VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


VEN Y SIÉNTELO

Lourdes Arroyo Arias

Ahora que la edad ya no me permite aventurarme delante del morlaco, rememoro con serenidad todos los San Fermines vividos. No es raro encontrarme transitando el recorrido del encierro reviviendo sensaciones difíciles de explicar…..se apoderan de mí…..me transportan…..Aquellos días me preparaba para la carrera, pocas veces duraba más de cinco minutos, sin embargo, perdura para siempre en uno. Me acercaba para ver los toros que al día siguiente harían su entrada en la plaza, sentía algo mágico, mis ojos se clavaban en los suyos, momento de éxtasis, de comunión, sabiendo que me jugaría la vida, que tal vez cayera oyendo el silbido del asta cortando el aire, asta que podía cercenar mis carnes y encontrar la muerte, pero eso era banal, la atracción que ejercía sobre mí formar parte de ese momento anulaba todo, me sentía vivo con tanta intensidad que año tras año allí estaba….y aunque San Fermín no es sólo encierro, San Fermín es una Plaza del Castillo abarrotada de gente en espera del chupinazo, preparada para vivir con alegría su fiesta, la fiesta de todos, unión de pueblos, culturas y lenguas,aunque San Fermín es todo ésto y mucho más,ven y siéntelo.

RECUERDA

Yemila Saleh Fraile

Despierto. La luz de la mañana acaricia mis ojos y parpadeo confuso. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? Lo último que recuerdo es una sangrienta emboscada y una asfixiante huída por el bosque con las balas silbando cerca. Luego, en mi cabeza se abre un gran agujero negro. Me incorporo. Me han puesto un pijama blanco y me han lavado. ¿Por qué? Me levanto. Miro a mi alrededor y descubro que estoy en una habitación pulcra y desangelada. Intento abrir la puerta, pero está cerrada. No sé cuánto llevo aquí, pero esto no es el típico calabozo sucio del enemigo. Y no estoy atado ni amordazado. Hay una ventana, no tiene barrotes, y cuando voy a mirar por ella, escucho voces y pasos acercándose. Mis captores. No tengo mi fusil. Si fuera religioso, rezaría. Me resigno a mi suerte. Pero cuando la puerta se abre, me quedo helado, porque aparecen dos críos sonrientes. Uno lleva una bandeja de desayuno y el otro un pañuelo rojo. El primero posa la bandeja en una mesilla y el segundo me coloca el pañuelo alrededor del cuello diciéndome: “Buenos días, abuelo. Hoy nos dejan sacarte por ser tu fiesta preferida, ¿recuerdas?”. Y entonces, recuerdo, y exclamo: “Gora Sanferminak!”

UNOS SANFERMINES LOW COST

Miguel Angel Molina Jiménez

Tecleé en Google dos palabras: Couchsurfing y Pamplona. Tuve suerte de encontrar un sofá a coste cero, lo que se ajustaba a la perfección a mi nulo poder adquisitivo, no más de seis o siete euros en calderilla que decidí invertir en el pasaje más barato que ofrecía el Bla Bla Car.
Gracias al sistema de crowdfunding que había ideado, el día del chupinazo no paré de comer y bailar en las peñas. “Solidarizate y contribuye a mis mejores Sanfermines”, se podía leer en mi camiseta blanca. El mensaje cuajó entre la gente, pues cayeron muchas monedas dentro del cartón vacío de vino que me servía de hucha.
Por desgracia, pronto pasé de popular a indigesto. La recaudación menguó con rapidez y, a mitad de semana, volvía a estar sin blanca, por lo que el cartón y la camiseta fueron a la basura. Ni siquiera tenía saldo en el móvil para llamar a casa y pedir que me enviaran un giro postal. Para entonces mi casero ya me había dejado sin sofá. Cogí mi mochila y me marché derrotado. No pude reprocharle que me sustituyera por una australiana alta y rubia.