VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


NACÍ EN VALENCIA PERO MORIRÉ EN PAMPLONA.

Lucas Irisarri Saldise

Nací en Valencia pero moriré en Pamplona.

No tengo nombre y mi corta vida pasaría desapercibida si no fuera por que cuando llegue a su fin seré el centro de atención del mundo. Paradojas de la vida.

Vivo a buen recaudo entre algodones y siempre a ras de suelo, pero no amigos, ese no es mi estilo, a mí lo que me gusta es volar, subir tan alto como pueda y reventar tan fuerte como sea posible, que lo oiga todo el mundo aunque me cueste la vida.

Todavía no me han puesto el palo pero se de buena fe que será el más flexible y derecho de todos. ¿Y mi mecha? qué os voy a contar de mi mecha; sin duda será la que más y mejor arda, no tengo ninguna duda. Voy a hacer un ruido que no veas. Preparaos.

Mis hermanos se pegan una buena vidorra, parecida a la mía. También dejaran este mundo rodeados de cierta gloria, pero no, que no se engañen, no me llegan a la altura del betún.

Nací en Valencia pero moriré en Pamplona.

Casi nada.

FERMIN

Unai Jayo Urrejola

Suena el despertador, es todavía de madrugada, ¿quién me mandaría a mí quedar a estas horas? Me levanto aún sin despertarme del todo, desayuno rápido mientras me visto y corro a la calle.
Allí está Jaime, menos mal que no me hace esperar porque a estas horas eso me sentaría fatal.
Nos apresuramos calle abajo encontrándonos gente a cada giro, parece mentira pero salen por todos los rincones uniéndose a la marea hasta juntarnos con una marabunta de gente, ¡esto es increíble!, pienso, intentando no perder de vista a mi compañero. Vemos gente correr, saltar, se siente el ambiente, la adrenalina del acontecimiento. Nosotros procuramos mantenernos unidos, aunque solo sea con la mirada. Finalmente llegamos entre empujones, alguna que otra mala mirada y una marea de calor humano imposible de asimilar por el frescor de la noche. ¡Sí!, esta vez sí, hemos conseguido un sitio para poder ver el encierro, y eso que es 7 de julio y sábado. Ahora solo nos queda disfrutar de esos momentos de emoción por los que merecen la pena esperar tres horas curándonos de lo sufrido, si señor, porque éste es mi santo.

ISÓSCELES ESCARLATA

Mertxe Labrador Otamendi

Amanecer de 6 de julio. Vuelvo a resurgir de mi letargo. 355 días dormitando entre atuendos albos y rojos que, como yo, ansían con jolgorio este despertar. Una estuosa suela de aluminio me atusa, de arriba hacia abajo, con vaporoso mimo, al tarareo de…” una fiesta sin igual… RIAU, RIAU”. Y al consumar ese isócrono danzar, la ternura de unas artríticas manos me repliega en un perfecto isósceles. Presto me hallo para acudir a un lugar, donde la esencia a perfume se abigarra con el descorche del cava, y el blanco níveo y rojo pasión tiñen su adoquinado gris.
Escucho a una pueril voz que reclama… “Corre, venga, sácalo ya… son las doce menos diez”. Cuidadosamente, unas trémulas manos me rescatan del fondo de un bolso.
Cruce de miradas entre la mujer septuagenaria y el San Fermín bordado en mi escarlata piel. El carmín de sus labios se derrite con el dorado del santo en un enternecedor beso.
Son las 12. Sus manos me alzan y me despliegan en un impecable isósceles escarlata junto a un quejumbroso: ¡VIVA SAN FERMÍN!, fusionándose con el bullicio que resuena bajo el balcón.
Delicadamente me anuda a su fragante cuello para 9 días y 8 noches.