Relatos finalistas 4


Hoy seguimos con los textos finalistas del certamen.
En conccreto con aquellos que se quedaron con la miel en los labios, más concretamente con el 4º, 5º y 6º clasificados.
En el caso del cuarto clasificado y dado que el relato fue escrito originalmente en inglés, os adjuntamos también la traducción que de él hemos preparado.
¡Que lo disfrutéis!

4º clasificado:
Blows you away, de Carlos Remón Sanjuan

Five.
He was so skint, though.
-Oh, please, it’s Sanfermin.
He bloody well knew- five euros for a lousy balloon in the shape of SpongeBob. Add up the bubble pistol, the rides, plastic trinkets. He was blowing money fast.
He’d haggled but the man just shrugged- hard times were for everyone.
His daughter’s eyes went misty. He fumbled in his dungarees for some coins but felt instead his flyers with the tear-off strips to put up on walls. But nobody calls. Nobody needs him anymore.
Except her. Stretching out her hand.
He produced the money, reluctantly. At least accompanying the Giants was free.

Then, a miracle-
His daughter loses her grip on the cord and when SpongeBob slips away it is the Giant herself that reaches over and grasps at the balloon, preventing it from blowing away. The Queen lowers her arm before someone notices, the balloon swaying in her clutching hand for the child to collect.
-Joshepamunda got it, dad!
-Sure, love- he concedes.
He peeks at the Queen and spots a hint of a naughty smile on her face.
And her daughter’s. That smile is worth a fortune.
They saunter down the street, spinning around, feeling gigantic.
Like majesties for a while.

Anonadado (Traducción)

Cinco.
Sin embargo él estaba pelado de dinero.
-Oh, por favor, es Sanfermin.
Joder que si lo sabía más que de sobra- cinco euros por un birrioso globo con la forma de Bob Esponja. Añádele a eso la pistola de pompas de jabón, las atracciones en las barracas y las baratijas de plástico. Estaba fundiéndose el dinero a toda velocidad.
Intentó regatear, pero el hombre simplemente se encogió de hombros- eran tiempos duros para todos.
Los ojos de su hija se humedecieron. Hurgó en sus bolsillos buscando algunas monedas, pero solo encontró sus hojas de anuncio con esas tiras recortables con el teléfono para poner en las paredes. Pero nadie le llama. Nadie le necesita ya más. Excepto ella. Estirando su mano.
Sacó el dinero a regañadientes. Por lo menos acompañar a los gigantes era gratis.

Y entonces, un milagro-
A su hija se le escapa la cuerda y cuando Bob Esponja se aleja, es la propia reina quien con un movimiento sujeta el globo, evitando que este vuele lejos. La reina baja su brazo antes de que nadie se dé cuenta, con el globo oscilando firmemente en su mano, para que la niña lo coja.
-¡Joshepamunda lo ha cogido, papá!
-Seguro que si cariño- asiente él.
El mira de reojo a la reina y cree adivinar un esbozo de sonrisa traviesa en su cara.
Y también en la de su hija. Esa sonrisa valía toda una fortuna.
Bajaron por la calle, dando giros, sintiéndose gigantes.
Como reyes por un momento.

5º clasificado:
Encierrina, de Juan Iribas

Lo confieso: antes se pilla al mentiroso que al cojo. No pude dejarlo. Ni acudiendo a Proyecto Mozo. Empecé a consumir siendo menor de edad. Un pico de txiki, otro de vacas y, de repente, pese a creer que controlas, te ves metiéndote droga dura. En punto. Comparto diez segundos con tres toneladas de bravura. Me gusta que me mire un toro. Repito. Así, hasta que mi madre, recién enlutada, me ruega que abandone. “Tienes que dejarlo”. “Prometido, palabra”. “¿Y qué metadona habrá para esto?”, piensas. Pero ni caso… Ya se sabe que puesta la ley, puesta la trampa. Vuelta a empezar. Reincido. Uno más. Otro. Y otro… Sales en la tele. Ese día no me pilla el toro, sino mi madre. Chorreo. “¿Eres hombre para ponerte delante de un toro, pero no lo eres para cumplir tu palabra?”. La droga puede más que yo. La droga me vence. Tripito. Me santiguo. Beso la medalla de San Fermín. Chsssssss. ¡Pum! Empiezo a saltar. Comienzo a correr. Corro. Ya vienen. Corren. Nos tropezamos tres mozos. Caigo al suelo. Me alcanzan. Me convierto en un ovillo con una diana en el muslo derecho. Sin palabras. Sin palabra. Encierrina.

6º clasificado:
Llueve en Sanfermines, de Asier Rey Salas

Cuando aquel catorce de julio paseé por tu húmeda mejilla en dirección al vacío, jamás sospeché que volvería a verte en este lugar, tan lleno de encanto que de todo el mundo vienen a corear el nombre de nuestro santo. Pensé que, tras colarme por las rendijas de una desgastada arqueta, mi destino sería vagar infinitamente por las cavidades subterráneas de Pamplona, en dirección a ninguna parte.
Pero aquel verano hacía mucho calor. El necesario como para evaporarme y remontar el vuelo en dirección a una nube cercana, mientras tú y otros miles ya os habíais marchado de la Plaza del Castillo, resignados a esperar otros trescientos días de hastío y sopor hasta que el jolgorio y la fiesta os inundara los pulmones y los corazones.
Casi un año desde que nos separamos ha transcurrido, y quiere el destino que esta vez los festejos sean pasados por agua. Por miles de gotas de lluvia que resbalan por vuestros rostros extasiados, navegantes de un mar de espuma que crece hasta expandirse por todos los recovecos de la ciudad. Vuelvo, pues, al punto de partida, al lugar donde nací. Quizá ya no recuerdes aquella lágrima que resbalaba por tu cara. Yo sí te recuerdo. Eran Sanfermínes…


4 ideas sobre “Relatos finalistas

Los comentarios están cerrados.