la edad y los celos no permitían más partidos, se fueron a Illinois para que Irune siguiese los pasos de Hemingway; antes de replicar su fatídico final, habló su psicosis; pidió a sus hijos que nunca se acercasen a su tía Nerea. Mikel sabía que debía volver al único lugar donde podía ser feliz. El día del chupinazo reconoció la espalda de Nerea. Le tapó los ojos. Ella sintió los callos en sus manos. Los labios de Mikel se frenaron, por sus hijos, y por el miedo de que Nerea acabase escuchando las mismas voces que se llevaron a Irune a un mundo que no es el nuestro. Corrieron juntos en los encierros, como si así pudiesen alejar los pensamientos que los separaban. Ocho noches sin dormir. Mikel ya no veía ni los toros. Solo el amor en los ojos de Nerea. Donde Mercaderes se convierte en Estafeta, una cornada lo despertó del letargo de su racionalidad. Sintió el dolor, la vida, el deseo, y lo que había sido platónico, se transformó en un beso. 

EL BALCON DE LA TIA CARLOTA

Olga Cristina Restrepo Restrepo

En los sanfermines, Pamplona se viste de fiesta. Entonces, yo empaqué mis maletas y fui a visitar a la tía Carlota.
Su inmensa casa, ubicada en la calle Estafeta, tenía dos hermosos balcones que ella alquilaba cuando llegaban las fiestas. Llegó el día del Chupinazo y era tanta la gente en casa, que los balcones parecían cargados de flores de enredadera. Aprovechando mi baja estatura, logré ubicarme en primera fila. Ya venían por la calle los mozos, yo estaba emocionada y feliz disfrutando de un delicioso Kalimotxo, pero ¡oh no! Cuál no sería mi vergüenza, cuando alguien que estaba muy cerca me empujó sin darse cuenta y mi vaso cayó, desde el balcón, en la camisa blanca de aquel bravo galano.
Mi rostro enrojeció, su mirada se cruzó con la mía, yo no sabía qué hacer hasta que el muy galán me agradeció el haberle refrescado, con mi bebida, su ropa. Me hizo un coqueto guiño y, al lanzarme su pañuelo rojo, mi vida quedó prendada por siempre de este galán y, por supuesto, de esta tierra. Hoy somos dos cincuentones con dos hijos y tres nietos, quienes engalanamos el balcón de nuestra casa en el mes de julio, al comenzar las fiestas.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CUESTA DE SANTO DOMINGO

Norberto Cabral Pedreira

En la urna excavada en el muro de la cuesta de Santo Domingo se encuentra el santo de madera que la seña Lola recoge todas las tardes, así llueva o haga sol, para salvarlo de los desaprensivos. Hubo un año que se lo llevaron de parranda. ¡Hay que ver! Así, ¿quién va a echar el capotillo a los corredores? De no ser por el capotillo de San Fermín… La seña Lola con su sonrisa traviesa confirma el misterio.
—¡Anda que no, si no es por nuestro santo más de uno se hubiera llevado una cornada segura.
La seña Lola dice esto mientras limpia el santo de madera con una gamuza, antes de devolverlo a su urna, bien temprano por la mañana. La señora Lola madruga todos los días para que el santo no se pierda ningún encierro y pueda hacer sus milagros.
—¡A ver cómo te portas esta mañana, santico!, piensa que hay mucho mundo pendiente de ti. No nos dejes por malos, hombre, que te lo agradeceremos bien—le dice al oído del santo.
Los mozos la reconocen en la cuesta de Santo Domingo:
—Seña Lola, ¿cómo se encuentra hoy el San Fermín?
—Mejor que nunca.
Y sonríe beatíficamente.
 

