LA OBRA DE ARTE
Alberto De Frutos Dávalos
Mi padre corrió los Sanfermines hace dos años. Voló como un misil horizontal y ciego por las calles de Pamplona y los mozos disfrutaron de lo lindo. No hubo carrera más pulcra ese verano.
Un holograma rojo y negro, multiforme y grande, lo citaba a cada paso; pero mi padre iba a lo suyo, quemando los tramos de Santo Domingo, el Ayuntamiento y la curva de Mercaderes, Estafeta y Telefónica, y el callejón de los montones. Como si llevara el Diablo en el cuerpo, aunque eran ángeles los que lo empujaban.
Antes de partir esa mañana, mi padre me dijo unas palabras que no olvidaré nunca: “Corre, hijo, corre hacia los chiqueros de la plaza, y no te distraigas nunca con los mozos. Ellos son los artistas, pero tú, hijo, tú eres la obra de arte”.
-A San Fermín pedimos…
Ya los oigo, padre. Los oigo y los siento. Prometo no defraudarte.
NOSTALGIA PAMPLONICA
Rubén Rojas Yedra
Esa mañana el profe llegó triste a clase. Nosotros estábamos de pie, tirándonos papeles, y no se enfadó. Cuando vimos su cara larga nos dio un poco de pena y nos sentamos. Fue a la pizarra y, como cada día, puso arriba la fecha: «6 de julio». Nos prometió que no iba a mandar ejercicios ni nada, pero que teníamos que hacer una cosa para que se animara. Cogió la tiza y escribió: «TORO», «ENCIERRO», «TXUPINAZO», «GIGANTES» y «SAN FERMÍN». Quería que escribiéramos un cuento con esas palabras. Muchos niños se rieron; yo no. Nos dijo el profe que San Fermín era una fiesta muy importante en Pamplona, donde él nació, tan bonita como aquí la feria o el Rocío. Explicó que unos mozos corrían por las calles delante de los toros para que no les pillaran con los pitones. A Elenita le dio miedo. La gente bebía kalimotxo y no rebujito y se ponían pañuelos rojos al cuello. Habló de los cabezudos y de los kilikis, mis favoritos. Los zaldikos eran caballos de cartón piedra. A todos nos gustó y sacamos los cuadernos. Ya estábamos escribiendo cuando el profe, muy animado, se subió a su mesa y gritó: «Pamploneses, pamplonesas, ¡gora San Fermín!».
CORRE, INSENSATO
Luis López-cano Aguado
Siempre he gozado de la reputación de ser considerado casi un mago por mis amigos. Mi vida ha sido casi un milagro continuo desde hace ya más de mil quinientos años. Entré a la escuela de magia viejo, y salí rejuvenecido y con el ánimo presto a echarme a los caminos. Me encanta dormir arropado por el bosque y con la sábana de las estrellas echada sobre la cara. Me considero un romántico… Creo, incluso, que fui el primer romántico, antes siquiera de que existiera el romanticismo mismo…
– Machooo, cállate ya. Que están a punto de salir – me espeta Alfredito, mi fiel escudero de siempre – Se te fue la mano con el vino ayer, ¿eh?
De repente, un rumor creciente va haciendo temblar el suelo. Alfredito me abandona y marcha hacia delante despavorido… Sin duda, deben ser orcos o cualquier otra horda de seres con intenciones nada amistosas. Ya los veo, me parece, con las espadas en ristre y los arcos desgreñados; y casi cuando los tengo encima, una voz recia me devuelve a la realidad:
– ¿Pero qué haces insensato? Que estás en los sanfermines…¡corre!