ALGO MÁS QUE DESEOS IMPOSIBLES
Sara Mendizabal Rodrigo
Todos los años viviéndolo, veinticinco, sin excepción.
Las 8 de la mañana, suena el despertador. Los pelos como escarpias, la ropa preparada, las hormonas disparadas. Hoy es el día.
Se acerca el momento, los nervios a flor de piel. Es lo mismo pero es diferente. Lo tengo que hacer, lo deseo con todo mi corazón.
Vamos recorriendo las calles, el grupo se divide entre los que sí y los que no. Este año cambio de bando, me adentro en el tumulto. Una mezcla de emociones me invade por dentro, estoy entusiasmada, decidida y acongojada al mismo tiempo. Disfruto de cada detalle, los rostros, el color, el bullicio…
Estoy aquí, todo se ve diferente, se siente diferente.
Comienzan las apreturas. La plaza se mueve en una danza caótica y armoniosa. El aire se vuelve tórrido, me falta el aliento y en cada bocanada percibo una mezcla de sudor, alcohol y bochorno. La marea me lleva, el agobio se incrementa, el tiempo se detiene… y en un mágico instante la plaza estalla y yo con ella.
Una experiencia que nunca repetiré, que nunca olvidaré.
Ahora me queda el encierro. Porque la fiesta hay que vivirla y hay deseos que la pasión convierte en obligaciones.
EL DIABLO
álvaro Morales Collazo
El diablo
El pastor se alejó de los árboles de la marisma rumbo al camino. Detrás de él, las luces del festival acariciaban el cielo.
Miró con gesto aterrado la espectral cabalgadura que pasaba, pero se arrimó hasta casi rozarla.
-Señorita, se que usted ve a un caballero hermoso encima de un blanco corcel- dijo mirando hacia arriba- Se que le ha dicho que la llevará a un brillante e inmenso castillo donde prometió hacerla su reina. Sepa que eso es mentira. La está llevando al infierno.
-Ya lo sé, buen pastor- respondió la muchacha.
-Pero el corcel es una bestia de tres cabezas, y el caballero, es el diablo.
-Ahí se equivoca, buen señor.
-Pero… ¿cómo lo sabe?
-Lo sé porque el diablo, soy yo.
EL NIÑO DEL «ENCIERRO»
Robert Gustavo Herrera Rocha
Recuerdo aquel día en Pamplona (España) en 1991, en las Fiestas de San Fermín. Entré al “encierro”. Era todo un derroche de adrenalina. “Esta gente sí que sabe divertirse” pensé. En medio de aquella locura pude divisar a un niño delante mío, seguramente se había “colado”. Traté de alcanzarlo antes de que algún toro lo arrollara, pero increíblemente no pude, el niño fue el primero en terminar el recorrido. Cuando salí de aquella carrera, pude observar al niño “colado”. Me acerqué y le dije que eso era muy peligroso, pero también le dije que era un niño muy veloz. Me contestó que había entrado allí por accidente, que estaba huyendo de su padre que pretendía castigarlo y que no se dejó alcanzar de mí, porque Yo me parecía a su padre. El padre del niño que observó toda la acción me prometió que no castigaría al niño, sino, que por el contrario lo inscribiría en una escuela de atletismo. Me comentó también que habían llegado procedentes de Loret del mar por un empleo que le habían ofrecido en Pamplona. Me despedí del señor y antes de irme le pregunté al niño: -¿Cómo te llamas campeón?- El chico me respondió sonriendo: -Ángel Mullera señor.-
Que gran satisfacción leer un micorelato de mi inspiración en tan importante página.