ANTROPOMAQUIA

Norberto Gabriel Urciuoli Barber

Esperamos pacientemente la llegada de las fiestas, cuando, por fin, los toros disfrutamos corriendo por las calles del pueblo. Entrenamos concienzudamente durante todo el año para ese momento; quienes creen que la cosa simplemente consiste en correr ensartando esos pequeños cuerpos enclenques, están muy equivocados, ¡ni mucho menos es así!, precisamente por eso, por lo enclenques y frágiles que son, la gracia consiste en ensartarlos haciéndoles el menor daño posible, ¡ahí están la dificultad y el arte! Es realmente difícil no dejarlos malheridos o matarlos, cosa que, por desgracia, sucede más a menudo de lo que quisiéramos. Por eso entrenamos tanto. Y no solo entrenamos, también estudiamos meticulosamente a nuestros queridos y delicados humanos: sus puntos débiles, allí donde nunca hay que hincar el cuerno; su manera de correr; sus gestos que nos indican cuál será su próximo movimiento; sus querencias, etcétera.
Personalmente, me jacto de no haber matado nunca a ninguno, aunque es cierto que en un par de ocasiones se me descontroló un poco el cuerno y los dejé bastante maltrechos. Fue algo muy penoso y desagradable para mí, y espero que no se vuelva a repetir.
 

MI SENTIR VIBRA POR TI, SAN FERMÍN

Nuria Marruedo López

Te vi la primera vez, quedé prendada de ti; en aquel año, de aquel verano. Al cuello tan solo prendías un pañuelo rojo carmesí; quizás fuera ese, el que iluminara tu pequeño semblante e hiciera enamorarme de tu figura. Me hiciste sentir el rugir de la gente como leones, en tu plaza, esperando el chupinazo para dar comienzo y gritar, el viva a San Fermín. Pamplona ruge cada siete de julio en tu honor, y yo vibro por dentro cada nuevo año a tus pies. Es sabido por el mundo entero de tu faraónica estampida, la que va desde la cuesta de Santo Domingo a la puerta de la Monumental. Magistral coso taurino en el que se erige su gran arco del triunfo, construido para aguardar a sus triunfantes guerreros, entrando por ella para dar por terminado su encierro. Presentes sus fieles aguardan para enarbolar su manso y sus toros bravos al ruedo. Al final de la gran fiesta vuelvo a tu plaza por segunda vez; de nuevo, veo tu bella estampa, para despedirme de ti y decirte al oído… me despido, pero al año que viene, si Dios quiere, nos volveremos a ver. Entonces se oyen cantando a coro, el pobre de mí…
 

PASACALLES

Nuria Viedma Hervás

Era 5 de julio, preparaba mi ropa blanca, faja y pañuelico. Un planchado y la dejé sobre el escritorio. No había cumplido los 15, pero ese año prometía. Una infusión me ayudaría a dormir, pero, la noche se hizo eterna. No paraba dando vueltas, pensaba en el reencuentro con tantos amigos. Eran las seis y ya tenía un ojo abierto haciendo un esfuerzo para cerrarse. Enseguida decidí levantarme, era absurdo intentar dormir con el estómago hecho un nudo por los nervios, y la ansiedad que me producía saber, que solo faltaban unas horas para el txupinazo. La ducha ayudó a desempañar mi mente y a ponerme las pilas. Apenas teníamos paga, así que los primeros años no quedábamos para almorzar, cada una se preparaba un bocata, y llevábamos algo de bebida; casi siempre kalimotxo. Yo era la encargada de llevar el champán; una botella del malo para tirar, y otra buena en un cubo con hielo para beber. Bajamos del bus y ya comenzamos a calentar las gargantas, aquel pasacalles a tres voces, era nuestro lema: » Aúpa mutiles a bailar»… decía la canción, así hasta Chapitela. Allí entre cantos y gritos pidiendo agua, esperaríamos el cohete que anunciaba el comienzo.
¡Gora San Fermín! 

MI BREVE HISTORIA DE AMOR EN SAN FERMÍN

Nuria Rodriguez Fernàndez

Nuestras miradas se cruzaron aquél 6 de julio durante el “txupinazo” y fue tal el impacto que me causaron tus ojos verdes, que desde ese momento ya solo pude verte a ti en aquella plaza abarrotada.
Desde aquel momento ya no nos separamos y a pesar de mi torpeza con el inglés y de tu caótico español, nos entendimos a la perfección.
Te lleve a ver la Comparsa de Gigantes y Cabezudos y comimos churros en La Mañueta. Nos besamos como dos adolescentes en la noria de Antoniutti e hicimos el amor en un pequeño hostal del centro. Me conmoví al ver tu preocupación mientras corría delante de aquel bravío toro e hicimos juntos la marcha desde el Ayuntamiento hasta la Capilla de San Fermín coreando al unísono el “Riau Riau”.
Pero por desgracia todo lo que empieza tiene un final y aquel 14 de julio el canto del “pobre de mí”, adquirió para siempre, un nuevo sentido.

