RE 7


Y dijo un director de escena inglés: “dadme un espacio vacío y os entregaré un escenario desnudo” pensaba el director cuando ordenó cambiar de lugar donde seguir tocando; el grupo, marcialmente formado, siguió los pasos de quien llevaba la batuta. Algunos espectadores fueron acompañando a la formación, querían seguir disfrutando de las delicias de ese primer concierto, llegaron al lugar que le pareció más idóneo y mandó detener a la tropa, todos en su sitio, impertérritos, instrumentos descansando en el suelo, en ese respiro dado por quien ordena y manda, todos quisieron contribuir al festín de las tabacaleras. Las gentes que por allí pasaban, al observar tan singular grupo, hacían un alto y esperaban algo que fluyera y enriqueciera los sentidos y la atmósfera. Transcurrido el descansillo, el director ordenó formar. Cada miembro con el instrumento preparado, el de la batuta exigió disposición de firmes y las bocas en la boca. Una leve señal de ojos los puso en marcha. Los acólitos sin apartar los ojos de sus partituras. Alguno, que había presenciado el primer concierto, comentaba en voz baja que éste, mejor que el anterior. Algún despistado se encogía de hombros; extrañaba este comentario, ¿cómo era posible con instrumentos mudos?


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