ASI LO VIVO YO
Jessica Andrea Vargas Sánchez
Ketchup, mostaza, un poco de colorante, harina y el toque final, zumo de pepinillos y acetunas. Agitamos y listo. Agua por aquí, vino por aya, harina y huevo y de todo lo que pueda manchar. Preparando el pañuelo bien atado en la muñeca cantando y saltando esperando el gran lanzamiento. Ese estruendoso sonido que anuncia el comienzo de 204 horas de pura pasión que desatan cada uno de los pamplonicas. Blanco y rojo es lo que llevan en la sangre, cada año con el Diario en la mano y su patrón en el corazón guiándolos siempre y con su bendición. Ocho grandes fieras recorren a 25km/h las viejas calles de la ciudad. Todos deberían sentir este cosquilleo en los pies al ver tus amigos correr. Sin embargo no todo es adrenalina, hay también ancianos disfrutando del sol acompañados de las sonrisas de niños jugando con los gigantes y cabezudos. En mi opinión no podrían llamarse fiestas sin la participación de las peñas pamplonesas, las dianas, los alguacillos y nuestra Coral de Cámara. Pobre de mi que ya todo acaba aquí. Mil gracias Pamplona por ser mi hogar, gracias a ti San Fermín por hacer de él un lugar más especial.
LA CANTERA DE SAN FERMÍN
Diego Marín Galisteo
Cada año repito el mismo ritual al comienzo de las fiestas. Me acuesto pronto la noche anterior al primer encierro, con los nervios dando vueltas conmigo en la cama, y me levanto temprano para tomar un poco de leche con cacao que me ayude a activarme. Empiezo a visualizar el recorrido mientras me visto con mi traje de pamplonica. Le doy un beso a mi madre, que para entonces ya lleva un rato despierta, y me despido de ella hasta después de la carrera. Mis hermanos no comprenden que me ponga así por algo como esto, y apenas reparan en mí. En el fondo lo agradezco, porque en esos momentos necesito concentración y soledad. A las ocho menos cuarto, el periódico enrollado es ya una prolongación de mi brazo, agarrado con fuerza, como si sujetarlo de esa manera me protegiera del peligro. Aunque para eso está él, San Fermín, a quien cinco minutos antes del lanzamiento del cohete todos los corredores le hacemos el primer cántico para que nos dé su bendición. Incluso a través de la tele lo siento a mi lado, listo para salir corriendo por el salón de un momento a otro.
204 METERS
Tim Pinks
San Fermin. El Encierro. The Bull Run. My destiny…They say I will not die today. But they don’t know…my destiny. I run. 850 meters. But there comes a time when I will run 204 perfect steps. The cobbles. Adoquines. With…everyone. Panic, pandemonium, paradise. Santo Domingo, Mercaderes, La Curva…Estafeta! Un callejon de cemento. Por fin, luz…Telefonos! Muchissima gente! So many people…And I’m still alive. The tunnel…el callejon…no room…but somehow, I make it…sand…noise…fiesta…a fiesta without equal. More people than I have ever seen…83. And yes, I am still alive. But my destiny…The Bullring. Crazy, alive,still living…but I make it to the other side. Pamplona is another world. But my world will soon be over. Why, you may ask…because I am not you, or like you. Because I am special. Royal, proud and born for this. Because although I run with you, I am not of you. I am bovine, but also a brother of yours. I am a bull. A toro bravo…a fighting bull. Pamplona Royalty. Born to fight, and born to die. And for me, to do this in Pamplona is so special. It’s a life without equal. And now, for me and my life…ya falta menos. Viva San Fermin! Gora!