 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL CLAVEL

Nieves Contreras Vera

Apenas disponía de tiempo cuándo me di cuenta que no estaba el clavel. Cómo loca revolví la casa entera y en la desesperacción escuché a mi nieta preguntarme, que era lo qué buscaba. Para mi sorpresa lo tenia ella. Ya bestida de chulapa se lo había colocado como una flamenca. Me aproxime y con gran ternura le expliqué donde debía ir el clavel. La emoción de sus ojos al verse tan guapa, sus labios de carmín rojo, a juego con los lazos y los lunares …, estábamos preparadas para ir a la Pradera. Pero antes de marchar le dije: – Una chulapa camina recta y con gracia, sonríe orgullosa de ser castiza y aunque no te he puesto el mantón por ser tan pequeñina, ponte en posicción de jarra y pisa fuerte.
Paseamos por los Madriles, abuela y nieta juntas, nos paramos a comprar un barquillo. Un piropo ¡GUAPAS! de un chulapo con gracia, pues éramos las más chulas, de todo San Isidro.
Ojalá algún día sea ella la que le enseñe a su nieta, lo importante y hermoso que es no perder nuestras fiestas. 

ESTE AÑO SÍ

Nieves Vizcay Cruchaga

Me pilláis repasando el programa sanferminero . Me gusta organizar mis salidas con tiempo y no perderme nada. Conozco mas gente así, incluso crean sus hojas excell sanfermineras que van consultando cada poco.
Yo llevo lustros intentando cumplir con esta programación de la que solo he conseguido asistir a un puñado de actos, pero este año será diferente. Me acompañará mi querida Alexa. Ella no es tan influenciable. Estoy casi segura de que cuando yo me deje seducir por cualquier suceso insignificante pero profundamente emotivo de la calle su susurro me guiará. ¿Seré por fin capaz de cumplir mi agenda? Será una notición comparecer por fin a las citas con amigos, familia y colegas del tendido.
Con entusiasmo explico a mi asistente la rutina de las fiestas. Ella, cual guiri, refleja con monosílabos los hitos de mi rosa de los vientos. “Chupinazo 12:00, encierro 8:00, Comparsa 09:30, procesión 10:00 y en pocos segundos recita la lista completa.
Este año sí que completaré el tour festivo. No importa si me entretengo con las ocurrencias de los mozos o me detengo a saludar efusivamente a los vecinos que ignoro el resto del año, Alexa estará ahí para ayudarme.
 

AYÚDAME, FERMÍN

Noelia Gorbea Garnica

Jo Fermín. Ahora que te veo pasar, te lo tengo que contar. Pero guárdame el secreto. Aunque sé que lo harás, como cada vez que nos encontramos. Casi siempre en tu casa, en esa calle Mayor que hace tiempo te pertenece. Pero que nos desviamos y no es momento. Me he enamorado, Fermín. No he podido evitarlo. Con ese rojo de sus labios y el blanco de su mirada, he claudicado. Y mira que lo dije, y lo repetí. No te dejes. Si le ves, corre como si no hubiera un mañana, sin mirar atrás. O bueno, quizá ligeramente. No vaya a ser que te arrolle. Como los toros por Estafeta. Encierros de par de mañana, con pijama, desayuno y esa tensión que me invade frente al mando del televisor. Pero nada, no lo he conseguido. Imposible. Me he enamorado, Fermín. Loca e irremediablemente. Fue pasar junto a él mientras iba en tu busca, como cada 7 de julio sin excepción, y darme cuenta de que se acabó la vuelta atrás. Por eso necesito que me ayudes Fermín… o bueno, como a ti te gusta, San Fermín. Sabes que confío en ti. Ayúdame. He decidido arriesgarme. Una, dos y… «Mamáaa, ¿me compras a Coletas?» 

