– El camino de unos cuernos – , Antonia Bueno
No hay duda, viene a por mí.
La Estafeta se hace alarido de sal con ribetes de sangre. Todo queda en suspenso. Yo le miro fijamente. Él me devuelve la mirada, esboza una mueca torcida y arranca. Le veo venir sin inmutarme. Los cuernos, decididos, siguen su camino. Sonrío. El morlaco también, mientras corre sin sosiego en busca de su destino. O sea, yo.
Mis amigos llevan años mareándome con la tabarra de los Sanfermines. Así que, al fin, me he decidido. Tengo que reconocer que llevaban razón, son flipantes.
Me como la última palomita. La película está a punto de terminar. Lo sé porque estuve ayer. Necesitaba sentir otra vez la Fiesta, experimentar una vez más la embestida desde el lienzo gigante. La sangre galopando frenética por mis venas, el corazón bombeando ansioso… Sí, lo confieso. Llevo un mes viniendo a verla.
¿Por qué ahora esta punzada en mitad del pecho?… ¡Dios mío! ¿Un infarto?…
Pegado a mí, resoplando ya en mi rostro, el morlaco se ríe enseñando su dentadura podrida. Los cuernos han alcanzado su objetivo.
Mira que se lo dije a mis amigos. Este es un deporte de alto riesgo…
– Pobre de mí. – , Salvador J. Tamayo.
La calle olía a vino, sudor y sangre. Desde el balcón, en mi apartamento del centro, se oían las pisadas, las carreras, los lamentos y las cornadas. No podía darle más volumen a la radio, no quería escuchar lo que se cocía abajo aunque no pude evitar oírlo. Mi pañuelo está en el mismo lugar en el que lo dejé hace siete años, atado en la Iglesia de San Lorenzo. Siete años sin correr, siete años aburrido, casi había olvidado lo que significaba jugársela por una cornada. Estaba decidido, bajé como pude, con más quebranto que otra cosa y salí por la puerta. El segundo encierro estaba a punto de empezar, detrás de mí sonaba el leve el rumor de los vientres de las bestias, mi cabeza cantaba «pobre de mí» y tan sólo deseaba que mi silla de ruedas corriera más que ellas.
– El fuego de Pompaelo – , Nicolas Paz
Las piernas tensas, el pantalón blanco impoluto y los pies tintineantes como los de una bailarina a punto de salir al escenario. Un coro de voces que luego serán sólo piernas se encomienda bajo la imagen del santo. La procesión de los imprudentes avanza con el silencio de su bravura. Desenvaino el alma engullida entre la espalda y el tórax. Las bestias huelen el instinto del rojo dispuesto. Las piernas me siguen: vienen detrás, voy delante. Son las zancadas del miedo abriéndose paso entre las piernas, los brazos, los cuerpos y las bestias. El fajín rojo se engancha en los pitones del toro. El animal desgarra con gesto triunfante el trofeo de su victoria. Me despego con la sutileza de un sastre y deshago la valentía acumulada tras la barrera. Él gana, yo gano. Los tribunos de la plebe claman ante los nuevos titanes. Hoy el fuego eterno de los dioses del tiempo ha sido robado por los hombres de blanco y rojo.
– Siempre hay un primer recuerdo en blanco y rojo – , Jorge Rodriguez
Son las 12:03 del 6 de Julio de 2005, hace pocos minutos que escuche un “boom” seguido de otros cuantos; ahora una locura se palpa a mi alrededor, estoy saltando, no se porque pero lo estoy haciendo, aquí a mi lado mis amigos cantan “agua, agua” tampoco se porque pero enseguida me cae un cubo de agua y empiezo a entender algo mas, no me hace mucha gracia porque hace frío pero no pasa nada estoy en una nube y empezamos a caminar, no llevamos ningún rumbo pero pronto me doy cuenta que nadie lo lleva así que me limito a disfrutar lo que esta pasando…
Es un recuerdo con tonalidades blancas y rojas pero que esta en mi cabeza de primer 6 de Julio en Pamplona.