– Toro – , Borja Lezaun
El sol ha salido hace a penas un rato. Voy a levantarme: oigo gritos y ruido. Así no se puede estar tranquilo.
Ha parado el jaleo de repente. Una explosión. Están abriendo las puertas. Voy a salir corriendo, como los demás. Aquí no me quedo. No hay vuelta atrás. Hay mucha gente; todos murmullan y gritan. Corro sin saber a dónde: aquí no me puedo quedar. La gente también corre. Todos huyen de algo, no se de qué, pero hay que huir. Si hace falta empujaré o pisaré al que se ponga en mi camino. Todo recto. Ahora hacia la izquierda. Luego derecha. Los demás se van quedando atrás, con los veteranos. Todo es tan extraño. Tengo que entrar ahí, parece el único camino.
¿Qué es esto? Hay muchas personas mirando y gritando. Este sitio no parece tener salida… Parece ser por ahí.
Al fin un sitio que parece seguro, sin gente al menos.
Espero. Ahora llegan los demás, con los que huí antes. Volvemos a estar encerrados.
Acaban de abrir una puerta, pero esta vez sólo saldré yo. Otra vez el mismo sitio de esta mañana. Aquí abajo, conmigo, ahora solo hay un hombre. Creo que quieren que peleemos.
– En Pamplona por San Fermín – , Aingeru Etxeberria
Pamplona 5 de Julio a las 22,00 horas. Anochece en una ciudad gris y monótona. Pamplona 6 de Julio. La ciudad cambia completamente y se convierte en una ciudad bicolor; sólo hay rojo y blanco. Riadas de gente inundan las calles. 12,00 horas estalla el chupinazo y empieza la fiesta, el baile. Todo es alegría y diversión. Todos somos amigos y todo se comparte. Llega la noche, pero ésta no es oscura, se ilumina al son de los fuegos artificiales. La fiesta sigue toda la noche y a las 7,30 horas comienzan los nervios. Son los previos del encierro, nervios y cánticos al santo hasta que estalla el cohete y los nervios se transforman en adrenalina en estado puro. Empujones y codazos para hacer una buena carrera. Hoy ha estado bien, ni un rasguño. Tiempo de reponer fuerzas con un plato de ajoarriero mientras llega la hora para ir a la procesión. Allí los gritos y carreras comienzan otra vez. Otro encierro?, no; son los kilikis persiguiendo a la chavalerïa. En el tendido el jolgorio es constante y con las charangas sigue la fiesta. Amanece el día 15 y la ciudad vuelve a ser multicolor. YA FALTA MENOS… GORA SAN FERMIN
– El tropezón del encierro – , Bernardo Michel
Una cabeza, una cola, una pata. Pedazos de un toro desparramados por la adoquinada calle de Telefónica. Una multitud de sanfermines indignados y vituperando. <<¡Joder!>> <<¡A la mierda!>>
Para Bartolomé y Santiago el Encierro era una tradición cargada con el peso de la sangre, dispuestos a darlo todo por estar puntuales a las ocho del día en el corralillos de la cuesta de Santo Domingo. Pero ¿por qué no romper un poco la habitualidad de la fiesta?
Bartolomé y Santiago, uno chaparro y el otro alto, siempre corrían a la misma velocidad. Competencias de un invariable empate.
La mañana del nueve de julio, Beatriz y Gabriela, sus respectivas mujeres, se sorprendieron de ver que los héroes de sus noches no estaban en la cuesta. ¿Cómo podían faltar a tan arraigado evento?
Dan comienzo el recorrido y los toros salen rápidamente. En el tramo de Telefónica, una mujer vocifera: <<¡Esas no son pezuñas!>> Un corredor se tira, hace tropezar al animal y ¡zaz! Bartolomé y Santiago, uno del trasero y otro del frente, aún con partes del disfraz, huyeron de la enardecida muchedumbre
Me gusta el tercero; ha sabido buscar humor en un acto al que siempre se le encuentra sangre y dramatismo. Bienvenida sea la originalidad.