SAN FERMÍN, “NUESTRA” FIESTA

Noelia Gómez Martos

Paseo Sarasate, tirando de mi mano, buscando los compases de la música que ameniza a Cabezudos y Gigantes. Extraño pasacalles, lleno de niños con pañuelos rojos, que huyen y ríen de Kilikis y Zaldikos. Tú bailas al son de las gaitas, disfrutas del baile de los Gigantes, imitando sus vueltas imposibles. Bajar a “Corralillos”, ver a los toros que ignoran su suerte y a ti, que contemplas por primera vez su nobleza y belleza. Subir a “lo Viejo”, recorrer la cuesta de Santo Domingo, ajenas las dos a los que van, vienen o se quedan, buscando esta vez los juegos en la Taconera.

Ni una caseta, farolillo o volante me digo, para mí todo es nuevo. Te sigo, tú me guías, esta es tu fiesta, toda de blanco, con tu pañuelico rojo. Y en una peña de dos, organizamos un almuerzo de talos con chistorras, recuperamos fuerzas y a seguir. Paseo entre puestos, en cada rincón una sorpresa; un concierto, un baile, y mamá vamos a las Barracas. Un 8 de julio que se termina, atardece comiendo un helado. De vuelta, mamá me encanta San Fermín… Y a mí, mi pequeña navarrica, si quieres está será siempre nuestra fiesta. 

A SAN FERMIN VENIMOS

Noemi Ponton Hidalgo

Primer día de encierros de nuestra fiesta grande. No son las siete y media de la mañana aún y ya estamos colocados a los pies de nuestro patrón. Todos vestimos de blanco. Nuestras ropas lucen tan puras que podrían hacer destellos entre el público. Lo único de color es el pañuelo y las deportivas que llevamos cada uno; en mi caso también son blancas. Me traen suerte. Los asistentes respetamos nuestros puestos. Nos conocemos la mayoría, aunque siempre hay alguien nuevo: Turistas que se quieren hacer el selfie cantando al santo.
Durante tres veces los mozos zarandearemos los periódicos del día que hemos adquirido de camino al recorrido ante nuestro patrón. Guardamos silencio. Nos hemos saludado antes de llegar al lugar de la estatuilla. Es la tradición impuesta durante años. Ahora somos nosotros y San Fermín, nuestros ruegos, nuestras oraciones para que todo vaya bien en el encierro y durante el año próximo en nuestras vidas y de familiares.
Avanzan las agujas del reloj, es la hora. Nos colocamos frente al santo y comenzamos el cántico que nos da la seguridad de sentirnos protegidos:
¡A San Fermín venimos por ser nuestro Patrón,
nos guíe en el encierro dándonos Su Bendición!

—¡A por ello, chicos!
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

DON ENRIQUE

Néstor Rocha Bustamante

Siete años tenia cuando Don Enrique me llamaba para ver los Sanfermines.
Tiempos en que no todos los vecinos de aquella pensión tenían televisor.
Seguramente yo era su más fiel compañero a la hora de ver todo aquello que el tanto añoraba.
Le encantaba explicarme con su tono español, cómo era los encierros. El peligro de todo aquello y a la vez, el valor de correr delante de tantos toros por calles atestadas de gente.
Me contaba la vez aquella que uno de los toros lo tiro y como se puso en el suelo para evitar las cornadas del astado aquel.
Me miraba con orgullo al ver mis caras de sorpresa, alegría y mucho interés por todo lo que acontecia en los encierros.
Recuerdo hermoso de aquellos momentos, que sin saberlo yo aún, el tiempo, 50 años después, la vida me llevaría a estar hoy, en estas calles, donde aquel hombre vivió y que tristemente tuvo que dejar para emigrar, en tiempos de guerra, a aquel país tan lejano al otro lado del charco y añorar junto a mi, está, su tierra y su fiesta preferida.
Cosas de la vida, yo ahora aquí, añorando esos días felices de Sanfermines estando en los mismos Sanfermines. 

