Textos participantes en I Certamen de Microrrelatos Sanfermin (III)


–  BUFIDO SANFERMINERO  –  , Amaia Biain Ciganda

El trayecto fue largo y pesado. El calor acumulado en el interior del camión nos había dejado adormecidos, pero las moscas nos despertaron justo a tiempo, a la entrada de Pamplona.
Habíamos recorrido el país de sur a norte, con la esperanza de que la temperatura bajara a medida que nosotros subíamos. Ingenuo de mí. Era julio y nuestro traje azabache atraía el sol con la misma fuerza y bravura que irradiábamos mis colegas y yo. De pronto, escuché el estruendo de un cohete y las puertas traseras del vehículo se abrieron de golpe. Huimos en estampida, avanzando nerviosos y expectantes, sedientos de fiesta y con el apetito recién abierto al advertir el olor a churros con chocolate. Por arte de magia, la muchedumbre surgió ante nosotros entre vítores y aplausos. Un hervidero de mozos vestidos de rojo y blanco corrían a nuestra vera, inquietos y exaltados como si de nosotros dependiera la diversión. Derramando la vista al frente, seguí mi camino y les agradecí aquella bienvenida con un enérgico bufido.
–  IREMOS DE BLANCO Y ROJO  –  , Raúl Lasa Calle

Me habían dejado solo en el tren, sin un duro y con un cartel que decía: «Búscanos, vamos de blanco y rojo». Muy propio de mis amigos en las despedidas de solteros anteriores. Dejarle al que se casa con el culo pelado y sin un duro y que se busque la vida. Me relajé en el tren y me dormí.
No sabía adónde iba. Esperaba que no me la hubiesen liado mucho. De repente desperté y oí mucho ruido. No estaba en el centro de la ciudad. Me dirigí al centro y cuál fue mi sorpresa cuando vi que todo el mundo vestía de blanco y rojo e iba borracho. Cómo iba a encontrar así a mis amigos.
 ¡Y me casaba al día siguiente! Me apuré al principio, pero luego opté por relajarme y dejarme llevar.
Música, vino, bailes, alegría y unas ganas de juerga que parecían no tener fin. La ciudad no parecía muy grande. A alguna hora acabaría por encontrar a mis amigos. Pasaron las horas y alguien me dejó un móvil. Hice una única llamada y dije: “¿Te importaría casarte en Pamplona?”
–  TORERO  –  , Analia Bosch

Entré en la arena un poco rápido y desesperada, con mi pasado a cuestas. Allí estabas esperando, torero.  La gente se calló de pronto, o quizá siguió hablando; da lo mismo pues dejé de escucharlos captada como estaba por tu presencia.

Sobreviviré, eso me decía a mí misma en el momento en que te arrodillaste. Y fui avanzando despacio atraída por la belleza de tu capote.

Tú sí que desatas pasiones en el rito del arte y de la muerte.

No me des la espalda que me confundes, mírame arrastrando los sueños sobre la arena caliente.
Tenía tanto que contarte, y tu capote se esfumó dejando ante mí un espacio vacío.

No te escapes torero que te he vuelto a ver. Envuélveme en el rojo  y quiera el destino que confundiendo tu capa con mi vestido lo levantes liviano y me quede frente a ti sólo con mi piel.

Vamos torero, que si no me atrapas tú a mí, lo haré yo. Y cuando menos lo espere detén el estoque en el aire y mátame con un beso, derramando amor en esta arena.