VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


UN SAN FERMÍN DIFERENTE

Maite García De Vicuña

Hacía más de cuatro años que Xabier había comenzado su aventura africana y, ahora, por primera vez en todo este tiempo, regresaba a su ciudad natal. Imposible haber elegido mejor fecha, un 7 de julio, San Fermín.

Como buen pamplonica se vistió de blanco, ató su fajín a la cintura y se puso el pañuelico rojo al cuello. La ciudad, las fiestas, e incluso las gentes, le parecieron bien distintas a cuando las dejó. O tal vez solo fuera él quien había cambiado, pensó. Recordó con añoranza las sonrisas de los pequeños de la aldea. Los echaba tanto en falta que decidió despejarse e ir caminando hacia La Estafeta. Poco después, el cohete estaba a punto de explotar, los mozos coreaban el tradicional “a San Fermín venimos” y él descansaba apoyando los brazos sobre la valla.

Hoy no correría el encierro como sí lo había hecho en otras ocasiones, con la adrenalina recorriéndole el cuerpo. Estalló la primera salva. Instintivamente sus manos protegieron sus oídos del restallido y un sudor frío le empapó la camisa, mientras sentía el muñón de su rodilla mordiéndole de dolor. Años antes había logrado salvarse de alguna cornada, pero no había podido librarse de la mina que alguien dejó.

EL DESTINO

Jose Ricardo Lopez Fraga

9 de Julio 2011, Ricardo esta de vacaciones en Galicia, en Foz, su pueblo, su buen amigo Marcos acaba de recibir una oferta de trabajo en Pamplona, invita a su amigo que le acompañe…este receloso no se anima hasta que se da cuenta que es san Fwrmin. Decide acompañarlo, y vivir un par de dias de la grandiosa fiesta… Ya en Pamplona,.sucumbe a la ciudad y su fiesta, mientras espera a su amigo lee el periodico y encuentra una oferta de trabajo q le gusta. Aprovecha y se presenta. Hoy 30 mayo 2014, va a por su 14 Sab Fermin.

INAGOTABLE LUZ

Benito Gonzalez Garcia

En las vísperas, no cesaron de llegar a mí los eternos murmullos de la grandeza.

En los desolados prados balaban tristes los corderos, conociendo mi destino y la gloria de la batalla inquietaba la luna.

Ya no se, si se gano o quedo perdida. Ni si el yaciente ahora a mi lado, era toro amigo o enemigo, solo pude ver los rostros alegres de los humanos festejando el gran día.

Pero con nitidez recuerdo que entre las calles, San Fermín modulaba los movimientos de mi carrera, y un venturoso viento de julio me traía su imagen feliz.

Presiento que la noche pura espera que se agote este dolor inmenso que rompe mi corazón, el santo quizá me elevara al verde de sus prados eternos.

La irisada tarde parecía dejar sus lágrimas de lluvia en aquel valeroso Uro.

De los rayos de una inagotable luz llego San Fermín. Acercándose al animal le susurro al oído:

“Ven, amigo Toro, has cruzado el abismo de la grandeza para honrar con mi pueblo, mi humilde recuerdo, mereces ser parte de la fiesta eterna de nuestra Pamplona”