Segundo y tercer clasificado


2º clasificado: «Miraculously healed» de Wibo Sefeld

It just seemed a bad dream but it wasn´t. I felt more dead than alive when I was taken to the hospital by the beginning of April. The only living record I´ve got before losing consciousness is the shape of my nurse. —Don’t worry, I´m Fermín, everything will be alright —was the first thing he told me. After that, darkness and nightmares, combined with an altered notion of time dominated by the daily struggle to recover my lungs, devastated by the virus. After three months I finally woke up and the first thing I saw was a crowded Mercaderes bend on the TV screen. The bulls were crashing lightly against the fencing and my heart started to beat faster. The vintage images reminded me of the 70’s when I used to be there in Pamplona. Suddenly, I felt the strength coming back into my body and also the joy of living. I looked around with the anxious wish to thank Fermín for his good care. His colleagues smiled to me mysteriously. Astonished and intrigued, I found out that there had never been someone working with that name…

«La curación milagrosa»

Parecía un mal sueño, pero no lo era. Me sentía más muerto que vivo cuando me ingresaron en el hospital a comienzos de abril. El único recuerdo vívido que conservo antes de perder la consciencia es la figura de mi enfermero. —No te preocupes, soy Fermín, todo va a salir bien— fue lo primero que me dijo. Después, oscuridad y pesadillas, combinadas con una noción alterada del tiempo dominada siempre por la lucha diaria por recuperar mis pulmones, que se encontraban devastados por el virus. Tres meses después desperté por fin y lo primero que vi fue la curva de Mercaderes abarrotada en la pantalla del televisor. Los toros chocaban ligeramente contra el vallado y mi corazón comenzó a acelerarse. Las imágenes antiguas me transportaron a los setenta, cuando solía encontrarme allí, en Pamplona. De pronto, sentí cómo la fuerza regresaba a mi cuerpo, así como la alegría de vivir. Miré a mi alrededor movido por un deseo ansioso de agradecer a Fermín sus buenos cuidados. Sus compañeros me sonrieron misteriosamente. Atónito e intrigado, descubrí que nadie con ese nombre había trabajado nunca allí…

3º clasificado: «Ze birus eta ze birusondo!» de Garbiñe Zabala Zabaleta

Geltokiko pertsianak, jaistean, sortzen duen burrunba oraindik airean dago, ilunpeko itzalak nagiak kentzen hasi direnean. Ile-motots eta Bizardun dira esnatzen lehenak; ondoren, Patata, Napoleon eta Garatxo;  azkena, berriz, Caravinagre. Purrustadaka, isiltzen ez badira, kartoizko buru huts horiei su emango diela mehatxatuz. Gainontzeko kilikiek barre egin diote  lagunaren burutazioari. Eta barre algarek zaldikoak esnatu dituzte. Ez hala erraldoiak eta buruhandiak, horien loa etetea ez baita erreza. Lehenengoek atseden luzea behar dutelako, gorputz garauak  osasuntsu mantentzeko; eta bigarrenak ez daudelako ohituta langile ororen ordutegi goiztiarrera. Baina gaur ez da lotan geratzeko eguna, gaur inoiz baino argiago egoteko eguna da. Hori buruan eta maskuriak eskuan, elkar joka hasi dira garrasi pozgarri artean. Azkenean, zalapartak erraldoiak esnarazi dituen arte.

—Zer da hau? Aurten ez dago festarik! —dio Joshepamundak haserre.

Baina denok dakigu Caravinagre ez dela kukiltzen den horietakoa. Bekokia ximurtu eta hala dio:

—Ze birus eta ze birusondo! San Ferminekin bukatuko duenik ez da jaio! Ez dugu kalean ospatzerik, ezta jendearekin biltzerik ere. Baina bai etxean eta gure artean.

Hitz horiek nahikoa izan dira bihotzean daramaten suziriari su eman eta kalejira alaiari ekiteko: buruhandiak makila eskuan, erraldoiak dantzan eta kilikiak nahiz zaldikoak elkar joka .

Nola dakidan? pertsianaren bestaldetik inoizko gora san fermin itxaronpetsuena  entzun dudalako.

«¡Qué virus ni qué virus!»

El estruendo que provoca la persiana de la estación al bajar sigue en el aire, cuando las sombras de la oscuridad han empezado a desperezarse. Coletas y Barbas son los primeros en despertarse; después, Patata, Napoleón y Verrugón; el último, por su parte, es Caravinagre. Gruñendo, amenaza diciendo que, si no se callan, prenderá fuego a esas cabezas de cartón vacías. Los demás kilikis se ríen de la ocurrencia de su amigo. Y las carcajadas han despertado a los zaldikos. No así a los gigantes y cabezudos, ya que interrumpir su sueño no es fácil. Y es que los primeros necesitan un largo descanso para mantener saludables sus enormes cuerpos; y los segundos no están acostumbrados al temprano horario de todos los trabajadores. Pero hoy no es un día para quedarse dormido, hoy es un día para estar más despejado que nunca. Con eso en la cabeza y las vergas en la mano, han empezado a golpearse entre gritos de alegría. Hasta que, finalmente, el alboroto ha despertado a los gigantes.

—¿Qué es esto? ¡Este año no hay fiestas! —dice Joshepamunda enfadada.

Pero todos sabemos que Caravinagre no es de los que se achantan. Arruga la frente y dice:

—¡Qué virus ni qué virus! ¡Todavía no ha nacido quien acabe con San Fermín! No podemos celebrarlo en la calle y tampoco podemos reunirnos con la gente. Pero sí en casa y entre nosotros.

Esas palabras han bastado para prender fuego al cohete que llevan en su corazón y dar comienzo a una animada kalejira: los cabezudos con el bastón en la mano, los gigantes bailando y los kilikis y zaldikos golpeándose unos a otros.

¿Que cómo lo sé? Porque desde el otro lado de la persiana he oído el viva san fermín más esperanzador que se ha escuchado jamás.