Textos participantes en I Certamen de Microrrelatos San Fermín (XIX) 1


–  Semana de fiesta  –  , Jorge Hawatmeh

Salimos con la furgoneta a primera hora de la mañana desde Vigo. Nos fuimos turnando los cuatro al volante hasta llegar casi a media noche a Pamplona. Al arribar allí ya no había ningún alojamiento disponible por lo que optamos a quedarnos a dormir en el vehículo.

Al día siguiente asistimos al chupinazo ya engalanados con nuestra ropa blanca y nuestro pañuelo rojo, la fiesta no había hecho nada más que empezar. Ese primer día estuvimos hasta altas horas de la madrugada bebiendo rioja sin parar porque el albariño que habíamos traído se lo regalamos a unas jovencitas americanas que conocimos esa noche.

Con ellas fuimos el segundo día de estancia en Pamplona a los encierros, eso sí corriendo a doscientos metros detrás de los toros.

Estuvimos una semana en la que vivimos experiencias inolvidables. Tanto fue así, que dos de los amigos se quedaron ya a vivir en Pamplona trabajando en una cafetería y viviendo en un piso con dos de las amigas americanas que también optaron por quedarse.

Yo, al igual que el otro compañero, tuve que volver para ocuparme del taller donde trabajaba pero con la firme promesa de volver el año que viene.

 

 

–  Desde Finlandia te encontré  –  , Rebeca del Val Moris

Eran las 8:30 y allí estaba yo sentado en el bordillo de la acera…me sentía agotado física y emocionalmente y es que estos días habían sido tremendamente intensos…

Todavía estaba adormilado, acababa de despertarme el bullicio de la gente: cantaban, reían, corrían y mientras me levantaba recordé que hacía dos días que había llegado a esta ciudad, tan hermosa, a festejar los san fermines. 

Me dolía la cabeza, sin duda, la consecuencia de la peste que emanaba por mis poros, y el olor de mi ropa era insufrible. Apoyé mi brazo derecho en la pared, reposando así mi cabeza, sólo para encontrar el norte en mi cerebro e increíblemente me di cuenta que mi mano derecha ya no era igual, había aparecido una S con el dibujo de un pequeño toro haciendo efecto de profundidad. Froté mis ojos pero ese dibujo continuaba allí, me habían tatuado. Un hombre de negocios no puede estar tatuado! Pero ya no había nada que hacer. Recordé lo que había ocurrido los días anteriores, aquella gente maravillosa que había conocido de Valladolid, aquel incidente con el toro que agregó un moratón en mi costado, y aquella preciosa S llegada desde Finlandia…Volví a sonreír.  

 

 

–  Frente a la barrera  –  , David Ramírez

No estoy sólo, me rodean otros como yo, hay espectadores, gente con pañuelos rojos, avispas en el estómago y una gran mirada de miedo. Son muchos, buscando el mejor palco, la mejor barrera, el espectáculo, con los amigos de la infancia, familia, hijos, parientes, extranjeros, desconocidos, todos ellos mezclados en un sólo aliento. El ritmo del corazón se dispara, la tensión aumenta, el bullicio se pierde como un rumor calle abajo. La expectación: máxima. Se oyen vítores mezclados con el eco de la gran fiesta, hay tanta gente que parecen bultos borrosos en derredor. Se acerca la hora, ocho de la mañana, el sol está en su sitio como otros años, siete de julio, hace calor, siento una gran agitación, un fuego por dentro indescriptible, me siento bien, preparado para la gran carrera, los músculos apunto…

preparados, listos, ya…

Es la hora, se abren las puertas…

Atentos, observen con atención, aquí estoy, denme la bienvenida.

600 kilos, piel negra, ojos negros, admiren mi brabura, Soy el toro más deseado. Una estrella en el firmamento de San Fermín, gracias, muchas gracias por venir.

 

 

–  El coloso  –  , Luis Carlos Lapuente

Hay un día en el que suelo flotar. El 6 de junio de cada año, en la plaza del ayuntamiento voy en volandas. Me llevan el chorizo que intentó robarme, el empresario que no me dio trabajo y la chica que me dio calabazas. En el chupinazo todos somos hermanos y ante el grito de “¡Gora San Fermín!” se produce mi desaparición. Se dilapidan los miedos del discurrir del viaje, se entierra lo que de individuos tenemos y nace un ser único, grande, compuesto por miles de pequeños seres que forman un coloso que despierta el sueño de la imaginación y al que le sobran besos. Es una pena que este ser se desintegre todos los años al son de una canción triste, aunque esperanzadora. ¡Pobre de mí! y ¡Pobre del coloso! que ha de irse a dormir hasta que vuelva a resurgir debajo del balcón y se esparza por todo Pamplona durante ocho días llenando la ciudad con su tolerancia y buen juicio.        

 

 

–  El toro valentin  –  , Teresa Buzo

Toro:

Nací bragado y destinado a vivir una perpetua mentira. Yo, toro acomplejado de mi condición bravía decidí aquel siete de Julio salir del toril para siempre. De repente te vi. Lucías camisa blanca sobre tu pecho y pañoleta de pasión colorada en tu cuello. Podrías ser un mozo más, pero yo sabía que tú no eras como ellos. Sin disimulo corrí tras tus pasos para mostrarte mi cara más íntima. Bajo la tarde pamplonesa mi corazón latía, mi boca te aclamaba y mi alma de animal en celo te buscaba. Logré alcanzarte. Te arrinconé contra las tablas…

Mozo:

Sus ojos zainos se clavaron en mis pupilas. Corrí despavorido huyendo de aquel animal que parecía haber perdido el juicio. Otros mozos trataron de quitármelo de encima, pero todos sus intentos fueron en vano. Aquel siete de Julio un toro de bragadura blanca se propuso ser cazador y yo su presa de caza. Logró alcanzarme. Me arrinconó contra las tablas…

Prensa:

Imposible pero cierto:

La bestia aborregada inclinó su cabeza. Su recia cornadura se abalanzó sobre un mozo indefenso. El joven apretó los párpados y los abrió al sentir que el toro le bañaba la cara con lametones de besos.


Una idea sobre “Textos participantes en I Certamen de Microrrelatos San Fermín (XIX)

Los comentarios están cerrados.