POBRE DE MÍ

Néstor José Pereira Sánchez

Se oye el grito de la multitud, ¡Viva San Fermín, Gora San Fermín!
Los pañuelos rojos se levantan, y es ahí, cuando la veo por primera vez; es hermosa; forcejeo con la muchedumbre para llegar a ella; todo en vano, se ha perdido entre la gente.
Una mañana la vuelvo a ver con las personas que acompañan a los gigantes cabezudos, trato de alcanzarla, pero la pierdo.
Esa noche en el hotel, el insomnio fue mi compañero; su imagen rebotaba en cada rincón de mi mente y afectaba mi corazón.
Tenía que encontrarla.
Durante los días siguientes, la busco, recorro bares y barriadas… todo en vano.
En el último encierro la vuelvo a ver, me lanzo a la calle, corro, me abro paso entre los mozos… Todo es inútil, la he vuelto a perder.
Ruego a “San Fermín” por un milagro.
Llegada casi la media noche, veo su rostro iluminado por las luces multicolores de los juegos artificiales… ¡Está frente a mí!… me mira, sonríe; no soy capaz de moverme y mi boca se niega a pronunciar palabra alguna; la veo irse mientras la gente canta, «Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín»

 

VA DE CUERNOS

Neus Bonet Sala

Ya no puedo más, he rebalado en dos curvas, corriendo entre gente con pañuelos rojos que me volvían loco, y ahora que llegamos a un espacio redondo, no tienen ni un cubo de agua para beber y descansar. Mi hermano, que es muy flemático, ya le ha golpeado a tres con sus cuernos. Pero yo paso, voy a descansar un poco si ese payaso que no para de correr enfrente mío me deja en paz. Y el otro que va con un periódico picándome por detrás, va a recibir una coz si sigue así.¡ Con lo tranquilo que estaba yo comiendo hierba en el prado! 

EUFORIA ROJA

Nickole Gonzáles Mena

El aire se llena de anticipación y emoción mientras todos se preparan para el gran evento. Las pintorescas calles se ven inundadas por un mar de bufandas rojas. En la Plaza de Toros, corazón de las fiestas, se reúnen ansiosos los participantes que esperan la llegada de los animales. La energía aumenta y la tensión se palpa, a ritmo de los cánticos y vítores de la multitud, alimentando su adrenalina.
El sonido del redoble de tambor marca el tiro de salida. Las puertas de madera de la plaza se abren, dando paso a seis magníficos toros que se lanzan a las calles, seguidos de una estampida de valientes que se tiran a la pista. Por las calles resuena la mezcla del estruendo de los cascos y los gritos de júbilo, mientras las criaturas y los corredores corren por las callejuelas empedradas. Se pueden oír los latidos de los corazones imbuidos por una combinación de miedo y euforia, que huyen de las embestidas arrojadas. Entretanto, los espectadores se asoman a las ventanas y balcones, animando a los competidores. Agitan sus pañuelos rojos y animan a las almas. Ese es el espíritu de San Fermín, una celebración de la vida, la valentía y la comunidad.  

SANFERMINES CON ELLA

Nicolás García Díaz

Hace ya seis meses que vivo en Pamplona, seis meses desde que dejé mi trabajo, mi familia, mis amigos y mi ciudad atrás por amor, por ella. En breve empiezan sus fiestas de San Fermín, y no creo que sea lo mismo verlo que vivirlo, y menos, a su lado. Anteayer mismo me compraba mi “pañuelico” para el cuello, y juntos vamos a casa de su hermana a desayunar.
Veo nervios en todas las caras, a la vez que alegría, y algo se me contagia. Las calles están abarrotadas de blanco y rojo, que andan con prisa, casi corriendo en todas las direcciones, mientras avanzamos lo más cerca posible al ayuntamiento. Se acerca la hora, y ya no veo alegría, ahora sólo son nervios y ganas.
Ella, hija de jotero, charanguera y verbenera, más pamplonica que las chistorras y el queso de El Roncal, me avisa para preparar el pañuelo y mantenerlo listo para elevarlo y ponérmelo en el cuello. Se acerca la hora, chupinazo, ¡viva San Fermín!, gritos, saltos, abrazos…
Quizás no sea mi familia, quizás no sean mis amigos, y mucho menos mi soleada y sureña ciudad, pero estas fiestas, los Sanfermines, si son con ella, son las mejores fiestas del mundo.