VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL ESTORNUDO

Cesar Romeral Lopez

Los primeros rayos del Sol se reflejan en el Arga. Con paso tenso cruzo el puente Rochapea. Voy con los ojos cerrados. Sigo el sonido de las zapatillas que me preceden. Un poco más de cuesta y llegaré a mi destino. La marea humana se concentra a ambos lados del recorrido. Estoy atónito. Alzo los ojos y leo » Cuesta de Santo Domingo». Sigo caminando hasta la Plaza del Ayuntamiento. Me mezclo entre la gente.
Un cosquilleo empieza a apoderarse de mí. Clavo mi mirada en un mozo vestido de blanco impoluto, faja roja, zapatillas deportivas, lleva un ejemplar del DN en su mano derecha, no debe pasar de los veinte años, pero su rostro revela tensión. ¿Reza? Su mirada cruza desde el suelo al cielo. El murmullo se apodera del gentío apoyado en los tablones. Un estruendo invade el espacio, provocando un movimiento acelerado en los espectadores. El comienzo del encierro, mozos mezclados con los toros, está cerca. Sus rostros expresan un frió sudor. La cuesta se hace eterna. ¡Maldición!, que estornudo más inoportuno. Levanto los ojos y pregunto con ingenuidad ¿Dónde están los toros? –Ya han pasado, responde un señor. ¿Entonces? – Tendrá que esperar a mañana. ¡Mañana seguro que no estornudaré.

EL GUSANILLO DE LA FIESTA

Alba Martorano Oliver

Desde la ventana del hospital miro hacia la ciudad. Los cohetes, y la alegría de la fiesta invitan a participar. Es la primera vez que estoy en Pamplona y coincide con San Fermín, la festividad norteña más universal.
“Universal, patria, una… me suena a lección casi aprendida.”
La expectación me conmueve, y quiero acercarme, quiero ir de blanco y pañuelico rojo para adentrarme en la orgásmica algarabía a la que toda yo me siento arrastrada. Sin embargo, vuelvo la vista a la cama en la que dormita Edu, mi chico guapo, mi amor primero, en estado casi comatoso. Fue por un resbalar de la moto, en una mancha de aceite de una aciaga carretera. No me atrevo a dejarlo. Sé que él no va enterarse. Sé que la conciencia juvenil que habla y frena la ambigüedad del hecho, puede ser en extremo laxa. Pero San Fermín, vestido de gala, inunda de voces el miedo invisible y atávico que pasea por mis emotivas neuronas. Así que me quedo en la barrera del tendido. A lo lejos los destellos pirotécnicos iluminan el cielo, a lo lejos el patrón, un año más, ríe lleno de satisfacción como un niño. Yo rezo, Edu sana.

SEGUNDA OPORTUNIDAD

Sara Sola Soria

Tal como Oier esperaba, aquella noche había superado sus mayores expectativas. Había festejado durante más de doce horas, y después de una última copa se disponía a hacer la carrera de su vida. Tras el gran estruendo, arrancó con todas sus fuerzas, huyendo de seis fieras bravas como si no hubiera un mañana. El sudor corría por su frente de manera atrevida, y con el mismo atrevimiento él se abalanzó sobre un adoquín que le hizo caer al suelo. Cegado por el miedo y la imprudencia, alzó su cuerpo de nuevo para volver a la carrera cuando otro compañero no pudo esquivarle. El más bravo lo embistió, y entregando su vida entre la muchedumbre, evitó un final desafortunado para Oier. Nunca pudo perdonarse que, por falta de prudencia y exceso de cansancio, un ángel puso entre el toro y él a un ser inocente que le concedió una segunda oportunidad.