ESTALLIDO, Noa Ares Peon.
Sonó un estallido. Miré a mi alrededor. La gente corría dirigiéndose al final de la calle, miré atrás y vi las caras desencajadas, corrí.
Sentía el fluir veloz de mi sangre bombeante, la respiración entrecortada, la adrenalina desprendida en el aire. Sentí miedo.
Corrí intentando no tropezar, mirando atrás para no perder de vista a nuestros perseguidores. Esquivando por veces la marea blanca y roja. Mis piernas no daban más de sí, temía no poder llegar a la plaza, pero no podía detenerme, era peligroso.
Vi la puerta de madera al girar la esquina, me faltó el aire, miré a lo lejos un repecho en la pared, me dirigí veloz a aquel lugar y justo cuando llegué a aquel pequeño hueco, el gigantesco cuerpo de aquel morlaco rozó mi espalda… casi pierdo el equilibrio, pero mis temblorosas piernas lograron mantener el tipo.
Entré tras ellos y vi como un estallido de júbilo inundaba la plaza.
El encierro había sido precioso, un éxito. Sonreí, cansado y feliz.
Una lágrima se asomó coqueta a mis mejillas…miré a mi alrededor y pensé que aquel sentimiento no se podría vivir de ningún otro modo. Los San Fermines se habían instalado para siempre en mí…
UN DÍA RARO, Fernando de Morais Castro Santos
Escucho y todos son gritos a mi alrededor. Abro los ojos. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? Ya recuerdo, iba corriendo junto a esos chicos y de pronto me tropecé. Voy a ver si les alcanzo de nuevo, aunque parece que la caída me ha afectado más de lo que pensaba, ¡me duele todo!
¡Será posible! Alguien tira de mi y otra vez al suelo. No pasa nada, esta vez dos amables jóvenes con unos pañuelos atados al cuello me ayudan a ponerme en pie de nuevo. ¡Ahí viene más gente! Qué amables son, pero cuando me dirijo a agradecérselo vuelven a correr. ¿Estarán huyendo de algo? No lo entiendo, si yo no veo nada más que gente y más gente corriendo, y no parecen peligrosos. Al contrario, se les ve muy felices.
Mira, ahí está mi familia. Será mejor que me vaya con ellos, que parecen ser los únicos que saben hacia dónde van, y que corramos a nuestro ritmo, juntitos y en buena compañía hasta la plaza esa que se ve al final de la calle, a ver si allí me entero de algo.
En serio, a veces pienso que si no fuera un toro, todo sería distinto.