Sebas 5


Sebas L.G. era un chaval movido y bastante travieso (a eso hoy se le llama hiperactivo). Vivía con sus padres y hermanos en la Plaza del Castillo. Estaba involucrado en todo lo que pasaba por lo viejo y fue voz dulce de la Escolanía. Lo cierto es que pasaba más tiempo entre tejados y estancias escondidas de la Catedral, que cantando en la Escolanía. Más de una reprimenda se llevó por estar donde no debía y coger lo que no le pertenecía. Una vez llegado a la adolescencia, empezó a jugar en el C.A. Osasuna y luegoen el Pamplona. Tenía maneras y era habilidoso, pero lo que más le interesaba al bueno de Sebas eran los almuerzos post-partido. Su espíritu libre y su afición al mol y a la calle se convertirían en quebraderos de cabeza continuos para su buena madre. Si a esto unimos su amor por los sanfermines, ya podéis imaginar la de tropelías que fue capaz de hacer.

La siguiente historia me la contó hace un par de años escuchando algo parecido que debió pasar en el Muthiko. Aunque en aquella época (hace 50 años) los controles parentales no eran como los de ahora, la chavalería tenía una hora límite de llegada a casa. Sebas y un colega salieron de los toros acompañando a la txaranga de la Alegría. Después se acercaron al Vicente a ver si se sacaban algo de pasta ganando al mus al hermano del colega. Como de costumbre, se fueron cenados y con el dinero en el bolsillo. Este extra les permitió alargar la noche más de lo permitido y también parte de la mañana. Un amigo de su padre les invito a comer y los mandó para casa.

S.L.G. intuía que su madre no estaría de buen humor así que procuraría entrar en casa con el mayor sigilo posible y rezar para que su santa madre no se diera cuenta. Abrió la puerta e intuyó la sombra de su madre en la cocina. Rápidamente Sebas entró en el salón y salió a uno de los tres balcones que daban a fachada. Allí se le ocurrió ir pasando de balcón en balcón hasta el cuarto de sus hermanas y allí esconderse y pasarse al suyo. Pero la maniobra que empezó, no solo no era fácil si no que también tenía cierto riesgo. Esto es lo que debieron pensar varios mozos de La Jarana que pasaban por allí camino a los toros. Perplejos por la situación empezaron a gritar al mozo para que no se moviera y pusieron la pancarta debajo por si en un mal paso Sebas caía, mientras otros dos corrían escaleras arriba para avisar a los padres de la situación. Cuando llegaron, la madre les abrió la puerta y estos le explicaron que un chico estaba colgado de los balcones. Al ir a mirar no lo encontraron. Los de abajo les hicieron gestos de que se había metido para dentro. La madre corrió a la habitación de Sebas y se lo encontró dulcemente «dormido».

El  habitual buen carácter Clara se transformó en ira y quitándose la alpargata de  Zapatería Moreno le corrió a alpargatazos por la casa mientras el bueno de Sebas huía al grito de: » Que yo no he sido!!! Que estaba durmiendo!!!!


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