VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


A LAS 12 DE BLANCO

Maria Reina Vidal Perez

Después de un desayuno copioso y radiantes con nuestro atuendo blanco y rojo, emprendimos camino hacia el ayuntamiento, planes, ilusiones y emociones estallaban en mi cabeza… eran casi las 12 del mediodía y la fiesta estaba a punto de empezar.
Ya en el centro, una marea blanca iba arrastrando mi cuerpo de un lado al otro, en un momento y sin saber como, aparecí en el ayuntamiento en medio de una cuadrilla de extranjeros, perplejos y exaltados. Sentí rabia e impotencia ¡todos mis planes cambiaban!
Sólo pensaba que 8 días mágicos estaban a punto de empezar, cogí el pañuelico en las manos y comencé el ritual, ¡Viva San Fermín!, ¡Gora San Fermín! y… ¡¡PUUM!!, la fiesta comenzó y me dejé llevar.
Son días predestinados a ser felices, donde se abren los corazones, donde sin esfuerzos compartes las alegrías y las emociones con el resto, días de convivir y disfrutar las fiestas.
Hoy, 3 años más tarde, he quedado con el extranjero que me engatusó, a las 12 y vestida de blanco. Pero esta vez para decirnos, SI QUIERO.
¿Destino?, ¿Casualidad?… Yo, no lo sé. Sólo sé que me dejé contagiar por la magia de los SanFermines.

TE DESEO

Pablo Espina Puertas

Simbiosis: toro y corredor fusionados en dialogo mudo de coexistencia. Esperándose. Convirtiendo la subida de palpitaciones, ante la proximidad, en sinfonía celestial.
Persecución elocuente. Susurrándose. El negro intentando alcanzar al blanco – con el rojo ceñido – y éstos arrimándose al zaíno, estableciendo una gama desgarradora, sobre todo si brota el rojo.
Deseo vehemente. Dos en uno. Embistiendo instintivamente el uno, anhelando el clímax de los cinco pasos entre la cornamenta, el otro.
Búsqueda mutua acudiendo prestos a la cita, invitados y separados por una simple hoja de periódico.
Atracción perdurable. Plasticidad en la embestida y del quiebro en la carrera. -¡Qué se detenga el tiempo!- petrificando el instante en escultura renacentista: inseparables la Piedad y su Hijo, toro y corredor. Asentados eternamente en peana de mármol.
Desamor. El paso del adoquinado al albero certifica la separación. Predestinados ya: uno, el toro, abocado a la suerte de los tercios del atardecer; lanceado y adulado por su bravura, esperando el descabello en el testuz, desclavando Cupido la puntilla donde antes hubo una caricia; el otro, el corredor; compartiendo, con vanagloria su hazaña y con mucha nostalgia romántica.
Despedida.
– Te deseo. No quiero separarme de ti.
– Yo también te quiero – asiente el toro.

AQUELLAS FIESTAS

Iñigo Vizcay Eraso

Se encontraba sentado frente a San Lorenzo.
Sus manos colgando del bastón.
Hablaba solo.
Recordaba tiempos pretéritos y cómo había disfrutado hasta la extenuación de sus fiestas. Hoy en día el gentío le agobiaba, la algarabía le aturullaba, la música le atronaba y únicamente ansiaba un poco de paz y tranquilidad. Ahora allí, daba gracias por ese año más mientras veía a los mocetes jugando y corriendo delante del Zaldico y los cabezudos. El más buscado era “Caravinagre” que entre carreras repartía vergazos entre los rapazuelos que le decían de todo.
¡Tan diferente! ¡Tan igual!
La alegría y la ilusión brotaban de las gargantas de todos ellos.
Sus ojos miraron al cielo.
Había estado en el “momentico” de la procesión y -como siempre- un nudo en la garganta le había llenado de emoción.
Una lágrima brotó de sus ojos opacos.
¡Cuántos años disfrutando de esas fiestas!
¡Cuántos recuerdos!
¡Cuánto amor compartido con ella!
¡Cuánta vida y cuánta felicidad!
Unos gritos le devuelven al mundo.
¡Abuelo!
¡Llévame a los caballitos!
¡Vamos a las barracas! mientras una mano pequeñica se posa sobre las suyas y entonces sale su “PTV” contestando: ¡Vamos, pero sólo una vuelta! ¡Qué criatura!
¡Qué terremoto!
¡Qué vitalidad!
¡Qué envidia!
¡Pero… qué majica mi nietica!